ARTÍCULO DE INVESTIGACION

 

 

 

Papel de los sistemas agroforestales en el escenario agrario de las cuencas hidrográficas de Cuba

 

Role of the agroforestry systems in the agricultural scenario of hydrographical basins in Cuba

 

 

 

A. Renda

Instituto de Investigaciones Forestales. Calle 174 No. 1723 e/ 17b y 17c, Siboney, Playa. Ciudad de La Habana, Cuba
E-mail: felipe.cabrera@infomed.sld.cu

 

 

 

 


RESUMEN

En general, el fenómeno de la deforestación conllevó a una evolución del uso de la tierra: BOSQUE-AGRICULTURA-GANADERÍA-BOSQUE, lo que impactó el ciclo hidrológico natural y la aceleración de los procesos degradativos de los suelos en el escenario agrario de las cuencas hidrográficas de Cuba. Según el PNCMS (2000) en el país existen 2 589 142 ha de pastizales, de ellas 366 302 ha dedicadas a pastos y forrajes y 2 222 840 ha a pastos naturales, que equivalen al 38,7% de la superficie agrícola del país. Esta alta cifra de áreas con pastizales, de las cuales una cantidad considerable está ubicada en suelos degradados por diversos fenómenos (casi el 80% sufre de procesos erosivos en diversos grados), necesita cambiar de uso para lograr un equilibrio más dinámico en función de la conservación de la cobertura edáfica y las aguas. Generalmente los sistemas silvopastoriles se aplican en las áreas dedicadas a la ganadería, donde el árbol está en el terreno, ya sea en forma de cercas vivas, barreras rompevientos, como sombra para los animales o como forrajeros. También se aplican en pastizales despoblados, donde se plantan los árboles y luego se introducen los animales, una vez que alcancen cierto desarrollo y no puedan ser dañados por aquellos, lo cual conlleva a la permanencia del sistema por varias décadas. Los resultados de las investigaciones demostraron que al incorporar los árboles al sistema de producción es posible frenar los procesos erosivos en los pastizales, al reducirse el coeficiente de escurrimiento superficial, lo cual favorece la fertilidad y el contenido de humedad en los suelos, así como una mejora en la producción de carne (432,1 kg/ha/año) y de leche (6 litros/vaca/día en la época lluviosa y 3,5 en la seca), sin necesidad de insumos externos.

Palabras clave: Agroforestería, cuencas hidrográficas.


ABSTRACT

In general, the phenomenon of deforestation led to an evolution in land use: FOREST-AGRICULTURE-LIVESTOCK-FOREST, which had an impact on the natural hydrological cycle and the acceleration of the soil degrading processes in the agricultural scenario of hydrographical basins in Cuba. According to the PNCMS (2000) in the country there are 2 589 142 ha of pasturelands, from them 366 302 ha are dedicated to pastures and forages and 2 222 840 ha to natural pastures, which are equivalent to 38,7% of the agricultural land of the country. This high number of areas with pasturelands, from which a considerable amount is located on soils degraded by different phenomena (almost 80% undergoes eroding processes of diverse degrees), needs to change their use to achieve a more dynamic balance in relation with the conservation of the edaphic cover and the waters. Generally, silvopastoral systems are applied in areas dedicated to livestock rearing, where the tree is on the land, as living fences, windbreak barriers, and shade for the animals or forage. They are also applied in depopulated pasturelands, where the trees are planted and then the animals are introduced, once the former have reached a certain development and can not be damaged by the latter, which leads to the permanence of the system for several decades. The results of the studies showed that when trees are incorporated to the production system it is possible to hinder the eroding processes in the pasturelands, by reducing the surface run-off, which favors the fertility and moisture content of the soils, as well as an improvement in meat (432,1 kg/ha/year) and milk production(6 liters/cow/day in the rainy season and 3,5 in the dry season), without needing external inputs.

Key words: Agroforestry, hydrographical basins.


 

 

INTRODUCCIÓN

En sentido general, en el país la deforestación desde siglos pasados conllevó a una evolución del uso de la tierra: BOSQUE-AGRICULTURA-GANADERÍA-BOSQUE, lo que impactó el ciclo hidrológico natural en el escenario agrario de las cuencas hidrográficas, debido fundamentalmente al desarrollo de la industria azucarera que implicó el desmonte de enormes extensiones de suelos cubiertos de diversas especies maderables y frutales para establecer la caña de azúcar, la ganadería y otros cultivos agrícolas para la alimentación de la creciente población.

En tales condiciones, se desencadenaron progresivamente los procesos degradativos en la cobertura edáfica, si se tiene en consideración que la reforestación apenas se realizó hasta 1959 y la expansión de la frontera agrícola se desarrolló horizontalmente sin seguir criterios ecológicos, para mantener la estructura y fertilidad de los suelos, base fundamental para la producción sostenida de los productos forestales y agropecuarios.

Paralelamente a esta evolución de los recursos boscosos y de la población en tiempo y espacio, las áreas destinadas a la producción agrícola y ganadera, como producto del mal manejo, han sido afectadas (PNCMS, 2000) por procesos erosivos (4,9 millones de hectáreas), por problemas de compactación (1,6 millones de hectáreas), por escasa retención de humedad (2,5 millones de hectáreas), por acidez y pedregosidad (1,6 millones de hectáreas) y por salinidad y/o sodicidad (1 millón de hectáreas).

Por otra parte, los recursos hídricos, asociados a los bosques por su papel hidrorregulador, antierosivo e hidroprotector, también han evolucionado en el tiempo y en el espacio, al alterarse y reducirse la masa boscosa y al aumentar la capacidad de almacenamiento del escurrimiento superficial anual (más de 7 000 millones de metros cúbicos) en 241 grandes y costosas obras hidráulicas y más de 750 micropresas.

Esta situación cobra una gran importancia para continuar desarrollando de manera sostenible la aplicación de técnicas agroforestales, con énfasis en los sistemas silvopastoriles, para revertir los problemas de la degradación de los suelos en las áreas ganaderas que ocupan el 38,7% de la superficie agrícola, aumentar el índice de boscosidad y alargar el período de vida útil de las obras hidráulicas, ya que casi toda el área de producción agrícola, ganadera y del patrimonio forestal se distribuye por las 632 cuencas hidrográficas del país de tamaño mayor que 5 km2, por las cuales fluye anualmente el 80% del escurrimiento fluvial, evaluado en 27 700 millones de metros cúbicos.

El objetivo del presente trabajo es dar a conocer los resultados de las investigaciones que se relacionan con el papel de la vegetación forestal y los sistemas silvopastoriles en el espacio cuenca hidrográfica.

 

DESARROLLO

La vegetación forestal aporta beneficios directos e indirectos esenciales para el desarrollo agropecuario sostenible, por sus relaciones recíprocas con los sistemas de producción, al proteger y mantener la fertilidad del suelo y la calidad de las aguas, así como suavizar los rigores del clima, entre otros, durante el proceso de producción agroalimentaria en las cuencas hidrográficas.

Desde 1812 hasta 1991 (tabla 1) se han perdido más de 7,74 millones de hectáreas de bosques (MINAG, 1992; DNF, 2003), en su mayoría irrecuperables en cuanto a la diversidad y el efecto que pudieran haber causado al mejoramiento medio ambiental.

Como se observa, en ese mismo tiempo la población aumentó de 0,5 millones a 10,8 millones de habitantes, se redujo la relación superficie de bosque/población de 19,8 a 0,23 ha para recibir bienes y servicios ambientales de este importante recurso natural. Se destaca que en los últimos 11 años (hasta el 2003) la población creció en un 3,6%; mientras que la cobertura creció en casi el 4%, demostrándose el incremento sostenido de las actividades de reforestación.

No obstante, se debe destacar que en todas las regiones el índice de boscosidad no se comporta uniformemente, pues hay provincias que lo tienen más elevado que otras e incluso municipios ubicados en cuencas importantes que apenas rebasan el 4% de la cobertura boscosa.

Por otra parte, las áreas destinadas a la producción agrícola y ganadera, como producto del mal manejo, han sido afectadas por diferentes procesos, de acuerdo con lo informado en PNCMS (2000).

Esto significa un franco deterioro del potencial productivo natural del suelo, que lo inhabilita para la producción agropecuaria sostenida en el tiempo y en el espacio cuenca hidrográfica, por lo que se requiere de la aplicación de medidas urgentes para mejorarlo.

También se puede mejorar esta situación con un cambio de uso, mediante la reforestación con especies multipropósitos mejoradoras de suelos, de crecimiento rápido por un tiempo bastante prolongado, que permita obtener simultáneamente productos directos de las plantaciones (leña, madera rolliza, etc.). De esta manera, se aplica el principio de conservar y mejorar el suelo y el medio ambiente, produciendo riquezas en el corto plazo para incentivar su generalización, en aras de la sostenibilidad del sistema de producción agropecuaria.

En la ganadería, cuando se degradan los suelos por compactación de la capa superior, el nivel de materia orgánica se reduce, se destruye la estructura y su estabilidad y, por consiguiente, se disminuye la capacidad de retención y velocidad de infiltración de las aguas de lluvias, lo que provoca la erosión en diversos grados, que hace insostenible la producción ganadera. En los países del cono sur latinoamericano, la compactación es la causante de la erosión hídrica en el 57% del total de las áreas degradadas y en el 6 y 9% del deterioro físico y químico del suelo, respectivamente (Ago y Kessler, 1996).

Hernández, Arteaga, Cancio, Peña, Muñoz y León (2001) reportaron que en la premontaña del Escambray se registran pérdidas de suelo por erosión hasta 92,5 t/ha/año en pendiente abrupta, durante la preparación del terreno hasta el establecimiento del pasto, pero hasta 6 t/ha/año en pendientes suaves de pastizales.

En las Alturas de Bejucal, microcuenca Aguas Claras, se reportan tasas erosivas entre 8 y más de 70 t/ha/año en los pastizales degradados; mientras que en las áreas cubiertas por el bosque apenas supera 1 t/ha/año, alcanzando el coeficiente de escurrimiento superficial valores superiores a 0,70 (Instituto de Suelos, 2005).

En este sentido, en los estudios realizados en los años 70 por el INDAF (1976, 1977, 1978) en 21 parcelas de pastizales, se encontró que como promedio por aguacero, la tasa erosiva resultaba de 41,9 kg/ha y el coeficiente de escurrimiento superficial de 0,26; mientras que las aguas alcanzaban una turbidez media de 2,3 g/litro.

Sin embargo, el pastizal bien manejado protege eficientemente el suelo de la erosión hídrica, cuando cubre casi toda la superficie y está arbolado con especies multipropósitos en pendiente menor de 20°.

Todo lo contrario se manifiesta cuando los pastizales se ubican en las vertientes de las cuencas con pendiente mayor de 20°, ya que el sobrepastoreo intensivo y la degradación del suelo provocan un aumento del escurrimiento sólido en más de 40 veces.

Según el PNCMS (2000) en el país existen 2 589 142 ha de pastizales, 366 302 ha (14%) dedicadas a los pastos y forrajes y 2 222 840 ha (86%) de pastos naturales, que equivalen al 38,7% de la superficie agrícola del país. Esta cifra elevada de áreas con pastizales, de las cuales una cantidad considerable está ubicada en suelos degradados por diversos fenómenos (casi el 80% sufre de procesos erosivos en diversos grados), necesita (en términos de planificación y ordenamiento de los recursos suelos y bosques en el escenario agrario) cambiar de uso para lograr un equilibrio más dinámico en función de la conservación de la cobertura edáfica y las aguas.

Con ese ordenamiento territorial de los pastizales en las cuencas hidrográficas, se puede disminuir considerablemente los efectos negativos del sobrepastoreo en las características físicas y químicas de los suelos, referidas a su fertilidad y a las propiedades hidrológicas, las cuales fueron muy favorables antes de la deforestación, ya que la cobertura boscosa propicia un nivel estable de la materia orgánica y el reciclaje de los nutrientes, así como un sostenido flujo de agua al sistema hidrográfico.

Por otro lado, en los pastizales degradados y desprovistos de árboles se produce una marcada sequía ambiental y edáfica, debido a que el coeficiente de escurrimiento superficial es más alto que en las áreas de cultivos y bosques; como resultado, ocurre una alta evaporación improductiva y muy poco contenido de humedad en la masa del suelo. Esto se debe a que en los escenarios abiertos o desprovistos de vegetación, la velocidad del viento y la alta cantidad anual de horas sol genera una alta evaporación, que generalmente resulta cuatro veces mayor que en áreas ocupadas por la vegetación forestal (Molina y Manso, 1993).

De acuerdo con los datos hidrometeorológicos de 12 estaciones situadas entre 36 y 360 msnm, aportados por el Instituto de Hidroeconomía, en la región hidrológica central, donde existe una mayor superficie de pastizales en el país, la cantidad anual de horas sol varía entre 2 699 y 3 035 y la velocidad del viento entre 2,8 y 7,3 km/hora. Tales condiciones, junto con el alto grado de erosión, posibilitan que la pérdida de agua alcance cifras irremediables, que influye tanto en la producción de hierbas para el ganado como en el aporte de agua al sistema hidrográfico y a los embalses construidos aguas abajo.

Sin embargo, analizando de conjunto, por regiones hidrológicas, los datos relacionados con la cubierta forestal, el área agrícola cubierta por árboles leñosos como Dichrostachys cinerea (marabú) y Acacia farnesiana (aroma), la cantidad de cuencas y la cantidad de agua aprovechable, se puede apreciar con claridad el importante papel que desempeña la vegetación forestal en el manejo de las cuencas hidrográficas. Como se indica en la tabla 2, la región hidrológica que presenta una mayor cobertura de marabú y aroma, según Paretas, Mesa, López, Pazos y Padrón (1994), es la central (52,5%).

Además, dichos autores plantean que el porcentaje de área agrícola cubierta por esas especies indeseables se manifiesta en dejar de manejar más de 2 millones de cabezas de ganado bovino, que sobrepastorean en las áreas que no están afectadas, con sus consecuencias negativas.

Así, en el 2001 la invasión de aroma-marabú alcanzó casi el 50% del área ganadera, por lo que las no invadidas se sometieron a un fuerte sobrepastoreo que conllevó al incremento de la degradación de los suelos por efecto de la erosión (79%) y la compactación (24%), y a la desertificación en un 23%, con la consiguiente disminución de la disponibilidad de alimentos para la masa, lo que repercutió en la merma de la producción de leche y carne (López, González, Muñoz, Ruiz, Serrano, Rodríguez, Paretas y Ruiz, 2001).

Sin embargo, en la región hidrológica central, aun cuando no se dispone de datos sobre la compactación del suelo, en las plantaciones de Eucalyptus de 26 años de edad, dedicadas al silvopastoreo sobre suelo Pardo sin carbonatos, se obtuvieron importantes resultados. Los árboles de Eucalyptus citriodora alcanzaron (como promedio) 27,3 m de altura y 35,3 cm de d1,3; mientras que los de Eucalyptus deglupta, en los linderos de los cuartones del silvopastoreo lograron a la misma edad 23,8 m de altura y 38,3 cm de d1,3. El ganado bovino, manejado de forma extensiva con una carga de 0,2 UGM/ha, no afectó los árboles y se obtuvo una producción de 4 L de leche/vaca/día; mientras que el ganado ovino de raza criolla y una carga de 20 animales/ha, manejado con un tiempo de ocupación de seis horas por día y una rotación cada 30 días (cinco días de estancia en cada uno de los seis cuartones), incrementó su peso en 73 g/día.

Esta ganancia en peso fue algo superior a la reportada en la región hidrológica oriental (70 g/día), pero con la presencia de especies de caoba (Khaya nyasica, Khaya senegalensis y Swietenia macrophylla) y guinea en un suelo Pardo sin carbonatos (Calzadilla, Torres, Mojena, Álvarez, Renda, Forcade, Mercadet y Álvarez, 1992).

Otra experiencia silvopastoril importante, pero en la premontaña norte de la Sierra Maestra, cuenca del río Guamá, que merece ser generalizada, resultó del trabajo de investigación del Proyecto «Manejo agroforestal e hidrológico forestal sostenible de las montañas», desarrollado por el Instituto de Investigaciones Forestales (Renda, Calzadilla, Jiménez, Ponce, Mora y Molina, 2001).

La experiencia consistió en la producción de leche en una finca silvopastoril (otrora con los suelos degradados por la ganadería extensiva y sin uso económico) en que, después de reforestarse y por regeneración natural, las áreas de pastizales quedaron arboladas y el suelo recibió los impactos beneficiosos que influyeron en los resultados productivos de carne (432,1 kg/ha/año) y de producto lácteo. De acuerdo con lo reportado por Calzadilla, Torres y Ferrer (1993), después de siete años de la reforestación y la regeneración natural en los cuartones, los suelos se mejoraron considerablemente. El contenido de materia orgánica se elevó de 3,4 a 4,19%, el N asimilable de 5,8 a 6,2 mg/100 g y el P asimilable de 0,88 a 2,8 mg/100 g.

Los suelos de la finca son del tipo Pardo sin carbonatos ubicados en pendiente desde 5 hasta 40%, con profundidades desde 25 hasta 50 cm. La distribución espacial de los componentes del sistema se hizo atendiendo a las características del relieve; se destinaron 14 ha (en área de mayor pendiente) al componente forestal en forma de faja periférica con una anchura de 10 a 150 m, y la de menor pendiente (12 ha) para los pastizales arbolados, divididos en seis cuartones (cada cuartón de 2 ha) y un área forrajera de una hectárea.

Los resultados de la reforestación en la faja forestal y la regeneración natural en los cuartones permitieron estabilizar el desarrollo del pastizal como fuente básica de alimentación, formado por Paspalum notatum (pasto mexicano), Andropogon caricosus (jiribilla) e Hyparrhenia rufa (faragua), así como la existencia de más de 1 000 ejemplares de Psidium guajava (guayaba), 183 de Samanea saman (algarrobo) y 373 de Cordia collococca, los cuales constituyen una fuente suplementaria de alimentación (Calzadilla, Leyva y Torres, 1996). El espaciamiento fue, aproximadamente, de 26 m para S. saman, 18 m para C. collococca y 10 m para P. guajava; por cuartones arbolados la densidad fue de 139 árboles/ha.

Durante dos años se introdujeron 25 vacas de cinco años de edad para el pastoreo libre en los cuartones y en el área forrajera de una hectárea, con una carga aproximada de 2 animales/ha. En estas condiciones de finca mejorada y estabilizada, desde el punto de vista ambiental, las vacas produjeron 6 L/vaca/día en la época lluviosa y 3,5 L en la seca, para un promedio anual de 4,7 L, sin ningún uso de insumo externo, lo cual le imprime un valor ecológico inestimable a la leche. El mejoramiento producido en el sistema de producción silvopastoril se puede explicar por el hecho de que los árboles de especies latifolias (en la faja periférica y en los cuartones), permitieron una reducción considerable de los procesos erosivos del suelo y, consecuentemente, el mejoramiento de los pastos, si se considera que anteriormente era mínima y dispersa su presencia y el pastizal estaba degradado.

Por otra parte, los árboles de especies latifolias disminuyen la evaporación improductiva en los pastizales y les proporcionan sombra a los animales para protegerse de los rigores del clima local y alimentos en la época de sequía. Según un estudio realizado acerca de la evaporación y el rocío durante cinco años (tabla 3) en la EEF Guisa (Molina y Manso, 1993; Renda et al., 2001), cercana al área experimental silvopastoril, la evaporación en los pastizales fue de 0,189 mm/día (equivalente a un promedio anual de 61,4 mm) y bajo el bosque de latifolia, a 1,3 m del suelo, de 0,044 mm/día (equivalente a 14,3 mm promedio anual). Esto significa que la evaporación en los pastizales es cuatro veces mayor que en el bosque, debido fundamentalmente a la presencia de la capa de hojarasca que se acumula en la superficie del suelo, que impide la salida del agua hacia la atmósfera.

Estos resultados demuestran la importancia y la necesidad de incorporar los árboles de especies latifolias, ya sea como sombra, cercas vivas, cortinas rompevientos, forraje o faja hidrorreguladora, al sistema de producción ganadera, para garantizar la humedad de los suelos, lo que repercute en una mayor producción de los pastos para la alimentación de la masa animal, principalmente en la época de sequía.

Otro indicador que influye en el mejoramiento del sistema de producción silvopastoril con la incorporación de los árboles de especies latifolias, es el coeficiente de escurrimiento superficial, que es muy alto en los pastizales, casi siempre tres veces mayor que en los bosques de estas especies. De acuerdo con esta proporción es posible plantear que una hectárea de bosque de especies latifolias, ubicada en las márgenes de los cursos de agua, puede retener el escurrimiento superficial de 3 ha procedente de las vertientes ocupadas por los pastizales y los cultivos agrícolas, en subcuencas o cuencas hidrográficas, debido al reconocido efecto purificador de la vegetación forestal.

Asumiendo que el promedio anual de las lluvias, donde se estudió la evaporación y el rocío, resultó durante cinco años de 1 290 mm, al multiplicarlo por el valor promedio del escurrimiento superficial de los pastos (0,26 x 3), se obtiene una lámina de escurrimiento de 1 006,2 mm ó 10 062 m3 de agua por hectárea que resulta purificada.

La interpretación de este cálculo indica que anualmente, una vez establecida esa superficie boscosa (1 ha) en forma de faja forestal, después de transcurridos cinco o seis años (que es cuando se inicia la efectividad hidrológica: antierosiva, hidroprotectora e hidrorreguladora) de la reforestación, se puede mejorar la calidad del agua en esos 10 062 m3 que fluye hacia el sistema hidrográfico de la cuenca, lo cual constituye una inestimable base de cálculo para la valoración económica de los servicios ambientales de la vegetación forestal.

En el país existen millones de hectáreas de pastizales, muchas veces degradados en las laderas de las vertientes y deforestadas las márgenes de sus cursos de agua, que aumentan el contenido de sólido en suspensión con la consiguiente disminución de la calidad de esas aguas que escurren hacia embalses de diversos tamaños; teniendo en consideración lo anterior y los valores promedio del coeficiente de escurrimiento superficial en dichas áreas, se han estimado beneficios económicos que merecen una reflexión.

El mejoramiento del sistema de producción silvopastoril con la incorporación de los árboles de las especies latifolias, tanto en el pastizal como en la faja hidrorreguladora, constituye una ventaja factible, ya que el coeficiente de escurrimiento superficial es muy alto en los pastizales, casi siempre entre tres y cinco veces mayor que en los bosques de estas especies.

En la tabla 4 se muestra el efecto purificador de las fajas forestales en algunas cuencas hidrográficas, cubiertas con extensas áreas de pastizales, de acuerdo con el comportamiento del régimen anual de lluvias y su efecto económico. Es necesario aclarar que el límite de las cuencas indicadas es hasta el cierre del embalse o hasta el punto de confluencia con el río principal.

El efecto económico resulta de la multiplicación del volumen de agua purificada (después de escurrir por la faja forestal) por el costo de purificación de 1 m3 de agua, que para la Ciudad de La Habana se estimó en 4,75 centavos. Como se observa, el efecto económico anual será mayor en aquellas cuencas donde el régimen anual de lluvias sea más alto. El significado práctico de estos resultados estriba en que, conociendo el costo de establecimiento de una hectárea de faja forestal alrededor de los cursos de agua y embalses, es posible, después del quinto año de establecida, obtener una rentabilidad y una ganancia anual por concepto del servicio ambiental que presta esta versión artificial del bosque de galería en las cuencas hidrográficas.

No sólo como factor hidrorregulador las plantaciones forestales generan servicios ambientales con beneficios económicos, sino también realizan funciones antierosivas y restauradoras de la fertilidad de los suelos degradados por diversos fenómenos o por cambio de uso.

El bosque como faja forestal de 50 m por 20 m de ancho (el 1% del área de la subcuenca) en las partes bajas de las subcuencas agrícolas de 1 km2 de superficie en las zonas premontañosas (Mora, Molina, Manso, Renda y Melchanov, 1994), puede evitar la pérdida de suelo o la erosión (después de 10 años de establecida) equivalente a 1 966 m3/ha o 196,6 m3/ha/año; tal cantidad representa 0,9 ha de cultivos que se pierden (considerando el peso de la capa arable a 15 cm de profundidad). Si se establecen fajas forestales en 1 000 subcuencas agrícolas de 1 km2 de superficie, después de 10 años de establecidas, se puede evitar la pérdida de 893,6 ha de suelo cultivable, y si el precio de una hectárea cultivable en usufructo es actualmente en el país de 70,00 USD, entonces el beneficio ambiental se elevaría a 62 554,5 dólares o a 6 255,4 dólares/año.

 

CONCLUSIONES

Con esta conveniente y necesaria acción se pretende reforzar el agroecosistema ganadero dentro del escenario agrario de las cuencas hidrográficas, con la finalidad de imprimirle una mayor sostenibilidad productiva y ambiental, ya que se incrementa la posibilidad de alimentación de la masa ganadera que se somete al pastoreo, proporcionándole servicios e impactos ambientales beneficiosos al entorno del pastizal por el efecto de los árboles, si se considera que la evaporación desde la superficie del suelo es cuatro veces menor bajo los árboles que en el pastizal totalmente deforestado.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Recibido en septiembre de 2006
Aceptado en octubre de 2006