ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN
Las enfermedades fungosas en los pastos tropicales.
A. Delgado y O.
Alonso
Estación
Experimental de Pastos y Forrajes "Indio Hatuey"
Matanzas, Cuba
INTRODUCCIÓN
Contra la producción de alimentos no solo conspira la superficie cultivable y la escasez de insumos, sino que también existen otros factores de gran importancia que inciden negativamente, como es el deterioro que sufren los cultivos producto del ataque de insectos-plagas y microorganismos causantes de enfermedades.
La proliferación de epidemias e invasiones producidas por estos agentes causales se debe, entre otras razones, a la alteración de un ecosistema natural en equilibrio y al fomento de grandes extensiones monoespecíficas que, por añadidura, fueron establecidas con especies mucho más productivas pero con una menor resistencia, debido a que los mejoradores desplazaron el arquetipo de la especie favoreciendo aquellos genes que condicionaran un aumento de los rendimientos, sin que se manejaran correctamente los relacionados con la capacidad de la especie de resistir y sobreponerse a la acción de dichos entes patológicos. Además de estos factores, existen otros de tipo agrotécnico como son: la nutrición descompensada, el estrés hídrico y el tipo de laboreo.
Dentro de estos organismos-plagas, se señala a los hongos como uno de los que poseen un mayor peso, no solo por los daños que producen sobre los rendimientos, sino porque también provocan alteraciones importantes en los parámetros de la calidad del producto cosechado, lo que se manifiesta en la lignificación de los tallos y la disminución de la digestibilidad de las paredes celulares (Abe y Okumura, 1972) y en un menor contenido de los aminoácidos libres, tanto en las hojas como en las raíces de las plantas afectadas (Hodges y Robinson, 1977). Las micotoxinas son otro de los daños que ocasionan estos organismos y son producidas por el patógeno durante el proceso de parasitismo.
Es por ello que una de las premisas para el establecimiento de una fitotecnia apropiada, la utilización correcta de estas plantas en la alimentación ganadera o la conformación adecuada de un programa de mejora, debe partir de conocer e identificar correctamente aquellos organismos-plagas que afectan la extensión de un cultivo.
La presente reseña persigue como objetivo fundamental, señalar los patógenos fungosos más comunes en los pastos cultivados en zonas tropicales y subtropicales y sugerir algunos elementos para su control.
Patógenos
fungosos más frecuentes en las gramíneas y leguminosas
Los síntomas
más observados en las gramíneas tropicales son las manchas foliares,
donde se manifiesta, en dependencia del grado de susceptibilidad de las líneas
o cultivares evaluados, desde una pequeña mancha lineal o redondeada
hasta la invasión de los tejidos afectados con la producción de
un tejido totalmente seco. Este tipo de enfermedad probablemente sea el más
dañino, ya que las hojas, además de ser los órganos fotosintéticos
de la planta, son la principal porción utilizable de ella (Lenné,
Vargas y Torres, 1983). Existen también, en la parte foliar de las plantas,
otros síntomas que son conocidos como añublos, término
utilizado para algunas enfermedades fungosas el cual alude a las nieblas, que
favorecen el desarrollo y propagación de esos agentes causantes (Font
Quer, 1968). Estos se caracterizan por tener el aspecto de
una pudrición suave, sobre la cual se desarrollan estructuras del hongo,
el que provoca, al finalizar el proceso patológico, la necrosis de los
tejidos (Lenné et al., 1983).
Los hongos, de igual modo, atacan a las semillas de las plantas y provocan cuantiosas pérdidas; ello puede producirse tanto en el proceso de formación como en el período de pre y post-cosecha y la sintomatología que se manifiesta sobre estos órganos va desde la producción de hipertrofias donde se originan importantes masas de esporas que son expandidas posteriormente por el aire diseminando así el patógeno, hasta la momificación de las simientes por masas de micelios de los microorganismos fungosos (tabla 1a, b, c y d).
En las leguminosas, de forma análoga que en las gramíneas, los síntomas más observados están en la parte foliar, aunque en este caso se extienden también a los tallos y legumbres; entre ellos se encuentran las manchas regulares o irregulares de diversos colores llegando hasta el necrosamiento total del tejido, así como halos de otros colores en los tejidos próximos al daño debido a la emisión de toxinas(tabla 2a, b, c, d, e, f y h).
De los patógenos que aparecen en la tabla 1a, b, c y d, se reconocen como los más importantes en Cuba los pertenecientes a los géneros Puccinia, Helminthosporium, Drechslera y Piricularia, los cuales afectan el follaje de las gramíneas.
En las leguminosas (tabla 2a, b, c, d, e, f y h) se detectan con más frecuencia las enfermedades causadas por especies de los géneros Cercospora, Colletotrichum, Rhizoctonia y Fusarium.
Por la importancia que posee el Panicum maximum Jacq., se abordará más detalladamente. Esta especie, difundida ampliamente en el país, es afectada en el follaje por especies de Drechslera, cuya sintomatología está caracterizada por presentarse inicialmente como manchas rojizas, redondeadas por un margen angosto de color pardo, las que se alargan al lado del nervio central. Muchas veces se unen y se pueden formar bandas amarillentas hacia el extremo de la hoja cuando el ataque es severo. En observaciones del germoplasma de la EEPF "Indio Hatuey" se encontró, en condiciones de campo, un comportamiento diferente en el grado de susceptibilidad, el cual fue mayor en las de tipo gigante (Delgado, A. y Alonso, O., inédito).
Otra enfermedad
con un alto grado de importancia es la conocida como "verdadero carbón
de la espiguilla de la guinea", causada por T. ayresii Berk., de
la que Delgado, Machado y de la Paz (1990) señalaron que produjo
índices de afectación superiores al 40% en una colección
de esta especie, donde solo el 4% de los clones evaluados resultaron sanos.
Su sintomatología se caracteriza por un aumento del tamaño de
la espiguilla, donde aparece una masa grisácea de esporas que recuerdan
a la ceniza de un cigarrillo, las que al expandirse inoculan las semillas adyacentes
manteniéndose un ciclo cerrado entre infección y producción
de la enfermedad.
Métodos de diagnóstico
Para cualquier productor, es de suma importancia poder detectar e identificar las enfermedades en el campo, pues ello posibilitaría tomar medidas que impidan el desarrollo de epidemias.
Lenné et al. (1983) señalan que para alcanzar estos objetivos, existen cuatro métodos fundamentales:
a) Observación visual de los síntomas y dignos que presenta el hospedante.
b) Observación de los tejidos enfermos a través del microscopio.
c) Aislamiento y purificación del patógeno.
d) Prueba de patogenicidad, mediante la inoculación del hospedante para observar los síntomas de la enfermedad.
De estos métodos el primero es útil para la identificación de las enfermedades en el campo; los otros tres son más sofisticados e implican trabajo de laboratorio.
El diagnóstico en el campo requiere, para su aplicación, un conocimiento previo de las enfermedades que comúnmente afectan a cada hospedante y de los síntomas que producen, así como conocer cuáles de ellas están presentes en cada etapa de desarrollo de la planta o bajo determinadas condiciones ambientales.
Alternativas
para el control de las enfermedades fungosas y dificultades que se presentan
en su empleo
El hombre ha ensayado
diferentes métodos par controlar los organismos causantes de enfermedades,
entre los que se cita el enterramiento de los residuos de las cosechas o su
quema, evitar la acumulación de agua superficial, la rotación
de cultivos, la utilización de fertilizantes, la aplicación de
hormonas, etc., sin que se haya logrado controlarla en su totalidad (Williams,
1964). El método más extendido es el uso de compuestos químicos,
aunque no ha sido u'na solución permanente, ya que concurren en él
su elevado costo, la destrucción de insectos útiles (Bournoville,
Guy, Tasoi y Delaude, 1974), la reducción fuerte de los rendimientos
en la producción de semillas (Bochovv, Zchiminer y Deiinski, 1977), la
afectación de la salud animal y del hombre (Mowat, 1974), así
como el aumento de la fungo-resistencia de los organismos patogénicos.
Este último término se utiliza para indicar los organismos que exhiben una sensibilidad reducida o insensibilidad a un tóxico (Muiño, 1989). Los fungicidas, de acuerdo con su tipo de acción, afectan diferentes procesos bioquímicos de las células. Así, pueden interferir en la síntesis de quitina, alterar la permeabilidad de la membrana proteica, inhibir la producción de enzimas en las mitocondrias o la síntesis de proteína en los ribosomas, alterar o inhibir el metabolismo de los ácidos nucleicos fuera o dentro del núcleo, etc. Muiño (1989) indica además que se conocen como mecanismos de resistencia los procesos bioquímicos, mediante los cuales el organismo fúngico hace inútil o reduce el efecto del tóxico; ellos son: detoxificación, disminución de la afinidad con el sitio de acción, circunvención y compensación.
Con respecto a este tema, García-Trujillo (1992) señaló que en los Estados Unidos se han identificado más de 70 especies de hongos resistentes entre otras especies de plagas y se prevé que estos valores continúen creciendo, pues las plagas resistentes a uno o más productos desarrollan resistencia a otros tipos de sustancias químicas sobre todo cuando sus componentes funcionan de manera semejante a los previamente usados.
Aunque en Cuba se ha detectado fungo-resistencia en algunos patógenos, en la agricultura dedicada a la alimentación ganadera no se han encontrado referencias; no obstante, en este sector de la producción agrícola la práctica de utilizar fungitóxicos no es muy común y se han dirigido solo algunas acciones hacia la desinfección de semillas.
El mejoramiento genético es otra de las vías empleadas por el hombre con el fin de luchar contra los organismos que perjudican su agricultura. Así, Nider, Semienchuk, Semienchuk y Krull (1974), encontraron que en híbridos de sorgo susceptibles al ataque de Sclerospora sorghi, los rendimientos fueron inferiores a los de los resistentes entre 37 y 47%.
Sonoda (1980) informó sobre la reducción en un 67% del rendimiento en forrajes de Macroptilium atropurpureum cv. Siratro, atacado por Rhizoctonia solani en Australia. Sin embargo, la labor en este sentido es también larga e interminable, pues el mejorador que se dedica a la resistencia está constantemente trabajando con dos poblaciones de seres vivos que cambian con frecuencia (Britto, 1989).
Manejo Integrado
de Plagas (MIP)
La tendencia mundial
en el sentido de integrar todos los métodos de control crece por día,
con el objetivo de minimizar la aplicación de compuestos químicos
y de garantizar alimentos cada vez más saludables.
La utilización de este método de manejo está regida por cuatro principios básicos:
1. El ecosistema es una unidad de manejo única.
2. Se maximiza el uso de agentes de control natural
3. Las especies dañinas podrán existir en niveles de abundancia tolerables
4. Acercamiento a un sistema interdisciplinario
En realidad el manejo de las plagas existe hoy como varias combinaciones de la acción de prevención y supresión; en estas categorías se encuentran las siguientes actividades:
Acción de prevención
a) Utilización de especies resistentes
b) Manipulación de la fecha de siembra
c) Laboreo y distancia de siembra
d) Conservación de los enemigos naturales
e) Rotación de cultivo
f) Aplicación de plaguicidas pre-siembra
g) Destrucción de los residuos de las cosechas anteriores, etc.
Acción
de supresión
La acción
de supresión está dada después que una plaga ha alcanzado
el umbral económico; en ella se contempla:
a) Aplicación de productos tóxicos
b) Liberación de parásitos y microorganismos
El desarrollo del MIP debe ir más allá de las combinaciones de tácticas de supresión y prevención. Dicho sistema permitiría determinar cómo una táctica o combinaciones de tácticas, aplicadas a un organismo-plaga, se filtrarían a través de la red de organismos interactuantes presentes en el ecosistema del cultivo (EICA, 1992).
CONCLUSIONES
El reconocimiento y el pronóstico epidemiológico de las enfermedades fungosas, constituyen el primer eslabón en la cadena de prevención de las epidemias que tanto daño ocasionan en la agricultura. En los pactos ya se reconoce una amplia lista de organismos causales, cuya evolución hacia su afectación económica está en dependencia del trabajo de los fitomejoradores, fitosanitarios y fito-tecnistas.
El control de estas enfermedades no debe basarse en la importación o producción nacional de agrotóxicos, pues las superficies ganaderas son mucho mayores que las cultivables y los productos químicos perjudican, además, la salud animal. Luego su uso solo se justificaría en la desinfección de semillas o en la aplicación localizada. Es por ello que se debe trabajar en función de utilizar eficientemente los elementos que la naturaleza ha equilibrado tan maravillosamente, procurando asumir de forma responsable una actitud conservacionista y que permita lograr una producción sostenida.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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