ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN

 

 

 

ALFALFA (Medicago sativa L.)

 

 

 

J. Menéndez, L.A. Corbea y C.A. Hernández
Estación Experimental de Pastos y Forrajes "Indio Hatuey" Perico, Matanzas, Cuba

 

 

 


 

 

INTRODUCCIÓN

El género Medicago pertenece a la tribu Trifolioleae-Loteae, subfamilia Vicioideae; agrupa unas 20 especies, todas hierbas o matas, cuya distribución comienza en la región mediterránea y llega, en dirección al Oriente, hasta Turkestán, India septentrional y China occidental. Se adapta a períodos de seca y a todos los suelos que no sean deficientes en Ca o demasiado húmedos. Se han estudiado unas 25 especies como cultivos agrícolas, resultando sin dudas, la alfalfa común o mielga (M. sativa y M. varia) la más importante de las especies cultivadas que se conoce desde antes de nuestra era. Son trifoliadas, con los foliolos laterales cortamente pedicelados y el terminal pedicelado. El tallo es pubescente o lampiño y presenta inflorescencias terminales y axilares en racimos que contienen flores pequeñas de colores variados y legumbres en espiral con semillas lustrosas de superficie lisa. Se considera la reina de las forrajeras en los países donde se explota. En Cuba da rendimientos de 12-15 t MS/ha/año, en la región occidental donde es muy afectada por las plagas, enfermedades y las malezas, así como por las condiciones climáticas, por lo que es poco persistente, mientras que en Guantánamo, donde los rendimientos son superiores (>20 t MS/ha/año), tiene buen comportamiento y persiste por más de 5 años. Posee un alto valor biológico con más de un 70% de digestibilidad, de 17-21% de PB y se considera ideal para la producción de leche. Se recomiendan frecuencias de defoliación de alrededor de 4 semanas durante todo el año y es buena productora de semilla cuando se garantiza la presencia de insectos polinizadores.

Ubicación taxonómica

Medicago pertenece a la tribu Trifolioleae-Loteae, sub-familia Vicioideae (Yepes, 1971; Menéndez, 1983), familia Leguminosae (León y Alain, 1953; Whyte, Nilsson-Leissner y Trumble, 1955; Yepes, 1971; Kretschmer, 1974), Es un género que se confunde con Trifolium y Melilotus, pero que es fácilmente diferenciable por la inflorescencia, la implantación de los foliolos y la forma de las legumbres.
Sin embargo, por ser uno de los cultivos más antiguos y estar ampliamente difundida en todo el mundo, sus especies se han cruzado entre sí y han dado lugar a formas intermedias y muy variables con la participación de los fitomejoradores y la selección natural, fenómeno que hace difícil la ubicación de los varios centenares de cultivares en determinada especie.

 

Características botánicas

De las 50 especies del género Medicago, la más cultivada en el trópico y subtrópico es M. sativa, caracterizada por ser una planta perenne, herbácea, de crecimiento más bien decumbente que alcanza de 30 a 90 cm de altura para formar un césped tupido (Menéndez, 1983); posee una vigorosa y larga raíz principal que le permite soportar períodos de sequía no muy prolongados. Presenta numerosos tallos que brotan a nivel del cuello de la raíz, menos desarrollados en el primer año que a partir del segundo, momento en que puede ser empleada para pastoreo y es más resistente al corte (Gill y Vear, 1965). Los tallos y hojas son jugosos y muy apetecidos por el ganado. Tiene hojas trifoliadas con el foliolo terminal de pedúnculo más largo que los laterales, de forma espatulada o más o menos ovalada, con el ápice ligeramente crenado, presenta estípula también crenada y lanceolada, aguda, muy desarrollada. Las flores se agrupan en racimos terminales y axilares en los últimos nudos, de coloración violácea con el estandarte aboleado, más largo que las alas y la quilla; esta última encierra las órganos reproductores que para la reproducción presentan un mecanismo de exogamia, ya que el estigma no es receptivo hasta que se rompe la membrana que lo cubre, acto que se realiza mediante un resorte. Los estambres y el estigma crecen dentro de la quilla y quedan sujetos a ella con bastante tensión y cuando esta tensión se libera por presión mecánica, causada en la naturaleza por las abejas, el estigma golpea el estandarte, se rompe la membrana y sale el polen. Parte de este polen se adhiere al cuerpo velloso de la abeja y sirve para polinizar la siguiente flor que visita (Allard, 1967).
A este tipo de mecanismo algunos autores llaman tripping, que se puede provocar con un objeto puntiagudo colocado en la parte media de la quilla.
La alfalfa, además de este complicado mecanismo de polinización, tiene una especie de sistema de incompatibilidad al que Brink y Cooper (1939) llaman esterilidad somatoplástica, en la que los embriones producto de la auto fecundación, sobreviven con menos frecuencia que los producidos por fecundación cruzada.
Las semillas son pequeñas, ovaladas o arriñonadas, lustrosas y de superficie lisa, contenidas en una legumbre bivalva en forma de espiral que es indihiscente, Florece todo el año y puede producir hasta 300 kg de semilla/ha en Guantánamo sin emplear colmenas (Menéndez, inédito).

 

Origen, distribución y adaptación

La alfalfa fue la primera planta herbácea que se cultivó, ya que se empleaba en Persia desde el año 700 a.n.e. (Whyte et al., 1955) y de ahí se introdujo a Grecia en el siglo V a.n.e. (Whyte et al., 1955; Gill y Vear, 1965), después fue extendiéndose paulatinamente por toda Europa pasando a Italia en el siglo I; a España, por los moros en el siglo VIII y desde aquí a América del Sur y a California, con el nombre arábigo de alfalfa. Pasa a Francia y Alemania en el siglo XVI y a Norte América y Nueva Zelandia más o menos en esa época.
En los últimos 200 años la alfalfa ha llegado a casi todos los países y se cultiva desde el noroeste de Europa, Canadá y Alaska, hasta las regiones desérticas contiguas a los trópicos, en el hemisferio norte; y desde las tierras altas del trópico, hacia el sur en el hemisferio meridional.
Sobre el origen se plantea que es autóctona de la zona del Mar Caspio y el Turkistán, teniendo M. sativa su centro de origen en el Asia Central y M. falcata en la región de Siberia (URSS) y la región curásica de clima similar.
La alfalfa es muy resistente a la sequía por su profundo sistema radicular que es capaz de extraer el agua a profundidades que otras plantas no alcanzan. Se adapta a los suelos fértiles, profundos, con buen drenaje y contenido de calcio y que presentan un pH de ligeramente ácido a alcalino.
Las condiciones climáticas que se recomiendan para este cultivo (Whyte et al., 1955) son: humedad relativa baja, períodos de sequía no muy prolongados, volúmenes de precipitación moderados y bien distribuidos acompañados de temperaturas cálidas. En Cuba, bajo las condiciones edafoclimáticas que mejor se han desarrollado es en las del sur y centro de Guantánamo que coinciden bastante con las que se recomiendan para esta especie (Menéndez et al., 1980).

 

Variedades

La mayoría de los países que cultivan alfalfa cuentan con ecotipos o variedades propias, que se conocen por el nombre del país, la región o institución y también por el nombre de alguna personalidad.
Existen varios centenares de variedades de esta especie, de las que se conocen en Cuba alrededor de un centenar y se destacan entre otras los cvs, Perú, México, Oaxaca, Tanverde, Africana, Navarra, Aragón, Galilie, Provence y Gilboa, por ser los más usados en los trabajos experimentales. Todos estos cultivares se han adaptado a nuestras condiciones climáticas y por sus características pertenecen a M. sativa. Hay otro grupo menos numeroso que procede de Europa y Asia cuyo comportamiento ha sido menos destacado por comportarse como anual; además, sus características no corresponden a M. sativa por ser rastreras y tener flores amarillas; entre estos se cuentan Wukumg, Rizoma, Híbrido amarillo, Híbrido azul y otros que incluso en Guantánamo han dado muy bajos rendimientos (Menéndez et al., 1980).

 

Establecimiento

El establecimiento resulta la fase más difícil en el fomento de pastizales debido a la necesidad de combinar la influencia de una serie de factores climáticos y agronómicos, con los propios de la especie o variedad, que hagan posible el éxito esperado; este aspecto se complica aún más cuando el pasto a establecer es una leguminosa en una región de clima tropical, dado el lento crecimiento que manifiestan en los primeros estadios y la precocidad de la vegetación espontánea, formada fundamentalmente por gramíneas de estas zonas tropicales, lo cual se traduce en una desigual competencia que beneficia a la vegetación autóctona, Esta situación ha sido puesta de manifiesto en los trabajos de Serrano y Kikushima (1979) en México, los que han informado que la alfalfa puede disminuir hasta un 13% de sus rendimientos cuando no se eliminan las malas hierbas, En Cuba, Zambrana (1971) planteó la necesidad de comenzar el control de las malezas a las plantaciones de alfalfa desde épocas tempranas, dado el poco efecto ejercido por los herbicidas y otros métodos de control, cuando la plantación ya ha sido invadida, Los mejores resultados en este sentido han sido obtenidos con la limpieza manual (Zambrana y Corona, 1973); Garver (1946) recomendó comenzar las labores de limpieza 15-20 días después de la siembra, mientras que Gramshaw, Lloyd y Lowe (1981) han planteado que una forma efectiva para evitar la invasión de malezas es logrando plantaciones con densidades superiores a las 40 plantas/m2. Otra forma para disminuir las malezas en las plantaciones es logrando una óptima preparación del suelo que elimine la totalidad de la vegetación existente y la mayor cantidad posible de semillas de malas hierbas; en este sentido Carrillo y Machin (1975) recomiendan barbechar a 30 cm de profundidad y pasar grada de discos cuantas veces sea necesario hasta desmoronar bien el suelo, nivelar y después realizar la siembra.
Epoca de siembra. La alfalfa, aunque es un cultivo que no resiste las inundaciones y que tolera la sequía debido a su profundo sistema radicular, necesita cantidades considerables de agua para poder mantener su potencial productivo llegando a consumir según Anon (1970) hasta 800 L de agua para producir 1 kg de materia seca. Esta característica crea la necesidad de elegir épocas de siembra en que se combinen el aprovechamiento de la mayor cantidad posible de agua sin peligro de inundaciones, siendo la mejor época de siembra el final del período lluvioso (Mejía, 1972 y Mullen, Vorst, Laborde y Rhykerd, 1977), mientras que Garver (1946) consideró como la mejor época de siembra para las condiciones de Dakota del Sur en E.U. desde los últimos días de julio hasta los primeros de agosto. No obstante, cuando se cuenta con riego, pueden obtenerse buenos resultados sembrando en momentos más adelantados del período seco, de acuerdo a lo recomendado por Zambrana (1972) y Zambrana y Corona (1973).
Distancia y densidad de siembra. La distancia y densidad de siembra es un factor particularmente importante si consideramos que no sólo puede influir en el desarrollo normal de la plantación, sino que además puede representar un gasto adicional de semilla sin aumentar los beneficios; este aspecto cobra un mayor interés si se trata de especies como la alfalfa que no posee la cualidad de producir un crecimiento compensatorio para poblar los espacios vacíos entre plantas, sino que corresponde al agricultor buscar densidades de plantas/m2 que hagan posible minimizar la competencia intraespecífica, procurando no dejar espacios libres que proporcionen la emergencia de la vegetación espontánea; esta densidad puede variar, según Arthur Yates (1975), de acuerdo al régimen de precipitaciones, desde 1,1 hasta 5,6 kg de semilla/ha; mientras que si se cuenta con riego puede ser de 11,2-18,8 kg/ha, para la producción de forraje, para regiones con precipitación entre 25-3O pulgadas anualmente. Humphreys (1974) recomienda una densidad de 2 lb/acre. En Cuba Zambrana (1970) recomienda la distancia de 45 cm entre hileras, aunque con semillas producidas en Cuba, Zambrana y Oduardo (1972) obtuvieron rendimientos de 15,9 t/ha con densidad de 30 kg de semilla/ha a distancia de 15 cm entre hileras.
Profundidad de siembra. La propiedad de casi todos los pastos y forrajes de poseer semillas muy pequeñas con escasas reservas nutritivas, hace necesario tener muy en cuenta la profundidad a que deben ser sembradas para obtener una emergencia satisfactoria. Una semilla de alfalfa pesa como promedio 0,002 g, de lo que se deduce que en siembras profundas sus reservas resultan insuficientes para que las plantas emerjan. sin dificultad; por otra parte, se conoce que las siembras muy superficiales corren el riesgo de perderse producto de la deshidratación de las semillas si no se proporcionan condiciones óptimas de humedad, Las siembras superficiales de leguminosas en Rhodesia, han dado resultados insatisfactorios (Grant, 1975); Cooldrake y Rusell (1969) no obtuvieron éxitos cuando sembraron alfalfa a voleo sobre las cenizas de un terreno recién quemado; Alcántara (1977) reportó 2,5 cm corno la mejor profundidad para la siembra de varias leguminosas; mientras que Podoba (1979) obtuvo una tasa de emergencia inversamente proporcional a la profundidad cuando sembró la alfalfa desde 1,21 hasta 2,71 cm y Garver (1946) recomendó sembrar la alfalfa a 0,5 pulgadas de profundidad en suelos medios a pesados. La aplicación de rodillo posterior a la siembra beneficia la germinación y la emergencia de las plántulas.

 

Tipo de suelo y fertilización

La alfalfa es una planta que se adapta bien a varios tipos de suelo siempre que sean bien drenados y con pH aproximadamente neutro (7,0); no obstante, se han obtenido buenos resultados cuando se ha sembrado en suelos ligeramente ácidos con aplicaciones de cal. Zambrana y Oduardo (1972) obtuvieron rendimientos de hasta 15,9 t/ha en suelos con pH de 6,2 aplicando de 1-4 t de cal/ha. Kvenvold (1974) logró elevar el rendimiento en un 42% con la aplicación de cal en un suelo con pH 5,5 y Freitas y Pratt (1969) reportaron rendimientos máximos con aplicación de cal en suelos de pH 6,4.
La propiedad de la alfalfa de producir nódulos que fijan el N atmosférico cuando es inoculada o se siembra en suelos donde está presente el Rhizobium melilotii hace innecesaria la aplicación de N, según han concluido Halva y Lesak (1977) al no obtener incrementos en producción de MS y PB cuando aplicaron dosis de 80; 140; 200; 260 y 320 kg de N/ha. Sin embargo, Carrillo y Machin (1975) sugieren la aplicación de 30 kg de N/ha antes de la siembra para proveer a la planta de este elemento en los primeros estadios de su vida, cuando aún no ha comenzado la actividad nodular.
Otros elementos fertilizantes como el fósforo, cuando han sido combinados, han producido considerables incrementos en el rendimiento; según los informes de Marquineanu y Gheorghiu (1969) la alfalfa incrementó su producción de MS en relación directa con las aplicaciones de P y N cuando éstas variaron de 64 y 32 a 128 y 64 kg/ha respectivamente y Clarkson y Andrew (1979) quintuplicaron el rendimiento en zonas del Sureste de Queensland cuando aplicaron el P unido a los carbonatos en suelos con pH ligeramente ácidos.
Además, la fertilización puede inducir cambios en el valor alimenticio de las plantas en dependencia de factores genéticos, ambientales y de manejo, entre otros. En Cuba, en suelo rojo, López, Paretas y Pérez (1974) no encontraron cambios significativos en el contenido de PB, FB, P y Ca al aplicar distintos niveles de NPK a la alfalfa. Sin embargo, Shischenko y Lyanos (1974) en condiciones similares encontraron que el contenido de clorofila y carotenoides se incrementó con la aplicación de fertilizante fosfórico, mientras que en suelo pardo tropical el número de pigmentos verdes en las hojas tuvo una variación despreciable.
Jones y Quagliato (1970) en Brasil, obtuvieron aumentos en la concentración de N en alfalfa según se incrementaron las aplicaciones de azufre.

 

Altura y frecuencia de defoliación

La alfalfa es una de las plantas forrajeras que tolera cortes a bajas alturas permitiendo un aprovechamiento máximo del área foliar de la planta, habiendo sido fijada por algunos investigadores entre 2 y 3 cm (Garver, 1946; Alonso, 1969; Zambrana, 1970). Sin embargo, Osman y Dick (1982) al estudiar distintas alturas de corte (0, 7 y 14 cm) en cultivo puro o asociaciones de alfalfa con buffel o rhodes, encontraron que las cosechas a 7 cm favorecieron la producción total de PB en todos los casos. La lucha constante por encontrar frecuencias de corte que conjuguen altos rendimientos de forraje con buena calidad y prolonguen la vida de los alfalfales, ha llevado a los investigadores a estudiar frecuencias que varían desde los ensayos con edades prefijadas hasta cosechas basadas en el estado fenológico de la planta o la altura de los rebrotes. Funes, Yepes y Hernández (1971) trabajando con varios cvs. y frecuencias de corte prefijadas concluyeron que los mejores resultados para alfalfa africana se obtuvieron cortando con frecuencia de 4 semanas, pero ninguno de los cvs. tuvo una duración superior a los 2 años. Lugenja, Rowland y Senga (1977) reportaron 5 semanas como la mejor frecuencia para las condiciones de Tanzania. En pastoreo, Batt (1978) encontró que pastando cada 6-8 semanas se obtenían los mejores resultados, en tanto que Paull y Lee (1978) reportaron que en pastoreo continuo la alfalfa desapareció antes de 12 meses. El corte basado en el estado fenológico de la planta parece más arraigado entre los productores de alfalfa coincidiendo la mayoría de los investigadores en haber obtenido los mejores resultados cortando en los primeros estadios de la floración. En Perú, Pezo, Maquiña, Cordero, Johnson y Lepelli (1974) han obtenido los mejores resultados cortando al inicio de la floración; González, Guillén y Tesoro (1970) en Venezuela produjeron hasta 23 t/ha/año cuando cortaron entre 10-15% de floración y en Cuba, Zambrana (1971) logró los mejores resultados en el rendimiento y calidad del forraje cuando cortó al 10% de floración.

 

Producción de semillas

En la producción de semilla de alfalfa, además de influir los factores agronómicos y el estado nutricional de la planta, tienen una marcada influencia los factores del clima; se ha observado una marcada diferencia en el rendimiento de semilla entre las regiones de clima tropical y las de clima templado corno lo demuestran los trabajos realizados en la URSS por Ovsyannikov (1975), Obduvakhimov (1976) y Simenov y Pikum (1976), los que lograron obtener producciones de más de 600 kg/ha/año con aplicaciones de P y K y los realizados en Cuba por Zambrana (1972) que no logró producir más de 6,8 kg de semilla/corte en la mejor época de siembra (diciembre), o 0,89 g/planta con la mejor distancia de siembra (60 cm entre hileras) observándose una gran variabilidad con relación a los componentes del rendimiento entre los diferentes cvs. sembrados con semillas traídas de Israel o México y con semillas multiplicadas en Cuba; mientras que en la región más oriental de Cuba donde existe un microclima al parecer más favorable al cultivo de la alfalfa, Menéndez (comunicación personal) logró producir hasta 300 kg de semilla/ha/año.

 

Valor nutritivo

Composición química. La alfalfa se encuentra entre las especies de mayor contenido proteico usadas en la alimentación animal. Así, Zambrana (1970) en Cuba, reportó valores entre 20,7-22,9% de PB para esta planta, los que coinciden con los de Funes, Yepes y Hernández (1971) quienes señalaron que la alfalfa estuvo entre las especies de mayor contenido de PB (>20%) la cual no varió mucho con la edad, al igual que la FB. Estos porcentajes de PB se encuentran enmarcados en los rangos de valores dados por Legel (1981) en sus tablas de Valores Alimenticios de Forrajes Tropicales (tabla 1).
Analizando estos valores de MS, PB, FB, GB y extracto libre de nitrógeno (ELN), en dependencia del estadio de desarrollo, podemos constatar el alto contenido proteico de esta especie, aún a edades avanzadas, unidas a niveles favorables de MS, FB y ELN.
El momento de cosecha tiene una marcada influencia en el contenido de nutrientes de los pastos y forrajes. En Cuba, Zambrana (1971) al comparar cuatro fases vegetativas, encontró que los índices de rendimiento y valor nutritivo favorecieron los cortes al 10% de floración, tanto en la época de seca como de lluvia. En Perú, Pezo y col. (1974) encontraron valores de 73,6 y 71,0% de TND y de 22,1 y 16,2% de PB para 35 y 55 días de edad respectivamente, en primavera; y de 71,5 y 65,2% del total de nutrientes digeribles (TND) y 19,8 y 17,4% de PB para 31 y 51 días de edad en verano, señalando como momento óptimo de cosecha el inicio de floración. Por su parte Lugenja, Rowland y Senga (1977) en Tanzania recomiendan sobre la base de la calidad del forraje cosechar la alfalfa cada 5 semanas.
Las condiciones de manejo afectan también la composición mineralógica de este cultivo, así, Kvenvold (1974) en Honduras informó que al elevar el pH del suelo de 5,5 a 6,4 mediante la aplicación de cal, la PB se incrementó de 18,4 a 23,7% y el empleo de la cal tuvo un efecto similar a la aplicación de 0-80-40 kg/ha de NPK. Además, la adición de P205 en ausencia de cal no produjo incrementos significativos en los rendimientos de MS y PB. En Queensland, Clarkson y Andrew (1979) determinaron que el contenido de fósforo en las plantas se incrementó linealmente con el aumento de las dosis de P2O5 aplicadas a suelos podzólicos. En Bahamas, Wilson y col. (1981) al estudiar la composición mineral de especies tropicales sembradas sobre suelos calcáreos con aplicaciones medias de NPK para las gramíneas y de PK para las leguminosas o sus asociaciones, observaron que la alfalfa manifestó un mayor contenido de N, K, Ca, Mg, S, Mn, Fe, Al y Z que la guinea; sin embargo, la relación Ca/P fue mucho más desfavorable para la leguminosa que en la gramínea irrigada y de secano (7,8 vs 3,2 y 2,1 respectivamente). Esto coincide con lo planteado por Matsushima (1972) quien destacó que a pesar de ser la alfalfa una buena fuente de minerales su contenido de P es relativamente bajo con relación al de Ca.
Se ha demostrado que el heno de alfalfa cortado entre un 10 y 15% de floración y desecado hasta el 12% de humedad contiene 19,63 ± 2,76% de PB y 50,64 ± 5,09% de TND en condiciones tropicales (González, Guillén y Tesoro, 1970).
Digestibilidad. En los trópicos la digestibilidad de la alfalfa se reduce, siendo los porcentajes de digestibilidad verdadera 65,3 y 76,8 y de digestibilidad aparente 56,4 y 63,9 en las alfalfas tropical y templada, respectivamente. Estas diferencias se explican fundamentalmente por el menor contenido celular de carbohidratos solubles (altamente digestibles) en la alfalfa de regiones tropicales (González, Parra y Combellas, 1972).

La conocida influencia que tiene la madurez de la planta sobre su valor nutritivo se evidencia al analizar los valores de digestibilidad tabulados por Legel (1981) quien reporta digestibilidades de la PB de 83, 77 y 74% al cortar el forraje a las 4, 8 y 12 semanas, respectivamente, en la India y de 89, 79 y 69% al cortar antes del abotonamiento, al principio de la floración y en floración plena respectivamente, en Israel. En nuestro país, la digestibilidad del cv. Oaxaca fue de 33,3; 59,9 y 65,3% al cosechar a los 86, 40 y 29 días respectivamente (Zambrana, 1973). Jarri y Avila (1982) en Ecuador han determinado para la alfalfa verde (85% de humedad) y en mediano estado de floración, porcentajes de digestibilidad de 64,6 para la PB; 41,7 para GB; 24,1 para FB y 67,1 para ELN, considerando la digestibilidad de primer orden para la PB, pero no así para la FB, debido a su alto contenido de hemicelulosa, celulosa y lignina.
González, Guillén y Tesoro (1970) han enmarcado los porcentajes de digestibilidad del heno de alfalfa tropical, cortado entre 10 y 15% de floración en: 55,90 ± 3,81 para MS; 68,97 ± 8,77 para PB y 34,33 ± 3,84 para FB. Manzano, Novaes y Manzano (1978) en Brasil, al en emplear dietas con el 60% de concentrado y el 40% de heno de alfalfa en equinos determinaron digestibilidades de 73,45% para la MS; 86,49% para PB; 56,18% para la FB; 53,20% para GB y 79,89% para ELN.
Consumo. La alfalfa es una especie muy apetecida por el ganado, como se ha confirmado en pastoreo, donde los animales consumieron el 88% de la leguminosa (Funes, Yepes y Hernández, 1971). Por este motivo Roberts (1978) considera esta especie como la más representativa del grupo de leguminosas muy palatables.
González, Guillén y Tesoro (1970) han determinado en Venezuela que el consumo de heno de alfalfa por kg de peso metabólico en carneros es de 75,57 ±13,66 g/día. Frish y Vercoe (1977) empleando terneros de 10 meses de edad de diferentes cruces de Bos tauros x B. indicus comprobaron que el consumo voluntario promedio de heno de alfalfa de alta calidad (aproximadamente 2,4% N) osciló entre 26,6 y 28,5 g/kg PV/día.
Debe tenerse cuidado al suministrar la alfalfa como única fuente de forraje, ya sea en pastoreo o como forraje verde, pues puede producir timpanismo (dilatación por formación y acumulación de gases) por lo que es recomendable combinarla con otras fuentes de fibra, preferiblemente forrajes de gramíneas (Romero, 1963; Ramos, 1972; Serrano, 1977; Gramshaw, Lloyd y Lowe, 1981).

 

Producción animal

En el trópico se han realizado menos investigaciones acerca del comportamiento animal utilizando la alfalfa como alimento básico o como suplemento proteico, que en las regiones subtropicales y templadas. Esto ha estado condicionado en parte, por la menor adaptación y persistencia de Medicago sativa en las condiciones tropicales, por lo que el grueso de las investigaciones han estado encaminadas en este sentido. No obstante, el reconocido valor nutritivo de esta especie hace que su empleo se extienda a todas aquellas regiones donde sea posible su cultivo.
Producción de leche. Van Kewren y Marten (1972) han señalado que en regiones templadas es posible obtener excelentes producciones de leche por vaca y por área con alfalfa asociada con gramíneas, alcanzándose producciones por hectárea tan altas como 7 135 kg de leche fresca corregida al 4% de grasa (LFC) en un período de 5,5 meses con suplemento y citan a Hill y Lundquinte (1952) quienes reportaron que una vaca individual produjo 63,1 kg de LFC durante 84 días sobre una asociación de alfalfa sin suplementación.
En Cuba, Esquivel, Cuenca y Ramirez (1971) al suministrar a vacas F1 (Holstein x Brahman) que pastaban sobre pangola, un suplemento de miel/urea al 3% y harina de alfalfa, donde esta última representó el 33, 43, 50, 55 y 66%, más un control (0% alfalfa) no encontraron diferencias en el rendimiento de leche entre los niveles de harina de alfalfa y se obtuvo un mayor rendimiento en los animales del tratamiento control. Por su parte, Dávila (1976) en el Perú, al alimentar vacas con: (A) forraje de alfalfa, (B) 50% de forraje de alfalfa + 50% de ensilaje de caña y (C) 25% de forraje de alfalfa + 75% de ensilaje de caña, obtuvo producciones de 13,3; 12,6 y 12,2 kg de LFC, para A, B y C respectivamente, que no difirieron significativamente. No obstante la eficiencia alimentaria declinó al incrementar el nivel de ensilaje, aunque la eficiencia económica mejoró, por el menor costo de producción de este alimento.
En Australia subtropical, Stobbs y Brett (1976) al estudiar la influencia de dos niveles de consumo de alfalfa henificada (90 y 60% del consumo ad libitum) sobre la producción de leche de vacas Hereford, así como sobre el crecimiento de sus terneros, registraron producciones de leche de 6,1 y 5,0 kg/día para los niveles alto y bajo, respectivamente, las que estuvieron pobremente correlacionadas con el nivel de consumo. Sin embargo, el crecimiento de los terneros sí estuvo correlacionado con los consumos y producciones de leche de las madres.
Producción de carne. Al hacer un análisis de las posibilidades productivas de la alfalfa en las regiones templadas. Van Kewren y Marten (1972) indican que frecuentemente la alfalfa o sus asociaciones con gramíneas han producido mayores ganancias por animal y por área y han tenido una mayor capacidad de carga que la gramínea sola con y sin riego; se han reportado en esas condiciones, ganancias entre 920 y 1150 kg/ha y ganancias de peso vivo por animal de hasta 920 g/día en añojas sobre asociaciones de alfalfa irrigadas.
En condiciones tropicales, Frish y Vercoe (1977) al comparar el consumo, ganancia y eficiencia alimentaria de animales pertenecientes a tres cruces comerciales cuando les fue suministrado heno de alfalfa de alta calidad (2,4% N) o heno de gramíneas tropicales de baja calidad (1,2% N) a voluntad (A) o a un nivel fijo de 5 kg de heno por día (B) obtuvieron con el nivel (A) ganancias entre 800-870 y 70-180 g/animal/día con heno de alfalfa y de gramíneas, respectivamente. Con el nivel (B) los animales ganaron entre 80-90 g/animal/día con el heno de alfalfa, mientras que perdieron entre 70-150 g/animal/día con el heno de gramíneas. En Brasil, Manzano, Novaes y De Carvalho (1979) al alimentar equinos con dietas formadas por un 60% de concentrado y un 40% de heno de alfalfa o de rhodes, registraron ganancias de 446, 509 y 659 g/animal/día, cuando el heno de alfalfa representó el 0, 20 y 40% de la dieta, respectivamente. Además la conversión (kg MS/kg ganancia) mejoró considerablemente con el mayor empleo de la alfalfa.
En Uganda, cuando la harina de alfalfa fue el 5, 10 y 15% del suplemento concentrado brindado a terneros Frisian lactantes que recibían 4 litros de leche, las ganancias registradas fueron de 610, 580 y 560 g/animal/día, disminuyendo en la medida que fue aumentando la sustitución del má!z del concentrado por la alfalfa deshidratada (Odwongo y Murgewa, 1980).
En Australia subtropical, Scateni (1966) obtuvo producciones entre 116 y 173 kg/ha/año con novillos destetados (6-8 meses) que pastorearon una asociación de Panicum maximum var. Trichoglume y Medicago sativa durante el invierno y el principio del verano y consumieron el heno producido a finales de esta última estación. Además obtuvo mejores producciones/animal con una carga baja de 1,5 que de 2,5 novillos/ha.

 

Persistencia y sistemas de pastoreo

Roberts (1978) clasificó a la alfalfa entre las leguminosas muy palatables, que toleran las defoliaciones bastante bien, pero que por su palatabilidad la consumirían rápidamente si no hay restricción del acceso de los animales a las mismas. Es por ello que sometida a pastoreo continuo desaparece rápidamente del pastizal (Yates, 1975; Paull y Lee, 1978 y Bray y Leach, 1981) o cuando se somete a altas cargas (Rees, Jones y Roe, 1976 y Gramshaw y col. 1981).
Algunos autores australianos, entre ellos Leach (1977), Leach y Ratcliff (1979), Gramshaw y col. (1981) y Bray y Leach (1981) coinciden en recomendar que la alfalfa debe someterse a un sistema de pastoreo con una duración e intensidad tales que aseguren una defoliación rápida, tanto de la leguminosa como de las gramíneas acompañantes (cultivadas o espontáneas) y un período de reposo suficientemente largo que permita un adecuado rebrote de la alfafa y el comienzo de su floración. Leach (1976); Bott (1978) y Leach (1979) señalaron que en condiciones subtropicales y templadas de Australia este objetivo se logra en la crianza de carneros, con períodos de pastoreo de 2 semanas y de descanso de 6 a 8 semanas, Lutz y Morley (1982) observaron que al aumentar el número de cuartones de cuatro a siete y con ello disminuir la velocidad de rotación el rendimiento total de alfalfa cosechada inmediatamente antes del pastoreo aumentó significativamente.
Leach (1977) señala que los problemas de competencia de la alfalfa con las gramíneas acompañantes, probablemente sean menos agudos con bovinos que con carneros, debido a que el pastoreo de los primeros es menos selectivo y podría también aliviarse con el empleo de gramíneas tropicales más palatables para ser asociadas con la leguminosa. Al respecto, Yates (1975) plantea que esta especie se asocia bien en condiciones subtropicales con green panic, makarikari grass, columbus grass, rhodes y buffel, pero que es difícil mantener un adecuado balance leguminosa/gramínea con las dos últimas por ser más agresivas. Sin embargo, Paull y Lee (1978) señalan que la alfalfa persiste en esas condiciones asociada con buffel durante cuatro o cinco años si se emplea un pastoreo rotacional estricto.

 

Conservación

Heno. El heno de alfalfa por su alto contenido de proteínas, vitaminas y minerales, así como por su palatabilidad y bajo contenido de fibra, resulta un alimento ideal para terneros.
Momento de cosecha. El cultivo debe cortarse cuando tenga alrededor de un 10% de floración, coincidiendo con la recomendación de corte para forraje verde (Garver, 1946; González y col., 1970).
Secado al sol. Las condiciones climáticas deben tenerse muy en cuenta cuando el secado se realiza en el campo. En Cuba, la henificación no debe efectuarse en el período de lluvia, por sus inadecuadas condiciones, pudiéndose realizar del final de este período en lo adelante (Hardy, Domínguez y Gutierrez, 1979) dándole vueltas durante dos o tres días hasta alcanzar el porcentaje de humedad adecuado (INRA, 1968) pero evitando un desecado excesivo para disminuir las pérdidas de hojas al recoger el heno (Gramshaw y col., 1981). Estos últimos autores han planteado que el heno de alfalfa empacado con una humedad excesiva propicia su enmohecimiento e incrementa el peligro de fuego durante el almacenamiento. Jafri (1979) demostró que la digestibilidad in vitro fue superior cuando el heno fue empacado con un 19% de humedad que con el 29%, lo que coincide con la recomendación general de que el heno debe conservarse con un 15-20% de humedad como máximo.
Secado artificial. Cuando el secado se realice por esta vía deben evitarse las temperaturas severas porque reducen la digestibilidad, especialmente de las proteínas (Jentsch, Wittenburg y Schiemann, 1973); deben emplearse temperaturas menores de 62ºC cuando se desea la máxima digestibilidad, aunque la temperatura se hace menos crítica en la medida que avanza el estado de madurez del forraje y declina su digestibilidad (Evans, 1973). En zonas templadas, el predesecado del forraje al sol por un corto período, antes del secado artificial, reduce los costos del proceso sin afectar la calidad del producto final (Amella, 1976).
Ventajas. En los E.U.A., Elserofy (1973) concluyó que a pesar de que las pérdidas totales de MS durante la cosecha y almacenamiento fueron superiores con el heno (29,3%) que con henaje (22,1%) o ensilaje (21,3%), las ganancias de PV/animal fueron superiores al utilizar el primero.
Ensilaje. Son escasos los trabajos que abordan la fabricación y empleo del ensilaje de alfalfa en los trópicos, sin embargo, la información al respecto es amplia en países templados.
Momento de cosecha. En la literatura se plantea un amplio rango de estadios de desarrollo al cosechar el forraje para ensilar (Garver, 1946; Carpintero y Suárez, 1974; Clancy y col., 1977; Goering y col., 1980). En Francia, Demarquilly (1979) recomendó cosechar la alfalfa cuando tuviera alrededor de un 20% de MS, preferiblemente en el estadío de grano lechoso.
Troceado. Demarquilly (1977; 1979), Kovacs (1979) en Hungría y Comerford y Flynn (1980) en Irlanda, coinciden en plantear que un fino troceado (0,5-2 cm) es esencial para obtener ensilajes de alfalfa de calidad. Además, Lancaster y Rattray (1977) habían reportado con anterioridad que un fino troceado del forraje no sólo aumentó la calidad del alimento sino que incrementó el consumo voluntario de los carneros.
Aditivos Los cultivos puros de alfalfa son algo difíciles de convertir en buenos ensilados, debido a una relación proteína:carbohidratos no conveniente. Esta dificultad puede superarse añadiendo melaza o algún acondicionador equivalente (Whyte y col., 1955). En Japón, Yahara y Nishibe (1975a y b) reportaron que el empleo de distintos ácidos como aditivos al forraje de alfalfa cortado antes de la floración redujeron el pH del ensilaje; comportándose el efecto en el siguiente orden: ácido fórmico>láctico>acético> propiónico. La adición de fórmico dio el menor pH, la mejor y más estable calidad del ensilaje, los menores tenores de ácidos grasos volátiles (AGV) y de nitrato de amonio, así como la menor degradación de las proteínas. En Nueva Zelandia, Lancaster y Rattray (1977) obtuvieron que la formalina, el ácido fórmico y el paraformaldehido fueron los aditivos más promisorios para mejorar la calidad del ensilaje de alfalfa. Lancaster y Brunswick (1977) determinaron que la composición química del ensilaje fue similar al emplear 4,6 litros de ácido fórmico al 85%/t, que 6,3 litros de formalina + 2,1 litros de ácido fórmico/t de material ensilado. Sin embargo, el consumo y ganancia de PV fueron mayores con el primer tratamiento. Demarquilly (1979) recomienda de manera general aplicar 5 litros de aditivo ácido/t de forraje de alfalfa.
Predesecado. Es conocido que el predesecado del material a ensilar mejora la calidad del producto obtenido. Lancaster y Rattray (1977) destacaron que un rápido predesecado hasta 30% de MS mejoró la calidad del ensilaje de alfalfa, aunque no tanto como con el empleo de los aditivos químicos. Contrariamente Demarquilly (1979) determinó que el predesecado hasta 35% de MS fue equivalente a la adición de 5 litros de aditivo ácido/t de forraje verde. En Hungría, Kovacs (1979) sugirió el predesecado entre 35-45% para contribuir a la obtención de un ensilaje de calidad. En este mismo país, Szucsne, Olah y Ovasi (1980) obtuvieron que el predesecado hasta un 25% de MS, dio un ensilaje de peor calidad que cuando se predesecó por encima de 45%. El predesecado a 38,5% de MS brindó la mejor composición de ácidos orgánicos y digestibilidad.
Bacterias Iácticas. Otra vía para mejorar la calidad de los ensilajes ha sido el incremento de la actividad microbiana útil, mediante la inclusión de bacterias lácticas en el material a ensilar. En este sentido Ilyaletdinov y Akhmediev (1969) en la URSS sugirieron la aplicación de Streptococus lactis diastoticus al henaje. Govet y col. (1979) en Francia estudiaron la inclusión de cultivos de bacterias lácticas en concentraciones de 103, 105 y 107/g de forraje unido a la adición de 5 ó 10 kg de glucosa/t de forraje de alfalfa troceada finamente, El empleo de 10 kg de glucosa + la mayor concentración del inóculo redujo el pH del ensilaje de 5,9 (sin tratar) a 4,2 y el contenido de ácido acético de 7,5 a 1,7% de la MS; mientras que con el inóculo sólo encontraron pH de 5,9 y concentración de 85% de ácido acético. En los EUA, Bolsen, Ilg y Axe (1980) determinaron que los ensilajes tratados con lactobacillus y/o aditivos enzimáticos fueron superiores en calidad y comportamiento animal con relación a los no tratados.

 

CONCLUSIONES

La especie Medicago sativa L., cuya distribución abarca la región mediterránea, el Turkestán, India y China occidental y ha llegado a casi todos los países del trópico y subtrópico, se adapta a períodos de seca y a todos los suelos que no sean deficientes en Ca, pero no soporta los que tengan mal drenaje, sean infértiles, sufran períodos de inundaciones y tengan un pH ácido. M. sativa es la especie más común para nuestras condiciones. Es una especie herbácea cuya calidad es más alta en los países templados que en los cálidos debido al mayor contenido de carbohidratos solubles, Para su reproducción es necesaria la presencia de insectos (abejas) y presenta además esterilidad somatoplástica. Para su establecimiento se requiere de una buena preparación del suelo y necesita de una esmerada atención agrotécnica para lograr un adecuado establecimiento que ocurre alrededor de los 90 días. Su explotación se inicia normalmente cuando posee del 10-15% de floración y persiste con frecuencias de corte de alrededor de 4 semanas, momento en que manifiesta un mayor rendimiento y calidad, Requiere niveles adecuados de fertilización, riego y debe inocularse con cepas de Rhizobium melilotii.
Puede alcanzar rendimientos en Cuba desde 12-17 t MS/ h/año, en Occidente, y hasta 24 t MS/ha en Oriente. Los valores de PB van de 16-23% con alto contenido de P y Ca y bajos de fibra. Su digestibilidad es de 57-65% a edades adecuadas.
Es una de las leguminosas de mayor perspectiva para la producción de leche donde se considera la reina de las forrajeras en los países que la cultivan.

 

CONCLUSIONS

The species Medicago sativa L. whose distribution includes from Mediterranean to Turkestan, India, West China and arrived to almost countries of tropic and subtropic, adapt itself to dry season and all soil that are not Ca deficient; but not to those that have bad drainage or acid pH. M. sativa is the species more common in our conditions. It is an herbaceous species whose quality is higher in temperate countries than in tropical on because of soluble carbohydrate contents. Presence of insects is necessary for reproduction and show somatoplastic sterility. M. sativa need a careful agrotechnic attention, in order to obtain a good establishment which occur around 90 days. Exploitation begin to 10-15% of flowering. Persists with cuts each four weeks, that is the moment when have the highest yield and quality. Require adequate levels of fertilizing and irrigation. It must be inoculate with Rhizobium melilotii.
In Cuba, it can give yields from 12 to 17 t DM/ha/year in the west and 24 t DM/ha/year in the east. PB value range from 16 to 23%. It have hight contents of Ca and P and low of fibres. It have 57-65% digestibility in adequate age. It is one of the legumes with prospectiveness for milk production. It is considered the queen of the forage plants to milk production in the countries that it grow.

 

REFERENCIAS

1. Alcántara, P.B. Boletín de industria animal. 34:121. 1977

2. Allard, R.W. Principio de la mejora genética de las plantas. Ed. Revolucionaria. La Habana, Cuba. 1967

3. Amella, A. Rev. Pastos. 6:163. 1976

4. Anon. Un programa de 10 puntos para el cultivo de la alfalfa. Agricultura de Las Américas. Año 19, No, 8, Pág. 10. 1970

5. Bolsen, K.K.; Ilg, H.J. & Axe, D.E. J. Animal Sci. 51:230. 1980

6. Bott, W. Qld. Agric. J. 104:353. 1978

7. Bray, R.A. & Leach, G.J. Aust. J. Exp. Agric. and Anim. Husb. 21:595. 1981

8. Brink, R.A. & Cooper, D.C. Science. 90:545. 1939

9. Calder, F.W. Canadian J. of Plant Sci. 57:441. 1977

10. Carpintero, C. & Suárez, A. Anales Fac. Vet. de León. 19:209. 1974

11. Clancy, M.; Wangsness, P.J. & Baumgardt, B.R. J. Dairy Sci. 60:572. 1977

12. Carrillo, L.E. & Machin, M. Circular CIAN0 78. Centro de Investigaciones Agrícolas del Noroeste. Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas. Méjico. 1975

13. Clarkson, N.M. & Andrew, C.S. Trop. Grassland. 13:75. 1979

14. Comerford, P.J. & Flynn, A.V. The effects of choplenth in luceration of grass silage on the performance of beef cattle. In: Forage conservation in the 80’S. (Ed. C. Thomas). Pág. 388. Brit. Grassld. Soc, UK. 1980

15. Cooldrake, J.E. & Rusell, M.J. Trop. Grassland. 3:49. 1969

16. Dávila, H.V. Nutritive value of some forage sources in northern Peru. In: First Intern. Symposium. Feed Composition, Animal Nutrient Requirements and Computerization of Diets (Ed. Fonnesbuk, P.V., Harris, L.E. & Kearl, L.C.) Utah State Univ. 1976

17. Demarquilly, C. 197. Fourrages. Actualites, supplèment a l'Elevage Bovin, Ovin, Caprin. 87:3

18. Demarquilly, C.; Grenet, E. & Dulphy, J.P. Proc. XIII Int. Grassld. Congr. Leipzig, RDA. p. 1297. 1977

19. Derbyshire, J.C.; Waldo, D.R. & Gordon, C.H. J. Dairy Sci. 59:1278. 1976

20. Elserafy, A.M. Dissertation Abst. Int. B. 33:460. 1973

21. Esquivel, C.; Cuenca, H. & Ramírez, R. Memoria EEPF “Indio Hatuey". Matanzas, Cuba. 1971

22. Evans, D.W. Crop Sci. 13:118. 1973

23. Freitas, L.M. & Pratt, P.F. Pesquisa Agropecuaria Brasileira. 4 89. 1969

24. Frish, J.E. & Vercoe, J.E. Animal production. 2 313. 1977

25. Funes, F.; Yepes, S. & Hernández, D. Memoria EEPF “Indio Hatuey". Matanzas, Cuba. 1971

26. Garver, S. South Dakota State College. Agricultural Experiment Station. Bulletin No. 383. 1946

27. Gill, N.T. & Vear, K.C. Botánica Agrícola. Editorial Acribia, España. 1965

28. Goering, H.K.; Thomson, D.J.; Waldo, D.R. & Tyrrell, H.F. J. Anim. Sci. 51:363. 1980

29. González, J.E.; Guillén, R.D. & Tesoro, F. Agron. Trop. 20:397, 1970

30. Conzález, J.E.; Parra, R.R. & Combellas, J. Agron. Trop. 22:613. 1972

31. Gouet, P.; Girardeau, J.P.; Riou, Y.; Gouet, J. & Mouhous-Riou, N. 2. Bulletin technique. Centre de Recherches Zootechniques et Veterinaires de Theix. 37:25. 1979

32. Gramshaw, D.; Lloyd, D.L. & Lowe, K.F. Qld. Agric. J. 107:249. 1981

33. Grant, P.J. Proceeding Grassland Society of Southern Africa. 1975

34. Halva, E. & Lesak, J. Proceeding of the XIII Int. Grassld. Congr. 2:1015. 1977

35. Hamilton, R.I.; Catchpoole, V.R.; Lambourne, L.J. & Korr, I.D. Aust. J. Exp. Agric. and Anim. Husb. 18:16. 1978

36. Hardy, C.; Domínguez, G. & Gutiérrez, A. Conservación de pastos y forrajes. En: Los Pastos en Cuba. (Ed. F. Funes). Pág. 419. 1979

37. Humphreys, L.R. A guide to better pastures for the tropics and sub tropic. Ed. Wright Stephenson and Co. Limited. Queensland, Australia. 1974

38. Ilyaletdinov, A.N. & Akhmediev, G.Z. Biologicheskaya. 3:427. 1969

39. INRA, Equipo Técnico Agrícola. Normas técnicas para el cultivo de la alfalfa. Cuba. 1968

40. Jafri, S.A. Dissertation Abst. Inter. B. 39:5672. 1979

41. Jarrín, A. & Avila, S. Ensayos sobre digestibilidad y valor nutritivo de la alfalfa. Univ. Central de Ecuador. Boletín técnico. 1:1. 1982

42. Jentsch, W.; Wittenburg, H. & Schiemann, R. 1973. Archiv für Tierernährung, 23:309 RDA

43. Jones, M.B. & Quagliato, J.L. Pesq. Agrop. Bras. 5:359. 1970

44. Kretschmer, A.E. Distribution, introduction and evolution of tropical species. Fort Pierce ABC Research report. Florida, USA. 1974

45. Kovacs, G. Herb. Abst. 52:73. 1979

46. Kvenvold, T.R. Ceiba 18:1. 1974

47. Lancaster, R.J. & Brunswick, L.F.C. J. Exp. Agric. 5:113. 1977

48. Lancaster, R.J. & Rattray, P.V. New Zeal. J. Agric. 134:49. 1977

49. Leach, G.J. Trop. Crops Pastures. Pág. 37. 1976

50. Leach G.J. Trop. Crops Pastures. Pág. 18. 1977

51. Leach, G.J. Aust. J. Agr. Anim. Husb. 19:208. 1979

52. Leach, G.J. & Ratcliff, D. Aust. J. Exp. Agric. Anim. Husb. 19:198. 1979

53. Legel, S, Tablas de los valores alimenticios de forrajes tropicales. Inst. Trop. Agric. Karl Marx. Univ. Leipzig. Pág. 101. 1981

54. León, Hno. & Alain, Hno. Flora de Cuba. Cols II. La Habana. 1955

55. Lessand, J.R. & Fisher, L.J. Canadian J. Anim. Sci. 60:945. 1980

56. López, Mirta; Paretas, J.J. & Pérez, D. Proc. XII Int. Grassld. Congr, Moscú. 1974

57. Lugenja, M.M.S.; Rowland, E.J. & Senga, C. East African Agric. For. J. 43:106. 1977

58. Lutz, E.E. & Morley, F.H.W. Turrialba. 32:11. 1982

59. Manzano A.; Novaes, N.J. & Carvalho, R.T.L. De. Pesq. Agrop. Bras. 14:229. 1979

60. Manzano, A.; Novaes, N.J. & Manzano, M.J.F. Pesq. Agrop. Bras. 13:91. 1978

61. Marquineanu, T. & Gheorghiu, O. Analele Institutului Cercetori Pentesu Cercalesi plante Tehorice fundalea. 37:431. 1969

62. Matsushima, J. Alfalfa Science and Technology. In: American Society of Agronomy. (Ed. C.H. Hanson). Pág. 631. Wisconsin, USA. 1972

63. Mejía, R. Agricultura en el Salvador. Ministerio de Agricultura y Ganadería. San Salvador. 12:20. 1972

64. Menéndez, J. Estudio regional y clasificación de las leguminosas forrajeras autóctonas y/o naturalizadas en Cuba. Tesis presentada en opción al grado de C.Dr.C. EEPF 'Indio Hatuey”. CUM. Matanzas. 1982

65. Menéndez, J. Botánica de las leguminosas y características fitotécnicas de los géneros principales. Conferencia. EEPF "Indio Hatuey". Matanzas, Cuba. 1983

66. Menéndez, J.; Tang, M.; Aleaga, V. & Polunin, N. Pastos y Forrajes. Revista de la EEPF "Indio Hatuey". Matanzas, Cuba. 3:123. 1980

67. Minson, D.J. & Mclead, M.N. Proc. XI Int. Grassld. Congr. Qld. Aust. Pág. 719. 1970

68. Mullen, R.E.; Vorst, J.J.; Laborde, H.E. & Khykerd, E.L. Proc. XIII Int. Grassld. Congr. Vol, II:789. 1977

69. Obduvakhimov, D. Khlopkovadstro. No. 5:16 URSS. 1976

70. Odwongo, W.O. & Mugerwa, J.S. Anim. Feed Sci. Tec. 5:193. 1980

71. Osman, A.E. & Deck, A.A.A. Exp. Agric. 18:157. 1982

72. 0vsyannikov, N.N. Agrokhimiya. No. 5:82. URSS. 1975

73. Pezo, D.; Maquiña, J.; Cordero, I.; Johnson, W. & LepeIli, R. Rev. de Investigaciones Pecuarias. 3:35. 1974

74. Podoba, J.D, Polnoltospodarstvo. Research Institute of plant production Pieslanj. 10:827. 1979

75. Poull, C.J. & Lee, G.R. Qld. agric. J. 104:57. 1978

76. Ramos, R. El cultivo de la alfalfa. Agricultura en el Salvador. 12:20. 1972

77. Rees, M.C.; Jones, R.M. & Roe, E. Trop. Grassld. 10:65. 1976

78. Roberts, C.R. Algunas causas comunes del fracaso de praderas de leguminosas y gramíneas tropicales en fincas comerciales y posibles soluciones. En: Producción de pastos en suelos ácidos de los trópicos. (Ed. L.E. Tergas y P.A. Sánchez). Pág. 434. 1978

79. Romero, M.E. La alfalfa y su cultivo. En: INRA. Dpto. de enseñanza y divulgación. Pág. 14. 1963

80. Scateni, W.J. Proc. 1Oth Int. Grassld. Congr. Finland. Pág. 947. 1966

81. Semenov, A.L. & Pikun, P.T. Vestsi Akademi Novruk, USSR. No. 2:47. 1976

82. Serrano, G. El cultivo de la alfalfa en el Valle del Fuerte. Centro de Inv. Agrícola de Sinaloa. 45:1. 1977

83. Shishchenko, S.V. & Lyanos, N. Proc. 12th Int. Grassld. Congr. Moscú. Section Papers: Chemicalization of grassland farming. Part II. 2:543. 1974

84. Stobbs, T.H. & Brett, D.J. Aust. J. Agric. Res. 27:175. 1976

85. Szycsné, P.J.; Oláh, M. & Avasi, L. Allattenyésztes. 29:453. 1980

86. Van Kewren, R.W. & Marten, G.C. Alfalfa science and techynology. In: American Society of Agronomy. (Ed. C.H. Hanson). Wisconsin, USA. Pág. 640. 1972

87. Whyte, R.O.; Nilsson-Leissner, G. & Trumble, H.C. Las leguminosas en la agricultura. FAO. Ed. Revolucionaria. La Habana. 1967:110. 1955

88. Wilson, L.L.; Fisher, D.D.; Kalsigianis, T.S. & Baylor, J.E. Trop. agric. 58:53. 1981

89. Yahara, N. & Neshibe, S. Research bulletin of the Hokkaido Nac. Agric. Exp. Station. 111:103. 1975a

90. Yahara, N. & Neshibe, S. Research bulletin of the Hokkaido Nac. Agric. Exp. Station. 111:111. 1975b

91. Yates, A. Better pastures for the tropics. Ed. Arthur Yates and Co. Pty, Ltd. First Edition. Queensland, Australia. 1975

92. Yepes, S. Introducción al estudio de las leguminosas. Memoria EEPF “Indio Hatuey”. Matanzas, Cuba. Pág. 23. 1971

93. Zambrana, Teresita. Rev. cubana Cienc. agríc. 4:139. 1970

94. Zambrana, Teresita. Rev. cubana Cienc. agríc. 5:119. 1971

95. Zambrana, Teresita; Aroche, R. & Corona, L. Rev. cubana Cienc. agríc. 5:235. 1971

96. Zambrana, Teresita. Rev. cubana Cienc. agríc. 6:147. 1972

97. Zambrana, Teresita. Rev. cubana Cienc. agríc. 6:153. 1972

98. Zambrana, Teresita. Rev. cubana Cienc. agríc. 6:303. 1972

99. Zambrana, Teresita & Eduardo, M. Rev. cubana Cienc. agríc. 6:137. 1972

100. Zambrana, Teresita. Rev. cubana Cienc. agríc. 7:391. 1973

101. Zambrana, Teresita & Corona, L. Rev. cubana Cienc. agríc. 7:397. 1973