ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN

 

 

 

El cambio social y las transformaciones en el contexto territorial rural. Percepción de los actores locales

 

Social change and transformations in the rural territorial context. Local actors' perception

 

 

 

Antonio Suset-Pérez, Hilda Caridad Machado-Martínez, Taymer Miranda-Tortoló, Pedro Duquesne-Baró y Lisset Castañeda-Pimienta

Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, Universidad de Matanzas, Ministerio de Educación Superior Central España Republicana, CP 44 280, Matanzas, Cuba
Correo electrónico: asuset@ihatuey.cu

 

 

 


RESUMEN

Este artículo tiene como objetivo facilitar la comprensión sobre la relevancia de las percepciones de los actores para el cambio social y la sostenibilidad de las transformaciones que se ejecutan en el entorno agropecuario municipal, ante la complejidad de los escenarios actuales. El análisis y la reflexión parten de la experiencia obtenida durante más de 15 años de trabajo de campo, con herramientas que promueven la participación y la interdisciplinariedad en los análisis, por parte de la línea de investigación sobre Desarrollo Agrario y Local Sostenible de la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, en entidades agroproductivas, municipios y localidades, con la contribución de sus actores clave. Para el estudio se consideró la información respecto a las percepciones de funcionarios, trabajadores y decisores; también se analizaron documentos estadísticos asociados a las producciones agropecuarias de los territorios. Como resultado, se constató que la institucionalidad establecida debe ser reformada, dado que ralentiza la concreción de los proyectos y las acciones de transformación. A partir de ello se puede concluir que el conocimiento y la comprensión sobre las percepciones de los actores analizados a nivel municipal-local limitan notablemente que se visualice la proyección y la implementación de los cambios de manera favorable.

Palabras clave: calidad de vida, desarrollo rural, producción alimentaria.


ABSTRACT

The objective of this paper is to facilitate the understanding about the relevance of the actors' perceptions for social change and sustainability of the transformations that are executed in the municipal agricultural sector, in the face of the complexity of current scenarios. The analysis and reflection are derived from the experience obtained during more than 15 years of field work, with tools that promote participation and interdisciplinarity in the analyses, by the research line of Agricultural and Sustainable Local Development of the Pastures and Forages Research Station Indio Hatuey, in agroproductive entities, municipalities and localities, with the contribution of their key actors. For the study the information regarding the officials, workers and decision makers' perceptions were considered; statistical documents associated to the agricultural productions of the territories were also analyzed. As a result it was observed that the established institutionality should be reformed, because it slows down the concretion of the transformation projects and actions. From this, it can be concluded that the knowledge and understanding about the analyzed actors' perceptions at municipal-local level remarkably limit that the projection and implementation of the changes are favorably visualized.

Keywords: standard of living, rural development, food production.


 

 

INTRODUCCIÓN

La pluriactividad, la asociatividad y los procesos migratorios en el campo latinoamericano han dado lugar al proceso de desagrarizacióndel mundo rural (Ramírez y Tejera, 2011; Vértiz, 2014). En relación con Cuba, desde finales del siglo xx se emprenden transformaciones con la confluencia de diversos actores económicos; las cuales, aunque no han solucionado la problemática existente, evidencian la necesidad de modificar las relaciones entre los sujetos del desarrollo y viabilizar acciones que contribuyan al incremento de la producción agropecuaria y la productividad, y a la contención del deterioro de la infraestructura social y económica a nivel territorial y local en la nación.

Lo anterior pone de manifiesto, entre otras cuestiones y como refieren González-Díaz et al. (2013), asumir el desafío del cambio social y las transformaciones técnico-materiales, con el protagonismo y la concertación de los actores locales, para la gestión de los diferentes procesos sustentados en una institucionalidad que: a) promueva la participación social; b) considere las percepciones de los actores para movilizar las potencialidades individuales y colectivas; c) condicione avances hacia la prosperidad; y d) facilite la comprensión sobre los aspectos relacionados con la subjetividad humana, en lo cual se supere la visión económico-productivista y se privilegie a las personas en los análisis y en los proyectos de las transformaciones (Mora-Alfaro, 2013).

Sobre el «cambio social», en principio, no existen acuerdos generales acerca de los aspectos del conocimiento y de métodos que implican la aproximación a su estudio (Torres, 2011). A pesar de ello, Moyano-Estrada (2013) refiere que desde años recientes se realizan trabajos que dan cuenta de la importancia de aspectos como la confianza, los flujos de información o las normas de reciprocidad existentes en contextos comunitarios, cuestiones que se asocian a las percepciones de los actores sociales. Estos constituyen el sustento en la concepción de los cambios, y en su materialización, como desarrollo y progreso social, especialmente si se considera la centralidad de la alimentación como acto social en el desarrollo (Triches y Schneider, 2015).

De Souza (2013) relaciona el cambio social con el paradigma interpretativo de la acción social colectiva, con la participación real de la ciudadanía en la gestión de los procesos territoriales y la innovación local con corresponsabilidad. Sin embargo, Suset et al. (2013) y Sánchez-Zamora et al. (2016) consideran que ello se asocia a la mejora y a la solución de problemáticas sociales, lo cual incluye el fomento de competencias y capacidades para la autogestión sostenible de las transformaciones.

El cambio social exige considerar factores extraeconómicos en su tratamiento (Mora-Alfaro, 2013; Oviedo-Arévalo, 2014), también sistemas de valores y sentidos que entran en competencia por la interpretación de la realidad, como plantean Bahamondes-González et al. (2017); y para ello se requiere transformar los estilos de vida de individuos, grupos e instituciones, y debe integrarse, entre otros aspectos, a la reflexión sobre las motivaciones, las percepciones, las aspiraciones, las competencias y el sistema de valores de la gente, para adoptar alternativas e impulsar iniciativas que mejoren la calidad de la vida humana.

En relación con lo expuesto anteriormente, es válido mencionar que la percepción social es un aspecto crucial en el proceso de cambio social porque, independientemente de que esta se enfoca en la recepción de estímulos (físicos, ambientales y sociales), sirve para seleccionar, formular hipótesis, decidir y, como todo proceso, la percepción social resulta afectada por el aprendizaje, la motivación, la emoción, entre otras características de los sujetos en este caso (Salazar et al., 2012).

Todo lo expuesto se sustenta en la participación social, como elemento dinamizador de las prácticas de ordenamiento territorial y gestión del desarrollo de las localidades, y por su incidencia en la toma de decisiones, como sostienen Fernández-Portillo y Santos-Carrilo (2015) y Landini (2015). También en la innovación es esencial, para lo cual el resultado del cambio es la garantía de un nuevo proceder, según refieren Rodríguez-Blanco et al. (2013), fundamentalmente si se considera, como plantean Foronda-Robles y Galindo-Pérez-de-Azpillaga (2012), que el territorio es el soporte de toda acción, se convierte en un elemento dinámico donde viven personas con problemáticas particulares y donde hay intereses en juego; de esta forma emerge también el desarrollo local como una nueva manera de abordar el desarrollo económico, dirigido a mejorar el nivel y la calidad de vida de la población (Buendía-Martínez y Côté, 2014).

El objetivo de este artículo es facilitar la comprensión sobre la relevancia de las percepciones de los actores para el cambio social y la sostenibilidad de las transformaciones que se ejecutan en el entorno agropecuario.

 

Metodología

Este trabajo forma parte de varios análisis que posteriormente se realizarán, desde una perspectiva multidisciplinaria, en relación con la evolución de la implementación de los Programas de Desarrollo Integrales Municipales (PDIM) en municipios de la provincia de Matanzas Cuba, sus alcances y limitaciones. Para el estudio se consideraron actores claves a nivel municipal y participantes en diversos talleres y en acciones de trabajo conjunto, realizados en los municipios Perico, Pedro Betancourt y Jagüey Grande.

Se realizaron talleres participativos en cada municipio, en los cuales se consideró, para la percepción social, las experiencias de vida y de trabajo y las visiones de los participantes; también se concertó con actores claves, que tenían experiencia de residencia y tiempo de labor en los municipios, con la finalidad de sensibilizarlos y promover su activa participación en las transformaciones.

La mayoría de los participantes en los talleres eran representantes de los organismos de Gobierno y de las principales direcciones productivas y de servicios establecidas en los municipios, a saber: el Consejo de Administración Municipal (CAM) y su dependencia interna, constituida por la Dirección de Planificación de Economía y Finanzas, la Dirección Municipal de Salud, la de Planificación Física, la Delegación de la Agricultura y la Dirección Municipal de Comunales.

El trabajo se enmarcó en los denominados «estudios de caso»1, desde la perspectiva sociológica y de nociones de la psicología social, cuestión que facilita la comprensión e interpretación de ciertos fenómenos y procesos sociales en desarrollo. Se centra en el análisis de la percepción de los sujetos, de sus expectativas y aspiraciones, aspecto sustantivo para el cambio social, la motivación y la movilización colectiva como sustento de las transformaciones.

En relación con los aspectos productivos, se consideró la producción agrícola de varios años para evidenciar su evolución y situación en cuanto a rendimiento, dado que el sector agropecuario es el principal renglón económico de los municipios en cuestión.

La información se obtuvo a partir del establecimiento de una secuencia metodológica, con una finalidad motivacional, estructurada como se muestra a continuación:

 

Breve caracterización de los municipios analizados

El municipio Perico se localiza en la llanura Habana-Matanzas, en la parte centro-oeste de la provincia de Matanzas; cuenta con una superficie total de 278,3 km2, lo cual representa el 2,4 % del territorio provincial. Según datos de la ONEI (2015), su población total es de 31 148 habitantes y se distribuye en 32 asentamientos, cuatro urbanos (25 696 habitantes) y 28 rurales (5 452 habitantes); Perico es la cabecera municipal y concentra el 39 % del total de la población municipal.

El territorio tiene una superficie agrícola de 24 892 ha, de ellas 11 652 cultivadas y 12 399 no cultivadas, de las cuales 5 098 son de potreros con pasto natural; sus suelos son predominantemente Ferralíticos Rojos y su función principal es el cultivo de la papa, cultivos varios y caña de azúcar, así como ganadería vacuna y porcina.

La actividad económica fundamental está representada por la Empresa Agropecuaria Máximo Gómez Báez, tanto por su labor productiva como por la cantidad de fuerza de trabajo que aglutina en la ejecución de su gama de procesos agrícolas y a la cual se le subordinan las diferentes formas de organización de la producción, en este caso tres unidades empresariales de base (UEB), dos cooperativas de producción agropecuaria (CPA), tres unidades básicas de producción cooperativa (UBPC), cuatro cooperativas de créditos y servicios (CCS) y cuatro unidades empresariales de base de servicios (UEB).

El municipio Pedro Betancourt se localiza en el suroeste de la provincia de Matanzas y tiene una superficie de 387,02 km², lo cual representa el 33 % del área total de la provincia (fig. 1). Limita al norte con el municipio de Jovellanos, al sur con Jagüey Grande y al oeste con Unión de Reyes. Según ONEI (2015) posee una población de 31 422 habitantes, de ellos 25 189 son residentes urbanos y 6 233 pobladores rurales. La actividad económica fundamental es la producción de cultivos varios, cuenta con tres CPA, seis CCS y cuatro UBPC, las cuales pertenecen a la empresa tabacalera localizada en el territorio.

Más del 60 % de las tierras de Pedro Betancourt corresponden a superficies agrícolas ocupadas por cultivos varios, caña de azúcar y ganadería, fundamentalmente. La estructura agropecuaria aporta más del 50 % de la producción mercantil del municipio (ONEI, 2015).

Por su parte, el municipio Jagüey Grande se encuentra situado en la parte centro-sur de la provincia de Matanzas (fig. 1), en la llanura Habana-Matanzas, a 10 metros de altura sobre el nivel del mar. Según datos de la ONEI (2015), cuenta con una población total de 60 158 habitantes, distribuidos en 48 953 residentes urbanos y 11 205 en localidades rurales. La actividad económica fundamental es la producción citrícola y para ello cuenta con una agroindustria que procesa la cosecha de cítricos de todo el municipio; también en el territorio se localizan cuatro establecimientos donde se selecciona la fruta para la exportación.

El 66,8 % de las tierras de Jagüey Grande corresponden a superficies agrícolas ocupadas por cítricos, cultivos varios, ganadería, caña de azúcar y forestales, y se incrementan paulatinamente los frutales. La estructura agropecuaria, compuesta por 13 CCS, una CPA y 11 UBPC, en este caso siete de cultivos varios y cuatro cañeras, aporta más del 61 % de la producción mercantil. La producción de cítricos representa más del 89 % de la del municipio; esta actividad cuenta con los niveles tecnológicos y financieros favorables, que han garantizado la recuperación de las producciones, el aumento de los rendimientos y el aprovechamiento de la fuerza de trabajo (ONEI, 2015).

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

 

Percepción sobre el contexto o las «reglas del juego» (la institucionalidad establecida)

En este tópico se tomaron en cuenta los elementos que, desde la percepción social de los actores participantes en los talleres, se asocian a lo establecido e inciden en el desempeño de la estructura municipal para afrontar retos y estimular cambios.

1. El papel que juega el salario en la cotidianidad.

2. Involucrar actores (sector de trabajadores «cuentapropistas»2).

3. En el sector agrícola, sustituir la lógica y mentalidad de la agricultura convencional por una alternativa con tendencia a la sostenibilidad.

4. Superar la lógica de trabajo en la agricultura como un proceso industrial.

5.Mejorar y cambiar las reglas del juego (la institucionalidad) para transformar todo lo que obstaculiza el desarrollo.

Las instituciones son las reglas del juego de la sociedad. Manzanal (2006) reconoce que la función de la institucionalidad es reducir la incertidumbre a nivel social, porque proporciona una estructura estable a la cotidianidad de la interacción humana, aunque no necesariamente eficiente.

A partir de las exposiciones y los criterios aportados por los sujetos, quienes perciben la necesidad del cambio social e institucional de acuerdo con lo establecido (lo cual se mantiene como soporte legal, y en ocasiones material), se pudo constatar que en el nuevo escenario de «actualización del modelo económico cubano3», es un elemento obstaculizador de las necesidades de transformación en las diversas facetas de la vida nacional, particularmente a nivel territorial (municipal) y local. Ello limita las opciones de actuación diferente a lo estipulado para la realización de los procesos agropecuarios, como sustento económico de los municipios en cuestión.

Con respecto a lo anterior, la gestión territorial del desarrollo enmarca el conjunto de acciones individuales, colectivas e institucionales para generar las capacidades que permitan solventar necesidades específicas (González-Díaz et al., 2013).

Se corrobora que la tradición y la fuerza de la costumbre constituyen aspectos de la naturaleza humana, a la vez que pueden servir de obstáculos para nuevos desafíos o cambios; lo cual, en combinación con las reglas establecidas, deviene en condicionante potencial para ralentizar las acciones de transformaciones organizacionales y técnico-productivas, de cambio de mentalidad y de modo de proceder en los actores a nivel local en los municipios analizados. En este caso la ciudadanía, representada en los actores considerados, percibe las soluciones desde los órganos del nivel superior (nacional o provincial), dado que por práctica social e histórica no se asumen como partícipes y generadores de los cambios.

La percepción social anterior está relacionada con las vivencias y experiencias cotidianas y pasadas, pero también, esencialmente en la actualidad, con la falta de corresponsabilidad, la descentralización, los excesivos y burocráticos procesos, y también con un considerable andamiaje estructural de limitada utilidad para la gestión eficiente ante las complejidades presentes. Al respecto, no se percibe un desempeño que se materialice en una aproximación, por sistematicidad o constancia, a los cambios requeridos en los actuales escenarios donde se privilegia, en el discurso de actualización del modelo económico cubano, los temas asociados al desarrollo rural-territorial y local.

Una de las cuestiones percibidas, con mayor atención por algunos de los actores sociales vinculados al sector agropecuario, está referida al papel que debe desempeñar el salario en la cotidianidad de la fuerza laboral y como aspecto que contribuye a su reproducción. González y Suset (2011) y Suset et al. (2011), en trabajos realizados sobre el tema, sostienen que la reserva productiva de la fuerza laboral no aprovechada se debe, entre otras cuestiones, a los limitados e insuficientes ingresos para garantizar su productividad y el mejor aprovechamiento de la jornada laboral, aspecto constatado en los municipios estudiados.

En el contexto de la percepción de los actores considerados, se corroboró que la estructura establecida en los municipios en cuestión, específicamente en el sector agropecuario, no favorece la articulación de actores ni tampoco las actividades que de ello pudieran resultar. En este caso, un papel crucial por su capacidad de autogestión en la prestación de servicios lo desempeña el sector cuentapropista, el cual constituye un actor clave y con fuerte presencia actualmente en los municipios estudiados. Al respecto, y a pesar de que estos forman parte del entramado de actores que tributan a las economías territoriales-locales, se percibe que el marco regulatorio existente no facilita su inserción natural en las transformaciones que se implementan; de ahí que no sean tomados en cuenta con relevancia en los cambios previstos y proyectados, debido, en gran medida, a la falta de potestades del CAM y de los organismos de los territorios sobre este actor de la economía; tampoco existen condiciones en la estructura establecida que permitan un funcionamiento articulado, con visión de territorio, de los diferentes sectores y organismos, de forma tal que propicie sinergias, la construcción colectiva y el trabajo colegiado (multidisciplinario y multisectorial).

Como se mencionó con anterioridad, la agricultura tiene un peso sustantivo en la economía de los municipios analizados, por lo que se requiere superar la lógica y mentalidad de la agricultura convencional por una alternativa, enfocada hacia la sostenibilidad, coherente en los sistemas productivos, que reconozca la presencia y utilidad de una racionalidad diversa, y que supere su comprensión como un proceso mecánico y no natural. Lo que se plantea es un aspecto que propicia la subordinación de los elementos vinculados con la subjetividad humana y privilegia las cuestiones técnico-productivistas, una de las razones que acentúan la resistencia al cambio y a las transformaciones que se requieren.

La idea de cambio social no queda traducida en acciones concretas; el seguimiento y la constancia para su logro, necesariamente, pasan por la experimentación del cambio de mentalidad, individual y colectiva, para gestar una institucionalidad que facilite aportes relevantes en la solución de las problemáticas existentes.

En los análisis realizados, el aspecto común es la necesidad de cambio personal, institucional y laboral, considerando las actuales condiciones del país y de los municipios, donde, desde hace varios años, se experimenta un proceso de ruptura y emergencia paradigmática (De Souza, 2013), puesto de manifiesto, en el caso de la agricultura, en legislaciones asociadas a la entrega de tierra, la creación de las delegaciones municipales de la agricultura, la comercialización en el contexto local, entre otros aspectos. Estos procesos son acompañados, como refieren Suset et al. (2013), por un gradual cambio de paradigma en el que se privilegian, en los sistemas productivos, las prácticas mixtas a partir de la coexistencia de elementos de la agricultura orgánica, la agroecológica y la convencional.

 

Aspectos agroproductivos

En las tablas 1, 2 y 3 se aprecia el comportamiento productivo de cada municipio durante los últimos años, obtenido fundamentalmente por los sectores colectivo-cooperativos, en los que se estima un uso más eficiente de la fuerza laboral y del área destinada a la producción agropecuaria; se considera que en ello influyen las capacidades de autogestión y de innovación ante los imperativos que impone la realidad contextual (socioeconómica y de acceso a diversos recursos). Una cuestión relevante es que la mayor parte de las producciones, en los tres casos, tributan al balance provincial y nacional, cuestión que no favorece la relación producción-productividad-consumo local, y, por ende, indispone la motivación por el cambio con respecto a considerar prácticas productivas, formas y gestión organizativas alternativas, lo cual demuestra una percepción negativa sobre los procesos productivos que no son del control y consumo territorial, como refieren los actores de los municipios.

Con respecto a lo anterior, se coincide con los criterios de Gómez-Vargas y Giraldo-Calderón (2014) y Molano-Cruz (2017), quienes refieren que en los procesos y sistemas alimentarios, a pesar de la existencia de relaciones económicas estructurantes y de las condiciones físicas y culturales específicas que configuran los territorios, son los actores los que generan, reconfiguran o limitan, de manera individual y colectiva, las relaciones que atenúan las estructuras de los sistemas alimentarios, en combinación con las políticas públicas que inciden en la consolidación y en la reconfiguración de las capacidades existentes. En lo que se plantea, también inciden las nuevas tecnologías que han conseguido abstraer de forma relativa a la agricultura de sus ciclos naturales, acortar tiempos de producción e imprimir nuevos ritmos y contenidos a los procesos laborales (Acosta, 2013).

Se constató que los incrementos productivos varían según los productos, y que hubo inestabilidad con respecto a los años analizados (tablas 1, 2 y 3). En este caso se infiere que no hay una racionalidad territorial para las producciones agrícolas y sí una lógica particular por productos, según la combinación garantía de insumos-afectaciones climatológicas en determinadas producciones y áreas de cultivo, lo cual incide en los rendimientos productivos y en el uso de las potencialidades existentes, cuestión que incluye la fuerza laboral. En ello también influye la baja productividad del trabajo y las limitadas innovaciones técnico-productivas que se realizan, fundamentalmente en el sector agropecuario estatal de los municipios, como consecuencia de las normas establecidas para la autogestión de los cambios requeridos y en la promoción de procesos de mejora continua.

Las relaciones que configuran, o reconfiguran, formas de participación en el diseño de estrategias para garantizar incrementos productivos y la seguridad alimentaria no permiten, de manera favorable, entender y explicar la existencia de un tejido social, en los municipios y los actores analizados, que sustente el sistema alimentario a nivel territorial. En ello también influye la vulnerabilidad económica y el deterioro de las condiciones de vida y trabajo en los contextos rurales y agroproductivos de los municipios estudiados, con notables asimetrías en relación con sus respectivos escenarios urbanos, en sintonía con lo referido por Altschuler (2012), pese a que estos territorios son espacios adecuados para la producción de alimentos.

Lo expuesto evidencia la compleja problemática socioeconómica y técnico productiva asociada al sector agropecuario de los municipios analizados, para lo cual las soluciones dependen de manera determinante de la intervención externa, en la que la rigidez de la institucionalidad establecida descalifica las potencialidades para la autogestión del gobierno local. Al respecto, Mora-Rivera y Cerón-Monroy (2015), en un estudio sobre diversas formas de obtención de ingresos, evidenciaron que una de las soluciones puede ser la diversificación de las producciones, como medio de acumulación y no como alternativa de sobrevivencia.

A partir de la información obtenida y de las ideas expresadas, los cambios sociales, desde la visión de los actores, se enfocan esencialmente en dos áreas, en las cuales no difieren los criterios de los municipios debido a que, entre otros aspectos, basan su economía principalmente en el sector agroproductivo. Al respecto, las percepciones de los participantes fueron seleccionadas atendiendo a sus valoraciones sobre: a) el contexto o las reglas del juego,específicamente asociado a la institucionalidad establecida, y b) elcambio social y la mejora personal, referido al cambio en las actitudes de las personas para que cambien las cosas.

 

Percepción sobre el cambio social y la mejora personal. La necesidad del cambio en las personas para que cambien las cosas

Se deben considerar los siguientes aspectos para fomentar cambios a partir del comportamiento de la experiencia de vida y trabajo de los actores:

1. Mejoras en el lugar y puesto que se desempeñe; cambio de mentalidad personal.

2. Mayor conciencia, compromiso y grado de responsabilidad para impulsar el desarrollo.

3. Mayor motivación de las personas, que facilite una mejor actitud ante la considerable apatía.

4. Mejoras en la comunicación.

5. Mejoras en la educación formal.

6. En los decisores, adquisición de mejor preparación y métodos de trabajo para el logro de una visión más amplia.

7. Asunción del cambio con responsabilidad (compromiso con el cambio).

8. Cambio en la mentalidad de los jóvenes.

9. Protagonismo de la familia en la educación de los hijos.

10. Necesidad de cambio y sinergia para articular acciones, procesos y actores.

Se constató que el desarrollo social conlleva un proceso de cambio, que a la vez implica conflictos provocados por la necesidad de reajustar el equilibrio precedente; sin embargo, este no se da separado del desarrollo individual. Existe un gran debate, entre actores y decisores analizados, sobre si las acciones deben estar encaminadas al incremento de la productividad, para que de ello resulten los beneficios y la mejora de la fuerza laboral o a la inversa; en estos municipios, necesariamente tiene que construirse de manera colectiva un proceso simultáneo, con incentivos en ambos sentidos y a partir de su complementariedad; de ahí que, como sugiere Max-Neef (2001) en su propuesta de desarrollo a escala humana, las sociedades y las organizaciones sanas deben plantearse, como objetivo ineludible, el desarrollo conjunto de todas las personas y de toda la persona.

En relación con lo anterior, se considera que el modelo centralizado dominante durante décadas, en el caso cubano, con el predominio de valores que quebrantan formas de organización y la articulación funcional, han promovido el avance de la innovación frente a la tradición, de la productividad frente a la sostenibilidad, del desinterés frente a la movilización y de la ilegalidad frente a la ética y los valores, como refiere Manzanal (2006), cuestiones percibidas por los actores analizados. Ello evidencia que el desarrollo como transformación debe enfocarse hacia la mejora integral, por lo que paralelamente a todo cambio en lo social debe existir un cambio en las personas, en sus mentalidades, que es más que poseer disposición o voluntad de que las cosas cambien. El cambio social no se puede hacer en el marco que tenemos; eso es una realidad técnica, no ideológica (Ramonet, 2014).

Entre los planteamientos y razonamientos realizados por los actores sociales, se reconoció la necesidad de experimentar cambios individuales de mentalidad para un mejor desempeño en cada puesto laboral, y de contribuir a estimular el compromiso y la responsabilidad, toda vez que las premisas sean la confianza y la transparencia.

Se pudo apreciar, y también confirmar, el importante rol que desempeña, en la práctica social a nivel territorial (municipal) y local, centrarse en la ética del carácter basado en la integridad, la fidelidad, la humildad, el esfuerzo, la paciencia y la «regla de oro»5, como cimiento de cambios duraderos para el éxito personal y colectivo (Covey, 2005). Lo anterior se relaciona con: a) la capacidad de percepción de riesgo en función de solucionar situaciones problemáticas y complejas asociadas a los procesos agroproductivos, para lo cual el contexto y la estructura establecida no ofrecen las garantías de los insumos básicos requeridos, y b) la vulnerabilidad en la ciudadanía por la percepción de amenaza ante la opción, ya arraigada, de encontrar soluciones únicamente en los mecanismos establecidos.

Se evidenció, en los municipios analizados, el papel esencial de las motivaciones y del cambio de comportamiento, a partir de modificar los paradigmas, o sea, la forma de interpretar la realidad para que las personas se desempeñen de manera proactiva; ello también permite reconocer la importancia de inculcar valores en los jóvenes, como mecanismo de garantía de sistematicidad y continuidad y para generar compromisos con el proceso de transformaciones que se implementa.

También se considera que los decisores deben estar provistos de herramientas y competencias que les permitan una proyección hacia los cambios (a mediano y largo plazos) basados en los posibles escenarios de la realidad contextual, aspecto que incluye considerar los insumos materiales y las competencias de la fuerza laboral, cuestiones no percibidas en los municipios analizados.

Ante el proceso de actualización del modelo económico que se experimenta en el país, se aprecian rasgos de «resistencia, ruptura y emergencia paradigmática», por lo que la opción de mostrar evidencias, a partir de la socialización de las lecciones aprendidas y de las experiencias exitosas, constituye una vía favorable para incidir en la implementación de propuestas innovadoras a nivel territorial-local, en correspondencia con el contexto y los actores. En este sentido, De Souza (2013) sostiene que en los procesos humanos lo relevante es comprender la interacción social mediante la cual los grupos de actores construyen sus diferentes percepciones de la realidad.

Lo anterior explica la necesidad de generar y promover una mayor participación y socialización de la información y el conocimiento, el establecimiento de sinergias y la construcción colectiva, con basamento en una institucionalidad organizacional integradora y funcionalmente coherente.

Con el fomento de un cambio social e institucional, se favorecen y requieren revisión las opciones de actuación, con respecto a lo establecido, para la realización de los procesos agropecuarios como sustento económico fundamental de los municipios en cuestión.

 

CONCLUSIONES

La aproximación de los referentes teórico-conceptuales relacionados con el cambio social y los conceptos asociados son de considerable utilidad para la comprensión de los aspectos subjetivos presentes en los procesos y las transformaciones a implementar en los municipios analizados.

La metodología utilizada permitió el establecimiento de un ambiente muy favorable, que facilitó una aproximación al conocimiento sobre las percepciones de los actores participantes y el intercambio de criterios e información.

A pesar de que los municipios analizados son predominantemente agropecuarios, desde la percepción de actores claves no hay una estabilidad global de sus producciones, aspecto que limita sus proyecciones agroproductivas a futuro y evidencia la influencia de las reglas establecidas y de la intervención extraterritorial.

Desde el conocimiento y la comprensión de las percepciones de los actores a nivel municipal, se percibe la necesidad de un cambio social; este se debe construir colectivamente, a partir de la sensibilización, la participación real y la articulación de actores y sectores al interior de los territorios.

El cambio social como tema recurrente en el debate actual evidencia, para los municipios analizados, un proceso de resistencia-ruptura-emergencia paradigmática con fuerte presencia en un sector clave como el agrícola, lo cual demanda atención primordial.

 

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Recibido el 23 de enero del 2017
Aceptado el 10 de junio del 2017

 

 

 

1Propuesta metodológica para el análisis sociológico en contextos particulares. Una de las obras clásicas de esta vertiente del conocimiento es la de R. Yin (1994): Case Study Research. Design and Methods, Sage Newbury Park, Canadá.


2El Centro de Estudios Demográfi cos de Cuba (CEDEM) defi ne los cuentapropistas como agentes económicos, fuera de los dos sectores sociales fundamentales de la economía socialista cubana –el sector estatal y el cooperativo–. El trabajo por cuenta propia está dentro del sector privado, aunque solo constituye una parte de este, dado que en la sociedad cubana opera también el mixto, resultado de asociaciones entre el capital extranjero y el estatal nacional, el campesinado individual, entre otras fi guras privadas que no son cuentapropistas.


3Véase los Lineamientos sobre la Política Económica y Social de Cuba, resultado de los análisis realizados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.


4En las CPA los productores son propietarios de la tierra y la usan con fines comunes; mientras que en las CCS sus miembros son propietarios y usan sus parcelas de manera individual, aunque para el acceso a servicios y créditos lo hacen colectivamente. Las UBPC utilizan en usufructo las tierras destinadas a producción.


5También se reconoce como «ética de la reciprocidad», denominación que expresa un principio moral: «trata a los demás como querrías que te tratasen» (en su forma positiva) o «no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan» (en su forma negativa). Se encuentra bajo distintas formulaciones en muchas culturas, religiones o filosofías, como una regla fundamental. Se sugiere ver epígrafe «La personalidad y la ética del carácter» (pp. 12-13) en Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey (2003).