ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN

 

 

 

SOYA (Glycine max (L.) Merrill)

 

 

 

R. Machado, V.A. Remy, M. Tang y H. Santana

Estación Experimental de Pastos y Forrajes "Indio Hatuey" Perico, Matanzas, Cuba

 

 

 


 

 

INTRODUCCIÓN

La soya (Glycine max) es una leguminosa de ciclo corto que pertenece a la familia Leguminosae, subfamilia Papilionideae, género Glycine L. (Johnson, Cartter y Hartwig, 1959), que agrupa un número considerablemente grande de estirpes y variedades, cuyo crecimiento estacional se encuentra satisfactoriamente definido para las diferentes áreas climáticas de producción en el orbe.

En la actualidad es posible considerar esta especie como una de las más importantes para la producción de alimentos de origen proteico para el consumo humano y animal, así como por los derivados que de ella se obtienen de uso industrial. Ello se confirma si se toma en consideración, de acuerdo con la revisión realizada por Pérez-Domínguez (1984), que puede llegar a producir en una misma hectárea 800 kg de proteína y entre 360 y 400 kg de aceite. No obstante, desde el punto de vista de la nutrición animal lo más utilizado de esta planta son los subproductos industriales de su procesamiento, como la torta de soya, o como componente, en forma de harina, de piensos concentrados.

Sin embargo, y no menos importante que lo antes señalado, es el empleo de su forraje, para lo cual es utilizada en numerosos países, tanto en cultivo puro como en mezclas y asociaciones.

Este artículo está encaminado a resumir, lo más adecuadamente posible, los aspectos relacionados con las características generales de esta planta en relación con la producción de forraje, basado en los resultados existentes en la literatura.

 

Características botánicas

De acuerdo con la descripción realizada por Mateo Box (1969), la soya es una planta herbácea, anual, con un sistema radical bien desarrollado y con abundante nodulación. Este sistema radical, según apuntó Tanaka (1964), es un tipo intermedio entre el descrito en Medicago sativa, Trifolium pratense y T. repens, en el cual se produce un enraizamiento múltiple y de primer orden, donde 4 ó 5 ramas emergen de cada locus y el que caracteriza la Vicia sp., V. fava y Vigna sinensis, donde sólo se produce la formación de una rama de primer orden en cada locus. Por otra parte es también un tipo intermedio entre el tipo fibroso y el arborescente (Tanaka, 1977). A pesar de que este sistema presenta un desarrollo más lento que el de otros cultivos, el mismo puede penetrar profundamente en el suelo (Musatov y Novak, 1967), incluso hasta de 1,5 a 2,0 m y presenta la mayoría de las raíces secundarias en los primeros 0,60 m.

Los tallos son erguidos y bien ramificados, aunque algunas variedades pueden tenerlos rastreros o volubles, como sucede en algunos tipos de soya salvaje que crecen en Japón (Sebizuka y Yoshiyama, 1960). Estos crecen entre 30 y más de 150 cm, lo cual depende de la variedad, del medio y de los métodos agrotécnicos empleados para su cultivo.

El primer par de hojas es simple; mientras que las verdaderas son alternas y trifoliadas, con foliolos oval-lanceolados y peciolo (de 5 a 30 cm) acanalado en su parte superior y engrosado en la base, donde se puede observar unas pequeñas estípulas. El color de las hojas varía del verde claro al oscuro y suelen ser más o menos pelosas o híspidas, aunque se conocen variedades que presentan estas y todas sus partes totalmente glabras.

Las flores, autofértiles, presentan el cáliz gamosépalo, nueve estambres diadelfos soldados por el estilo y uno suelto, y crecen en inflorescencia racimosa; son pequeñas y se hallan situadas en la axila de la hoja, variando su color del púrpura al blanquecino y presentan las características típicas del género. El ovario es libre y unicelular y contiene de 2 a 5 óvulos.

El fruto es una legumbre híspida, dehiscente, generalmente corta (inferior a los 10 cm) y con las valvas constreñidas contra las semillas, por cuanto estas se pueden apreciar fácilmente aun cuando las vainas se encuentren cerradas. Las semillas aparecen en número de 2 a 6 y son de tamaño relativamente pequeño (4 a 7 mm), superficie lisa, cuyo color puede ser verde-amarillento, verdoso, castaño, amarillo, negro o manchado; de forma casi siempre ovalada y muestra un hilo oval de unos 3 a 4 mm de longitud. El peso de estas oscila entre 10 y 30 g/100 semillas.

Las plántulas presentan raicillas bien desarrolladas, con algunas raíces secundarias débiles, hipocotíleo cilíndrico, glabro y de color blanquecino, epicotíleo cilíndrico y con pelos y cotiledones epigeos, carnosos y glabros. En relación con las nerviaciones que presentan estos últimos, Starosting (1968) señaló que G. max y Onobrichis viciifolia resultan plantas mucho más evolucionadas que T. repens y M. sativa, las cuales se asemejan, en este sentido, a las Gimnospermas.

 

Origen, distribución y adaptación

Avalado por la amplia diversidad genética encontrada, Vavilov (1951) consideró a China como centro de origen de esta especie, país desde donde se extendió a la mayor parte del mundo. Desde tiempos, muy remotos esta especie se cultivó por todo el oriente, especialmente en China, Japón y Manchuria (Mateo Box, 1969). Actualmente se explota en la URSS, en la mayoría de los países europeos y asiáticos, incluyendo la India, Norte, Centro y Sur América y en el Caribe, en muchos países de África, así como en algunas zonas tropicales y subtropicales del continente australiano (Davies, 1960). Según exponen Whyte, Nilsson-Leissner y Trumble (1967), esta especie necesita de veranos cálidos pero no demasiado ardientes y puede vegetar en la mayoría de los suelos, aunque sean pobres; no obstante, produce rendimientos óptimos en suelos algo húmedos y flojos, aunque también es resistente a la sequía.

 

Variedades

Esta especie posee un número considerable de variedades ecológicamente bien diferenciadas, el cual se encuentra actualmente en el orden de los miles. En este sentido, en la revisión efectuada por Pérez-Domínguez (1984) se hace referencia al establecimiento de 12 grupos de maduración para identificar las regiones de adaptación para los cultivares de soya en Estados Unidos y Canadá de acuerdo con las respuestas fotoperiódicas de estos cultivares; mientras que, por su parte, el programa INTSOY clasificó las variedades y cultivares de acuerdo con varias características geográficas y climáticas de las zonas donde se cultivan (tabla 1).

Independientemente de lo anteriormente expuesto, es importante hacer referencia a las variedades utilizadas en Cuba, particularmente aquellas que se han empleado para la producción de forraje a escala experimental y en determinadas áreas de la producción.

En la amplia colección que posee la Estación Vavilov del Instituto de Inves-tigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical del Ministerio de la Agricultura (INIFAT), se encuentran variedades comerciales para la producción de grano como Improved Pelican y G7-R315; mientras que otras, utilizadas también con estos fines, han surgido producto del trabajo de mejoramiento llevado a cabo por esta institución, entre las que figuran Tropicana 39, Pelican 112, V-7, INIFAT V-9 y Harosoy 16 (Díaz Carrasco, Paz, García, González, Vázquez y Piedra, 1978) y más recientemente la variedad Vavilov 63-17 para siembra de primavera (Díaz Carrasco, 1980). De estas variedades, la INIFAT V-9 (obtenida a partir de una selección masal efectuada en la variedad Tropicana) y la INIFAT-70 (producto de la selección individual practicada a la variedad Improved Pelican), junto a otras como Biloxi, Vavilov GM-10, Calzadilla 2-1, Pelican 502, etc. se han utilizado para la producción de forraje a escala experimental (Díaz Carrasco, 1979), e incluso en áreas de la producción, como es el caso de la variedad INIFAT V-9, con la cual se logró adecuadas producciones de forraje (39 t de FV/ha) cuando se realizó la inoculación con la cepa de Rhizobium ICA 8001, obtenida en Cuba (López, Echevarría y Camejo, 1985).

 

Establecimiento

Teniendo en cuenta la amplia variabilidad ecológica de este cultivo, en general, es menos exigente a suelos que otras plantas y se adapta bien a una gran variedad de texturas que poseen los suelos comprendidos entre los tipos arenosos y los franco arcillosos. Se adapta además perfectamente a los suelos orgánicos, donde se obtienen buenas cosechas con pH que van de 6 a 7 según Boswell y Hanser (1964), aunque Mateo Box (1969) e Irañeta (1979) indicaron en sus recomendaciones suelos de consistencia media, fértiles, profundos y con pH óptimo entre 5,7 y 6,2.

La preparación del suelo estará acorde con las características del cultivo, así como el número de labores adecuadas. Realizando una preparación convencional de forma tal que la capa superficial quede bien mullida hasta los 20 cm de profundidad, se favorece un mejor contacto suelo-semilla y se proporciona la humedad necesaria a esta última. Por otra parte, Díaz Carrasco (1978) sugirió la necesidad de tener en cuenta la nivelación del terreno, ya que esto permite un riego uniforme y una buena germinación y facilita la mecanización de la cosecha.

La época de siembra es un aspecto ligeramente controvertido en el cultivo de la soya, ya que atendiendo a la región y la época del año los productores e investigadores han propuesto momentos diferentes. Así, Mateo Box (1969) reco-mendó diferentes épocas de siembra que están en dependencia de las variedades, el clima y las características propias del lugar. En Birmania e India, donde se alternan las estaciones de lluvia y seca, es cotidiano sembrar al inicio de las lluvias utilizando suelos sueltos.

Mateo Box (1969) señaló la relación entre época y variedad, y recomendó que las variedades de ciclo largo se siembren temprano mientras que las de ciclo corto deben ser sembradas al final del período de lluvia, a lo que se debe añadir la sugerencia de Green (1965) con relación a la disminución de los rendimientos y la baja calidad de la semilla cuando la época no se corresponde con la variedad a utilizar. En las condiciones de Cuba González (1955) y González y Ramos (1958) recomendaron las siembras de julio a agosto, mientras que Díaz Carrasco (1979) señaló los períodos de abril a mayo y de diciembre a enero, en los cuales se obtienen buenos resultados; no obstante, Pérez-Domínguez (1984) coincide en señalar a julio y agosto como los mejores al obtener en esa etapa los más altos rendimientos.

Estos antecedentes ponen en evidencia los diferentes criterios con r

elación a la época de siembra, de ahí que en la actualidad sea recomendable conjugar los factores clima, suelo, propósito (ya sea grano o forraje) y variedad atendiendo a los avances logrados en el mejoramiento genético, lo que permite seleccionar la variedad más adecuada según lo expuesto en este propio trabajo cuando se abordan las variedades.

Una situación similar se presenta con la distancia y la densidad de siembra a emplear. La combinación de estos dos elementos puede incidir en la obtención de altos o bajos rendimientos de grano, así como altas y bajas producciones de forraje, como también variaciones en la composición química de la planta (vainas y hojas).

Pendlenton y Hadley (1959), al comparar dos distancias entre surcos (60 y 100 cm), alcanzaron los mayores rendimientos con 60 cm, coincidiendo con Lehmon y Lambert (1960). Sin embargo, en Estados Unidos, la FAO (1969) consideró que la distancia óptima estuvo entre 60 y 90 cuando se utilizó de 45 a 60 kg de semilla por hectárea. En este sentido Mateo Box (1969) señaló que la distancia entre surcos está muy relacionada con la época de siembra, el porte de la variedad y el suelo al emplear entre 45 y 60 cm entre hileras con el fin de producir granos; mientras que Sistachs y León (1974) determinaron que la mejor densidad de población (224 000 plantas por hectárea) y un rendimiento de 2,28 t/ha se alcanzaron al emplear 31 kg de semilla por hectárea con la característica de presentar un mayor peso las semillas.

En un estudio del período crítico de competencia de las malezas en el cultivo de la soya, estas llegaron a reducir el rendimiento en un 40%; dicho período crítico se enmarca entre los 20 y 50 días después de sembrada. Sistachs y León (1974) para contrarrestar estas pérdidas aplicaron 1 y 2 L de Treflan por hectárea en 10 variedades comparándolo con el deshierbe manual y obtuvieron un buen control de las malezas, aunque la dosis de 2 L/ha afectó el número de nódulos por planta. Por otra parte, Díaz Carrasco et al. (1978) recomendaron el empleo de 2 a 3 cultivos con la finalidad de controlar las malas hierbas en ese período.

 

Relación con el Rhizobium y fijación de N

Un factor de gran importancia en la explotación de la soya, ya sea para la producción de grano o de forraje, es su habilidad de fijar el nitrógeno atmosférico en simbiosis con el Rhizobium japonicum. Este último forma uno de los grupos de inoculación cruzada específico para este tipo de planta.

La respuesta a la inoculación de esta especie puede variar en dependencia de la cepa inoculada y la variedad de soya, y existe una interacción específica entre el genotipo de la planta y la cepa de Rhizobium utilizada. Esto fue evidente en los variados resultados que se han obtenido en los rendimientos, contenidos de nitrógeno y aceite, al inocular diferentes variedades de soya con distintas cepas (Abel y Erdman, 1964; Caldwell y Vest, 1970; Sistachs, 1974; Diatloff y Brockwell, 1976).

Al realizar estudios con 15N en cuatro variedades de soya inoculadas y no ino-culadas. Amarger, Mariotti, Mariotti, Durr, Bourguignon y Lagacherie (1979), determinaron que las primeras presentaban un contenido de 15N significativamente menor que las no inoculadas, con un mayor contenido de nitrógeno fijado; mientras que Karyagin (1980) obtuvo incrementos en el número y peso de los nódulos por planta, área de las hojas, peso de la raíz, rendimiento de semilla y heno y contenido de PC al inocular con cuatro cepas de R. japonicum.

Por otra parte, Okon, Volfovitch, Henis y Pinthus (1979) al probar cinco cepas obtuvieron respuestas diferentes en la fijación de nitrógeno (medido por el método de reducción de acetileno) y en los rendimientos de semilla y materia seca, lo que denota la variación que puede existir al inocular con diferentes cepas de R. japonicum.

Generalmente la inoculación de campos nuevos de soya produce un beneficio apreciable en los resultados, no así en campos donde con anterioridad ha sido sembrado este cultivo. Ello se debe a que la competencia que se establece entre las cepas inoculadas y las ya existentes puede actuar en detrimento de los resultados (Ham, Cardwell y Johnson, 1971; Kapusta y Rouwenhorst, 1973), por lo cual es necesario tomar precauciones en la inoculación con determinadas cepas; se sugiere realizar los estudios pertinentes de las condiciones existentes y no hacer uso en forma indiscriminada de la misma.

Se ha planteado que esta especie no es altamente fijadora de N2, si se compara con los valores de 700 kg de N/ha obtenidos en T. repens (Sears, Goodall y Jackman, 1965); 520 en Centrosema pubescens (Moore, 1967) o de 303 en Desmodium intortum (Whitney, Kanehiro y Sherman, 1967). No obstante, se han estimado valores de fijaciones entre 124 kg/ha (Fried y Broeshart, 1975) y 160 kg/ha (Weber, 1966), los cuales son aceptables; aunque Hardy y Havelka (1976) encontraron valores de 427 kg de N/ha establecidos en una atmósfera enriquecida con CO2. Ello demuestra que existen una serie de factores que pueden actuar en detrimento de este proceso de fijación simbiótica del N2. En Cuba se han obtenido valores de fijación de nitrógeno de 129 kg de N/ha con producción de 2,2 t de granos por hectárea y aumentos en la proteína bruta del grano de 34 a 42% (López, 1985).

Existen diferentes factores presentes en el suelo, el medio ambiente y culturales que pueden afectar al R. japonicum. Entre ellos se encuentra el pH del suelo, el cual puede actuar tanto sobre el huésped como sobre la bacteria. Así, Mengel y Kamprath (1978) encontraron menor número y peso de los nódulos a bajos pH, los cuales se incrementaron cuando se adicionó cal y aumentó el pH. Esto se vio interrelacionado con el mejoramiento de la planta por destoxificación del Al, el movimiento del hidrógeno y el suministro adecuado de Ca y Mg.

También Döbereiner y Arruda (1967) y Sampaio y Döbereiner (1968) habían encontrado estimulación de la nodulación en esta especie al aplicar cal, al igual que Samarao, Didonet, Neiva, Duque, Goi, Jacob Neto, Monteiro y Rolim (1986), quienes más recientemente plantearon que la aplicación de 4 t de cal por hectárea era suficiente para obtener los mejores resultados en los rendimientos y nodulación en un suelo Cerrado. Estos mismos autores plantearon que la deficiencia de Zn en esta planta podía traer alteraciones en la producción de granos y la nodulación, lo que corrobora los resultados de Buzetti y Nakagawa (1983) y Vitti, Malavolta y Perecin (1983), quienes han encontrado una respuesta positiva a la aplicación de Zn.

Otro factor que afecta a esta especie es el suministro de N inorgánico, que en pequeñas cantidades puede incrementar la cantidad de N2 fijado (Allos y Bar-tholomew, 1959; López, 1983), pero en mayores concentraciones inhibe dicho proceso (Hatam, 1977; Semu y Hume, 1979; Evans, 1982).

También el Mn puede provocar toxicidad en esta planta con disminución del peso, volumen y número de los nódulos (Mask y Wilson, 1978).

Otros factores que pueden influir son la adición de materia orgánica y otros elementos como Mo, Fe, B, etcétera.

Un factor físico a tomar en consideración es la temperatura del suelo, la cual puede actuar sobre el proceso de nodulación. Weber y Miller (1972), al realizar estudios en esta especie con diferentes temperaturas (10, 20 y 30°C), encontraron que al aumentar la temperatura se incrementaba el número de nódulos por planta y su peso, no así el tamaño que disminuyó a los 30°C. Además, otros investigadores como Graham y Parker (1964), al trabajar con seis cepas de R. japonicum, hallaron que estas no eran capaces de crecer a temperaturas superiores a 39°C; mientras que Munevar y Wollum (1981), al estudiar 19 rangos de temperatura desde 27,4 hasta 54,1°C con 42 cepas, concluyeron que el rango de temperatura óptimo se encuentra entre 27,4 y 35,2°C, aun cuando algunas resultaron más tolerantes a altas temperaturas, por lo que pueden existir diferentes comportamientos en dependencia de los factores que pueden prevalecer en cada situación dada.

 

Rendimiento

El rendimiento en grano informado por la FAO (1969) fue de 1,3 t/ha. En el caso de América Latina, la cifra fue de 1,0 t/ha y en América del Norte de 1,8 t/ha. Barriga, Pacheco, Moreno, Reyes y Valenzuela (1974) obtuvieron más de 3 t/ha en México. El INTSOY (1974), basado en el resultado global de pruebas de rendimiento de soya realizadas con 20 variedades en 27 países y 60 localidades, informó una media de 1,75 t/ha; el noveno lugar correspondió a la variedad Improved Pelican con un rendimiento de 1,76 t/ha y a la Harosoy 63, el décimo cuarto lugar con un promedio de 1,74 t/ha. En Cuba, según datos del área de ganadería del Ministerio de Agricultura, los rendimientos promedio nacionales de la variedad Improved Pelican varían de 1,0 a 1,5 t/ha en siembras de verano; luego, mejorando la agrotecnia actual y sembrando nuevas variedades de mayor potencial en condiciones de producción, es posible obtener rendimientos superiores a las 2 t/ha.

En la evaluación realizada por Díaz Carrasco, Paz León, Velázquez, García, González y Piedra (1980) con las variedades Trovar, Harosoy, Harosoy 63, HTM y HW así como con sus selecciones, el máximo rendimiento en grano al 10% de humedad correspondió al cv. HTM y el último lugar lo ocupó Harosoy (tabla 2).

Como se indicó al inicio de este trabajo, la soya tiene la posibilidad de ser utilizada directamente en pastoreo o suministrada en forma de forraje fresco. En este sentido, los rendimientos de FV fluctúan entre 10 y 35 t/ha.

En la India, Singh y Prasad (1978) obtuvieron entre 10,5 y 14,7 t de FV/ha cuando evaluaron 7 cvs. donde se destacaron el EC 63298 seguido de Bragg con 13,7 y el EC 39828 con 13,3 t/ha respectivamente, y en la URSS se alcanzaron rendimientos de 23 t con un contenido del 18% de PB con el cv. Ronyaya-10 cosechando entre los 120 y 130 días. En un análisis efectuado a 1 000 cultivares procedentes de USA, Canadá, Europa y Asia se lograron rendimientos de MS entre 16,5 y 25 t con una media de 21,6 y un contenido de PB que fluctuaba entre 31 y 46%.

Las investigaciones realizadas por el INIFAT en Cuba con vistas a evaluar variedades con posibilidades forrajeras han señalado que la Pelican 502, Vavilov GM-10, Biloxi e INIFAT V-9 alcanzan altos rendimientos. Esta última variedad produjo 39 t de FV/ha, y recientemente en Indio Hatuey Machado, R. y Mendoza, F. (inédito), al evaluar las variedades INIFAT-70 y V-9 sometidas a cuatro distancias de siembra (30, 60, 90 cm y a voleo) y cuatro densidades (20, 30, 40 y 50 plantas por m2), hallaron rendimientos de 2 y 2,8 t de MS/ha respectivamente.

 

Plagas y enfermedades

Es generalmente aceptado que entre los cultivos explotados por el hombre, las especies y variedades de la familia Leguminoseae son unas de las más atacadas y afectadas por la incidencia de plagas y enfermedades. Baste decir que solamente para el grupo de las leguminosas de grano. Mateo Box (1969) hace referencia al ataque de estas por más de 50 plagas y más de 50 enfermedades. En el caso particular de la soya y refiriéndonos específicamente a Cuba, Díaz Carrasco et al. (1978) y García y Díaz Carrasco (1978) indican las siguientes plagas y enfermedades (tabla 3).

En el caso particular de los virus es importante destacar que la soya es una planta hospedante de más de 50 virus; entre los principales se encuentra el productor del mosaico del caupí (Sinclair, 1977). De acuerdo con este autor, dicho virus es trasmitido por insectos del orden Crisomelidae, del cual Andrector (Cerotoma) ruficornis Oliv. y Diabrotica balteata Lee. son los principales vectores. En Cuba, Fernández y Lastres (1984) desarrollaron un trabajo donde se aisló este virus de la variedad G7-R315 y comprobaron que al inocularlo en las variedades Han Tan Man, INIFAT V-7, INIFAT V-9 (= Habana V-9), INIFAT 112, INIFAT-382, Portage, Trovar y Vavilov 63-17, todas resultaron sistémicas.

Las plantas enfermas resultaron más pequeñas debido al acortamiento de los entrenudos; mientras que las hojas presentaban un mosaico verde oscuro con pequeñas áreas claras, eran arrugadas y podía apreciarse abultamientos en las mismas y los bordes encorvados hacia abajo. Además comprobaron la efectividad de las especies de crisomélidos A. ruficornis y D. balteata como vectores del virus.

Otra enfermedad fungosa que puede presentarse en la soya es el mildiu polvoriento, causado por Oidium sp. el cual fue detectado por primera vez en la zona de Güira de Melena, provincia de La Habana, por García, Díaz Carrasco, González y Vidal (1980). Más tarde. García, Díaz Carrasco y González (1984), al observar la incidencia de esta enfermedad en primavera, verano e invierno en las variedades Vavilov 63-17, INIFAT-112 y G7-R315, comprobaron que el mildiu polvoriento se presentó con mayor intensidad en invierno, pero los síntomas aparecieron en plantas adultas en el período posterior a la floración y sólo alcanzó su máxima intensidad cuando las semillas comenzaron a secarse, donde se determinaron las dos fases reproductivas del hongo: Oidium sp. y Microsphaera diffusa. Es importante destacar que González y Soto (1984) determinaron una serie de plantas hospederas de los hongos causantes de los mildius polvorientos en Cuba, entre los que se encuentran Pseudolephantopus spicatus, Euphorbia heterophylla, Bidens pilosa, Macroptilium lathyroides, Chamaesyce hirta, Vigna luteola, Rhynchosia minina, Phyla uniflora, Alysicarpus vaginalis y otras, donde las cuatro primeras pueden presentar un grado de infección de mediano a alto.

Aunque el tizón del tallo o pudrición carbonosa causada por Macrophomina phaseolina fue clasificada como una de las enfermedades menores de la soya, en los últimos años se han observado aumentos considerables en los índices de infección, según Sinclair y Gray (citados por García, Barnet y González, 1983). En un trabajo desarrollado en Cuba por estos últimos autores, donde utilizaron: semillas inoculadas, plantas sembradas sobre inóculo puro y plantas sembradas en una mezcla al 50% de inóculo y tierra estéril de las variedades INIFAT-112, Vavilov 63-17, INIFAT V-7 y G7-R315, concluyeron que el hongo no mostró diferencias significativas en el crecimiento micelial en los medios de cultivo empleados, que la gama de temperaturas comprendidas entre 25 y 35°C resultó la más favorable para su desarrollo y que aunque los índices de infección fueron altos en general, resultaron más bajos en las variedades INIFAT-112 y Vavilov 63-17, comparadas con las restantes.

Otro de los enemigos naturales de la soya son los nemátodos, al ser responsables de la disminución de los rendimientos en muchos países donde se cultiva esta planta. Al realizar estudios sobre el comportamiento de 15 líneas de cultivares de soya frente a los nemátodos parásitos del arroz y el tabaco, entre los que se encontraban el INIFAT-112, V-7, V-9 y G7-R315, Fernández y Ortega (1983) encontraron que todas fueron susceptibles al ataque de las especies Meleidogyne incognita y M. arenaria. No obstante, en las condiciones de suelos Ferralítico Amarillo Cuarcítico lixiviado, el menor índice de infestación se presentó en la variedad Vavilov 63-17; mientras que fue severo en la G7-R315 e INIFAT-112. Por otra parte, las poblaciones de los nemátodos parásitos del arroz Tylenchorchynchus martini, Macroposthonia rustica, Trichodorus christiei y Pratylenchus zeae, aumentaron en presencia de todas las líneas y cultivares probados, pero las variedades V-7 y Tropicana 33 mostraron un mejor comportamiento.

También, aunque con índices bajos de infección, García, González y Pérez (1985) observaron hongos del suelo en plántulas de soya en zonas tabacaleras de Pinar del Río (suelo Ferralítico Amarillo Cuarcítico lixiviado), entre los que se encontraban Sclerotium rolfii; Fusarium spp; Rhizoctonia solani y Macrophomina phaseolina, que incidieron en las variedades INIFAT-23; G7-R315, Vavilov 63-17; INIFAT 382 e INIFAT-112, ninguna de las cuales fue resistente de acuerdo con las pruebas de laboratorio.

Sin embargo, en un trabajo llevado a cabo por García, Díaz Carrasco y González (1980) para estudiar el desarrollo de las enfermedades de la soya en siembra de invierno, donde se utilizó la variedad Improved Pelican, se puso de manifiesto que uno de los agentes causales (Xanthomonas phaseoli var. Sojense) que provocó mayores daños en las hojas, no causó daños de consideración en esta época, pues se presentó pocos días antes de la floración y se localizó en las hojas inferiores (hojas más viejas) y sólo fue máximo (50% del área foliar) cuando en las vainas se comenzaron a formar los granos. Además, los síntomas virosos y los del hongo Alternaria sp. en las hojas no fueron de importancia; los primeros alcanzaron el 1% y los del hongo sólo se observaron en las hojas inferiores que estaban terminando su ciclo. Las vainas dañadas por bacterias se vieron, por primera vez, cuando ellas comenzaron su etapa de maduración y el grano comenzó a secar, y el índice de infección llego hasta un 10 y 12%. Tampoco los daños causados por los hongos del tallo fueron de consideración, y se concluyó que las siembras de invierno fueron favorables para este cultivo, donde se presentaron bajos índices de infección.

Por otra parte, Machado, R. (inédito) al sembrar la variedad INIFAT-70 en el mes de diciembre sobre un suelo Ferralítico Rojo y cosecharla con vistas a determinar el volumen de forraje producido a los 90 días de edad (fenofase de semilla en estado lechoso), comprobó que no se detectaron efectos motivados por plagas y enfermedades, lo cual se relacionó con las bajas temperaturas y humedad relativa detectadas en ese período. Sin embargo, en la variedad V-9, sembrada en abril y cortada a los 105 días, se observó un ataque moderado de D. balteata y manchas foliares producidas por hongos.

Los resultados de estos últimos trabajos pueden considerarse relativamente satisfactorios, sobre todo si se toma en consideración que el objetivo fundamental que se persigue con esta leguminosa para la producción de forraje es el de ser utilizada, fundamentalmente, durante la época de seca (invierno), donde el déficit forrajero, como es conocido, es notablemente elevado. No obstante, debe tomarse en consideración los posibles efectos perjudiciales que, pueden acarrear el ataque de plagas y enfermedades, sobre todo estas últimas, cuando el cultivo comienza a propagarse en áreas mayores por varios años consecutivos o se presenten condiciones atípicas que favorezcan su aparición. Un ejemplo alusivo en correspondencia con lo anteriormente planteado se verificó en tres zonas de Nicaragua, donde Perera (1985) detectó la presencia de 15 patologías fungosas en siembras de invierno establecidas en áreas de producción, entre las que se encontraban con una mayor distribución, y frecuencia en las distintas etapas del cultivo, las causadas por Collectotrichum sp., Rhyzoctonia sp., Sclerotium sp., Macrophomina sp., Cercospora sp. y Fusarium sp., así como dos tipos de bacterias fitopatógenas.

 

Valor nutritivo

Con el transcurso del tiempo el cultivo de la soya ha alcanzado una mayor importancia debido fundamentalmente a la necesidad de obtener materia prima para la fabricación de alimentos concentrados con un alto contenido de proteína y de máxima calidad en el resto de los nutrimentos (Ortega y Tesara, 1975), todo lo cual se logra con el grano de este cultivo.

Esta especie nuestra aún más significación cuando, además de sus granos, podemos utilizar su follaje ya sea deshidratado o fresco. Se han hallado resultados muy ventajosos y prueba fehaciente es lo informado por Mateo Box (1969) cuando se henificó el follaje de soya, el cual alcanzó valores de 14,8% de PB; 11,1% de PB digestible; 3,3% de grasa y 37,0% de ELN. Por otra parte, Montiel y Berra (citados por Díaz Carrasco, 1979), al comparar pellets de forraje de soya deshidratada con los de bermuda cruzada, observaron que los contenidos de PB fueron superiores en la soya (16,9%) que en la bermuda (8,2%) presentando además bajos porcentajes de fibra bruta.

A partir de 1983 la EEPF Indio Hatuey se dio a la tarea de estudiar varios cultivares de soya para la producción de forraje verde; se encontraron valores de PB entre 15,3 y 16,2% para la siembra de diciembre y entre 11,5 y 13,0% para la de abril, y contenidos de FB que fluctuaron entre 26,7 a 24,9 y 28,7 a 28,8% respectivamente en dos cultivares de soya (Machado, R., datos no publicados).

Con vistas a profundizar en la composición química y el valor nutritivo de 4 cultivares de soya (V-9, V-7, INIFAT 70 y 112) utilizados para la producción de forraje, en el período 1983-1986 se efectuaron 25 experimentos (15 en lluvia y 10 en seca). En los mismos el forraje fue cosechado a edades entre 70 y 98 días y cortado de 10 a 15 cm de altura; después de troceado fue suministrado a grupos de 6 carneros adultos con los cuales se determinó el valor nutritivo del forraje.

Como se observa en la tabla 4 en la época de seca los cultivares presentaron mayor contenido de MS y se destacó el cv. INIFAT-70 en ambas épocas. En cuanto al porcentaje de PB se observó que en la época de lluvia no hubo diferencia entre los cultivares, no así en la época de seca, donde el cv. INIFAT-70 superó significativamente (P<0,001) al resto. Otro aspecto importante en este estudio fue los altos porcentajes de DMS alcanzados con la INIFAT-70 y la 112 en ambas épocas, sobre todo en lluvia, período en el cual superaron el 68%; un patrón similar se observó en la DMO con valores superiores a 71% en lluvia y 69% en seca en los cvs. INIFAT-70 y 112.

Los valores de proteína bruta digestible alcanzados fueron altos para todos los cultivares en lluvia, no así en seca, donde existió diferencia (P<0,001) a favor de la INIFAT-70 y 112. Estos resultados de PBD son alentadores, por cuanto superan a los informados por Legel (1981) en la mayoría de las gramíneas utilizadas para la producción de forraje e incluso a muchas leguminosas.

Con relación al CMS en los experimentos realizados en lluvia, se observó que no existió diferencia entre los cultivares y los valores obtenidos fueron similares a los informados por Xandé, García-Trujillo y Cáceres (1984) en varias especies y variedades. En el período poco lluvioso este indicador incrementó sus valores y se logró CMS entre 66 y 95 g/kg P0,75; las más destacadas fueron la INIFAT-70 y la 112.

El contenido energético del forraje de las variedades de soya expresado en energía metabolizable (EM) tuvo su mayor exponente en la INIFAT-70 y la 112 en ambas épocas, aunque en sentido general los contenidos resultaron altos para todos los cultivares, con valores entre 2,2 y 2,7 Mcal/kg de MS.

De forma general todos los cultivares estudiados presentaron muy buen valor nutritivo, superior al de muchas especies de gramíneas y leguminosas, lo cual se reafirmó cuando se analizó los rendimientos de nutrimentos (Santana, H., datos no publicados), los cuales aportaron entre 0,87 y 2,07 t de materia seca digestible utilizable por hectárea y entre 205 y 324 kg de PB/ha por corte.

 

CONCLUSIONES

La soya (Glycine max), planta originaria de China, es una leguminosa de ciclo corto que agrupa un número considerablemente grande de estirpes y variedades, cuyo crecimiento estacional está definido para las diferentes áreas climáticas. Su importancia radica en la posibilidad de producir altos volúmenes de alimentos proteicos y aceites para el uso humano y animal. Para su cultivo precisa de veranos cálidos. Algunas variedades se han utilizado a escala experimental para la producción de forraje, entre las que se encuentran la INIFAT V-9, INIFAT-70, Vavilov GM-10 y otras.

La soya es menos exigente a suelos que otras plantas, se adapta desde los tipos arenosos hasta los francos arcillosos, incluso a los orgánicos con pH de 6 a 7. No obstante, prefiere suelos de consistencia media, fértiles, profundos y con pH entre 5,7 y 6,2. Para un buen establecimiento se recomienda una preparación convencional, con un alto grado de mullición y nivelación, con el fin de favorecer el contacto de la semilla con el suelo y las labores de riego. La época de siembra debe estar en concordancia con la variedad, el clima y las características propias del lugar. La combinación de la distancia y densidad de siembra puede incidir en la obtención de altos o bajos rendimientos de grano y/o forraje e incluso variaciones en la composición química de la planta. La competencia por malas hierbas en esta leguminosa puede llegar a su período crítico entre los 20 y 50 días después de sembrada. En Cuba la aplicación de 1 ó 2 litros de Treflan por hectárea proporciona un buen control de estas últimas.

El rango mundial de producción de grano en esta leguminosa fluctúa entre 1 y 3 t/ha; mientras que las variaciones en la producción de forraje se encontraron enmarcadas entre 2 t de MS/ha y una media de 21,6 t de MS/ha, lo cual depende de la variedad, las condiciones edafoclimáticas y del uso de inoculación. En Cuba se han alcanzado producciones con la variedad INIFAT V-9 de 4,8 t de MS/ha, e incluso hasta 9 t de MS/ha con la GM-10 inoculada.

La soya puede fijar entre 124 y 160 kg de N/ha/año en condiciones normales cuando se inocula con cepas de Rhizobium japonicum, lo cual depende de la variedad y de la efectividad de la cepa utilizada. Este procedimiento coadyuva además, a elevar el rendimiento de grano y forraje, así como a aumentar el contenido de N en la planta y de aceite en los granos. En general se recomienda inocular en siembras nuevas, no así en campos ya utilizados para este cultivo, debido a la competencia que se establece entre las cepas salvajes y la inoculada, lo que influye negativamente en los rendimientos esperados. Entre los factores ambientales que afectan al Rhizobium se encuentra el pH del suelo, recomendándose aplicaciones de cal para su corrección (4 t/ha). También la deficiencia de Zn puede causar alteraciones en la producción de granos y en la nodulación. El suministro de N inorgánico en pequeñas cantidades estimula la fijación de N2, pero en grandes concentraciones inhibe el proceso de nodulación. Otros factores influyentes en este proceso son la adición de MO y de algunos elementos como Mo, Fe, B, etc.

Esta, como otras leguminosas de grano o forrajera, es marcadamente afectada por la incidencia de plagas y enfermedades. Entre las enfermedades de origen viral se encuentran las producidas por el mosaico del cowpea, trasmitida por insectos del orden Crisomelidae, la cual causa reducción en el tamaño de las plantas y la presencia de un mosaico verde oscuro con pequeñas áreas claras en las hojas. Otras enfermedades de origen fungoso son las causadas por el Mildiu polvoriento, el cual aparece en invierno y causa estragos en poblaciones adultas, es decir, posterior a la floración; mientras que el Tizón del tallo o pudrición carbonosa producida por Macrophomina phaseolina fue clasificada como una de las enfermedades menores de esta leguminosa; no así la producida por Xanthomona phaseoli var. Sojense que produce grandes daños en las vainas. También los nemátodos se han convertido en uno de los enemigos naturales de esta planta, causando disminución en los rendimientos de forraje y grano en innumerables países. Entre las plagas detectadas en soya se encuentran: Prodenia spp, Andrector ruficornis, Diabrotica balteata, Anticarsia gammatilis, Empoasca fabae y otras.

El cultivo de la soya ha alcanzado mayor importancia producto de la necesidad de obtener materia prima para la fabricación de concentrados de alto contenido proteico. El heno de esta planta alcanza valores de 14,8; 11,1; 3,3 y 37,0% de PB, PBD, grasa y ELN respectivamente; mientras que los pellets fabricados con forraje deshidratado poseen 16,9 % de PB superiores a los de bermuda cruzada (8,2%) y además porcentajes de fibra señaladamente menores. El forraje verde presenta contenidos de PB de 15,3 a 16,2% en siembras de invierno y entre 11,5 y 13,0% para siembras de verano, así como contenidos de FB que fluctúan entre 26,7 a 24,9 y 28,7 a 28,8 para estas épocas respectivamente. Las pruebas realizadas en Cuba en cuanto al consumo que de esta planta hacen los animales, mostraron valores entre 66,0 y 95,0 g/kg P0,75, resultando las más destacadas en este sentido las variedades INIFAT-70 y 112. El contenido energético del forraje de soya expresado en EM tuvo sus mayores exponentes en las dos variedades anteriores en ambas épocas del año, con valores entre 2,17 y 2,68 Mcal/kg MS. En cuando al rendimiento de PB se hallaron valores de 205 y 324 kg/ha, al trabajar con 4 variedades de esta leguminosa.

 

CONCLUSIONS

Soybean (Glycine max) originated in China is a shortterm legume which groups a great deal of races and varieties, which seasonal growing pattern is defined for the different climatic areas. The importance of soybean is based upon the possibility to produce high quantities of proteic food and oil for human and animal utilization. Warm summers are required for its cultivation. Some varieties of G. max has been utilized for forage production in research programs such as INIFAT V-9, INIFAT-70, Vavilov GM-10 and others.

G. max is less exigent to soil conditions than other plants as it is well adapted to soils among sandy or clay texture, even organic soils with pH from 6 to 7 are adequated for this plant. Nevertheless moderate, fertile and deep soils with pH among 5,7 and 6,2 are prefered. For a good establishment, a conventional preparation with a great extent of soil loosening and leveling is recommended in order to enhence seed soil contact and irrigation supply. Sowing time should be in accordance with the variety, climatic condition and self condition of the site. The combination or sowing distance and density may influence of high or low yield of grain and/or forage and even on the chemical composition. Weed competition in this legume may reach its critical peak from 20 to 50 days after sown. The application of 1 or 2 1 of Treflan/ha has given a good control of weeds in Cuba. World grain productions in this legume range from 1 to 3 t/ha and variations in forage production ranged among 2 t of DM/ha and a mean of 21,6 t of DM/ha which depends on variety, edaphoclimatic conditions and inoculation use. With INIFAT V-9 variety, 4,8 t of DM/ ha have been obtained in Cuba and even 9 t of DM/ha have been reported with GM-10 variety inoculated.

Soybean may fix from 124 to 160 kg N/ha/year under normal conditions when inoculation with Rhizobium japonicum strains occurs and it depends on the variety and effectiveness of the strain used. This process contributes to raise grain yield and forage as well as the increment of N content in the plant and oil content in the grains. Inoculation is, in general, recommended for new sowings but due to the competition among wild and inoculated strains which influence negatively on the expected yields, it is not recommended for fields with previous use of this crop. Soil pH is among the environmental factors affecting the Rhizobium sumbiosis, therefore; lime application (4 t/ha) for soil correction are suggested. The lack of Zn may also be the reason for disturbance in grains production and nodulation. N inorganic supplied in few quantities stimulates N2 fixation but nodulation process is inhibited when great amounts are provided. Addition of MO and some elements such as Mo, Fe, B, etc. may influence positively upon this process.

This plant, like other grain or forage legume, is extremely affected by pests and diseases. Among the diseases with viral origin we can find those produced by cowpea mosaic transmitted by insects from Crisomelidae family, which cause plant shorten and the presence of a dark green mosaic with clear spot in the leaves. Other diseases with fungous origin are those produced by Mildew, which appear in winter and attack old populations after flowering. On the other hand, stem smut or smudge rot caused by Macrophomina phaseolina was classified as the less affective disease for this legume but that produced by Xanthomona phaseoli var. Sojense which causes grate losses on the sheaths has to be considered. Nematodes have also become a natural rival for this plant. Diminutions in forage and grain yields in many countries have been reported. Among the outstanding soybean pests we find Prodenia spp, Andrector ruficornis, Diabrotica balteata, Anticarsia gammatilis, Empoasca fabae, etc.

Soybean has become an important crop due to the necessity of raw material for high proteic content concentrates. Soybean hay reaches values of 14,8; 11,1; 3,3 and 37,0% of CP, DCP, fat and FNE (free nitrogen element) respectively and pellets made from deshidrated forage possess 16,9% of CP higher than those from Coastcross bermuda grass (8,2%) besides its averages in fiber percentage are notably lower. CP contents from 15,3 to 16,2% are found in green forage in summer may be obtained. CF contents range from 26,7 to 24,9 and from 28,7 to 28,8 for these two seasons respectively. Animal intake tests made in Cuba on soybean gave values among 66,0 and 95,0 g/kg P0,75 where INIFAT-70 and 112 resulted the most outstanding varieties in this sense. Energy content from soybean forage expressed in ME had the highest values in the two both varieties above mentioned during the two seasons, where measurements among 2,17 and 2,68 Mcal/kg of DM were recorded. Working with 4 varieties to this legume, CP yielded values of 205 and 324 kg/ha.

 

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