ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN
Evaluación del desempeño reproductivo de hembras Mambí de primer parto en silvopastoreo
O. López, L. Lamela y Tania Sánchez
Estación
Experimental de Pastos y Forrajes "Indio Hatuey" Central España
Republicana, CP 44280, Matanzas, Cuba
E-mail: OLopez@indio.atenas.inf.cu
RESUMEN
Se realizó un experimento en la vaquería 066 de la Empresa Pecuaria Genética de Matanzas, con el objetivo de caracterizar el comportamiento reproductivo de vacas Mambí de primera lactancia en un sistema silvopastoril. Para ello se utilizaron 105 hembras Mambí, clínicamente sanas, con 7 ½ meses de gestación. Se determinó el peso vivo de todos los animales, los índices reproductivos de las vacas y, como indicadores del perfil metabólico, la urea sanguínea y el hematocrito. Los terneros pesaron al nacer entre 35 y 38 kg, con diferencias significativas (P<0,05) entre los distintos bimestres; sin embargo, en función de la época y de la edad de las vacas al parto no hubo diferencias significativas. En el caso de los intervalos parto-primera inseminación y parto-gestación se encontraron diferencias significativas (P<0,05) entre los diferentes bimestres; mayo-junio fue el de mayor duración del IPS (173 días) y marzo-abril, mayo-junio y noviembre-diciembre los de mayor valor del IPG (216, 178 y 160 días, respectivamente). Las hembras que entraron al sistema en el período poco lluvioso tuvieron un IPS significativamente menor (P<0,05) que las que entraron en el período lluvioso (107 vs 139 días, respectivamente). Sin embargo, el IPG fue similar para ambas épocas de entrada (152-167 días); mientras que el número de servicios por gestación fue significativamente inferior (P<0,01) para las hembras que entraron al silvopastoreo en el período lluvioso (1,38) con respecto a las que lo hicieron en seca (1,75). El hematocrito en vacas presentó valores entre 28,8 y 29,7 g/L durante todo el año; sin embargo, en el análisis por categorías productivas se encontró que las novillas a los 8 meses de gestación tuvieron un valor superior (30,9 g/L) al de las «vacas problema» (27,3 g/L). Los valores de urea sanguínea estuvieron por encima de 20 mg/dL para todas las categorías productivas; mientras que las hembras que entraron en el período poco lluvioso presentaron concentraciones significativamente superiores (P<0,001) que las que entraron en el período lluvioso (32,9 vs 15,5 mg/dL, respectivamente). Los resultados indican que las vacas Mambí de primer parto en sistemas silvopastoriles con multiasociación de leucaena y pastos mejorados presentan un comportamiento reproductivo satisfactorio durante todo el año.
Palabras clave: Desempeño reproductivo, vacas lecheras, sistemas silvopascícolas.
ABSTRACT
An experiment was carried out at Dairy 066 of the Livetock Genetic Firm, Matanzas, with the objective of characterizing the reproductive performance of first lactation Mambi cows in a silvopastoral system. For that, 105 Mambi cows, clinically healthy, with 7 ½ months of pregnancy were used. Live weight of all animals, reproductive rates of cows and, as indicators of the metabolic profile, blood urea and haematocrit were determined. The calves weighed between 35 and 38 kg at bith, with significant differences (P<0,05) among the different two-month periods; however, according to the season and age of the cows at parturition there were no significant differences. In the case of the intervals parturition-first insemination (IPS) and parturition-pregnancy (IPP), significant differences (P<0,05) were found among the different two-month periods: May-June was the one with the longest IPS (173 days), and March-April, May-June and November-December had the highest IPP value (216, 178 and 160 days, respectively). The cows that entered the system in the dry season had a significantly lower (P<0,05) than the ones that entered in the rainy season (107 vs 139 days, respectively). However, IPP was similar for both seasons (152-167 days); while the number of services per pregnancy was significantly lower (P<0,01) for the cows that entered the silvopastoral system in the rainy season (1,38) as compared to the ones that did it in the dry season (1,75). Haematocrit in the cows showed values between 28,8 and 29,7 g/L during the whole year;however, in the analysis by productive categories, the heifers at 8 months of pregnancy were found to have a higher value (30,9 g/L) than the «problem cows» (27,3 g/L). Blood urea values were above 20 mg/dL for all productive categories; while the cows that entered in the dry season showed significantly higher (P<0,001) concentrations than the ones that entered in the rainy season (32,9 vs 15,5 mg/dL, respectively): The results indicate that first parturition Mambi cows in silvopastoral systems with multiassociation of Leucaena leucocephala and improved pastures show a satisfactory reproductive performance during the whole year.
Key words: Reproductive performance, diary cows, silvopastoral systems.
INTRODUCCIÓN
El deterioro productivo,
reproductivo y físico que han experimentado los rebaños genéticos
en Cuba, como consecuencia de la deficiencia alimentaria existente a partir
de principios de la década de los noventa, motivó la búsqueda
de nuevas vías y alternativas de alimentación para los animales,
lo que ha generado el desarrollo y evaluación de varios sistemas tecnológicos.
Entre ellos se destacan, como promisorios, los sistemas silvopastoriles multiasociados
que incluyen la leucaena y los pastos mejorados en toda el área.
Las investigaciones
realizadas en Cuba y en el mundo han demostrado las potencialidades que posee
la leucaena, por sus altos contenidos de proteína, así como las
posibilidades de producir leche con el empleo del silvopastoreo (Simón,
1998). Este es un sistema que no solo busca mejorar la producción ganadera,
sino también devolver a los ecosistemas su diversidad y sostenibilidad
(Pezo e Ibrahim, 1996).
Por su parte,
la reproducción constituye el evento primario y decisivo para alcanzar
una mayor producción de leche (Menéndez, 1993), pues está
claro que cuanto más fértil es una vaca en su período productivo
(ideal es un parto al año), tanto más elevada es su producción
media diaria de leche, considerada en el período de permanencia en el
rebaño (Cappa, 1993). Sin embargo, a pesar de este determinante papel,
el tema relacionado con el comportamiento y la respuesta reproductiva de las
vacas en estos sistemas ha sido poco estudiado. Es por ello que el objetivo
de este trabajo fue caracterizar el comportamiento reproductivo de las vacas
Mambí de Cuba, en el primer parto, explotadas en un silvopastoreo multiasociado,
según la época de entrada de los animales al sistema.
MATERIALES Y MÉTODOS
Ubicación del área experimental. El estudio se desarrolló durante el período comprendido entre julio del 2000 y junio del 2001, en una vaquería perteneciente a la Empresa Pecuaria Genética de Matanzas, la cual se encuentra situada geográficamente en los 23° de latitud norte y los 80° 30' de longitud oeste, a 70 m de altura sobre el nivel de mar, y se ubica en zonas aledañas al poblado de Guanábana, perteneciente al municipio de Matanzas.
Descripción de la vaquería y su manejo general. Es una
vaquería típica de 120 animales, con una capacidad cubierta de
80 vacas y un área total de 47 ha para una carga de 1,7 animales/ha,
dividida en 37 cuartones de aproximadamente 1,1 ha cada uno.
Las especies de pasto mejorado predominantes fueron Panicum maximum cv.
Likoni y Cynodon nlemfuensis cv. Jamaicano, y como leguminosa Leucaena
leucocephala cv. Cunningham, con dos años de establecida, una distancia
media entre surcos de 5,5 m y una densidad promedio de 10 000 plantas/hectárea.
El tiempo de ocupación de los cuartones fue de un día en la época lluviosa y de 1,5 a 2 días en la poco lluviosa, con lo que se garantizó un tiempo de reposo al pasto de 28-33 y 49-66 días para cada época, respectivamente. Los animales para su manejo se dividieron en dos grupos (vacas en producción y vacas gestantes secas).
Características de los animales. Se utilizaron un total de 105 hembras de la raza Mambí (3/4 Holstein y 1/4 Cebú), clínicamente sanas, que entraron a la unidad con 7 1/2 meses de gestación y un peso aproximado de 420 kg. Su entrada a la vaquería fue de forma paulatina y se controló por bimestres del año.
Estas hembras
tuvieron como promedio una edad de incorporación a la reproducción
de 32 meses, con 299 kg, y un intervalo incorporación-gestación
de 200 días; mientras que la edad al primer parto fue de 49 meses.
Durante la
etapa de desarrollo estos animales se manejaron en sistemas con monocultivo
de gramíneas mejoradas sin fertilizar y manifestaron una ganancia media
diaria de 245 g/día.
Mediciones realizadas a los animales
Determinación de los indicadores reproductivos. Se determinaron los intervalos parto-primer servicio (IPS) y parto-gestación (IPG), el número de servicios por gestación (S/G) y el peso de los terneros al nacer en un total de 105 animales, a partir de la tarjeta de control reproductivo y utilizando hojas de cálculo del programa Excel sobre sistema operativo Windows' Milenium, Office 2000.
Determinación de los indicadores de perfil metabólico. Para ello se emplearon dos grupos de 28 animales, uno en cada época, los que a su vez estaban formados por cuatro subgrupos de siete animales cada uno, según la metodología propuesta por Álvarez (1999): 1) novillas de 8 meses de gestación, 2) vacas de 10-20 días de lactancia, 3) vacas con dos meses de lactancia, y 4) vacas problemas. A todas se les extrajo sangre por punción de la vena yugular, en el horario de la mañana; una parte (5 mL) se colectó en tubos de ensayo de cristal con anticoagulante (heparina 50 µL) para la determinación de hematocrito (por el método de microhematocrito) y la otra parte (20 mL) se colectó en tubos de cristal sin anticoagulante. Posteriormente a la formación del coágulo, se centrifugó la fracción líquida y el suero obtenido se depositó en viales de 1,5 mL, que se guardaron en congelación a -30°C hasta su análisis para la determinación de urea, por el método colorimétrico según la norma cubana 74-36 (Anon, 1986).
Análisis
estadístico de los resultados
Para
el análisis estadístico de los resultados se utilizó el
modelo lineal generalizado perteneciente al paquete estadístico SAS (1987).
Los datos se adaptaron al siguiente modelo:
Yjk
= µ+Ej+Bk+ejk
Yjk=
log Yjk
µ=constante
común a todas las observaciones
Ej=log
Ej, efecto de la j-ésima época de entrada.
Bk=log
Bk, efecto del k-ésimo bimestre de entrada.
ejk=log
ejk, error residual normal e independiente distribuido con media
cero y varianza ó2
El peso de
los terneros al nacer, así como el hematocrito y la concentración
de urea en sangre, se analizó mediante un diseño de clasificación
simple y se utilizó como prueba de comparación de media la dócima
de Duncan (1955). Para la interpretación de los resultados se utilizó
el programa Clasificación Simple y Estadígrafos, versión
1.2, elaborado por el Instituto de Ciencia Animal.
RESULTADOS
El peso de los terneros al nacer por bimestre de entrada de las hembras al sistema, que aparece representado en la figura 1, indica que las crías nacieron con un rango de peso promedio entre 35 y 38 kg, y que además se encontraron diferencias significativas (P<0,05) entre los bimestres, con un mayor valor del peso al nacer en septiembre-octubre y noviembre-diciembre, y el menor valor para dicho indicador en mayo-junio.
En cuanto al efecto época, no se encontraron diferencias significativas entre el peso de los terneros nacidos en el período lluvioso y en el poco lluvioso (tabla 1). De igual forma, las novillas con diferentes edades al parto no mostraron diferencias en cuanto al peso de sus terneros al nacer.
En
la figura 2 se representa el comportamiento de los intervalos parto-primer servicio
y parto-gestación, de acuerdo con el bimestre de entrada de las hembras
al sistema silvopastoril. Existieron diferencias significativas entre los valores
encontrados en los distintos bimestres del año para ambos indicadores
reproductivos.
En el caso
del IPS se encontró que las hembras que entraron al silvopastoreo en
el bimestre mayo-junio tuvieron un intervalo entre el parto y el primer servicio
significativamente superior (P<0,05) a las que lo hicieron en los restantes
bimestres del año.
El IPG también presentó diferencias significativas (P<0,05) entre los distintos bimestres de entrada al sistema; el bimestre marzo-abril fue el de peor comportamiento para ese indicador, con un promedio de 216 días entre el parto y la gestación.
En la figura 3 se puede apreciar que existieron diferencias significativas (P<0,05) para los valores del intervalo parto-primer servicio encontrados en las dos épocas del año, con un mejor comportamiento para el de la época poco lluviosa. Sin embargo, el intervalo parto-gestación de las vacas en ambas épocas mostró valores semejantes.
En la tabla
2 aparece el análisis del efecto del bimestre y la época de entrada
de las hembras al silvopastoreo en el número de servicios por gestación.
Para el primer caso no se encontraron diferencias significativas entre los bimestres;
mientras que para el segundo hubo diferencias significativas (P<0,05) a favor
de la época lluviosa con respecto a la poco lluviosa.
En la tabla 3 se presentan los resultados del hematocrito y la urea sanguínea, analizados por época del año y por fases del ciclo productivo de los animales. En cuanto al hematocrito no se encontraron diferencias entre las dos épocas del año, pero sí entre las distintas fases productivas de las vacas; en este caso los 8 meses de gestación fue el momento del ciclo con mayor valor (30,9), el cual fue significativamente superior (P<0,05) al de las vacas problema (27,3).
Por el contrario, la concentración de urea plasmática no presentó diferencias entre las distintas fases del ciclo productivo de las hembras; mientras que la época lluviosa presentó un menor valor de urea sanguínea (P<0,001) que la poco lluviosa.
DISCUSIÓN
La disminución del peso de los terneros al nacer en el bimestre mayo-junio, se debió a que ese fue el bimestre de entrada en que las hembras tuvieron un menor incremento de condición corporal (CC) desde su incorporación al silvopastoreo hasta el momento del parto (López, Lamela y Sánchez, 2003). Otro aspecto que pudo influir fue el efecto de la radiación solar durante esos meses en que, como se conoce, existe una mayor duración del día e intensidad de la radiación solar, que tienden a provocar estrés por calor en las vacas.
En este sentido, Bell, McBride, Slepetis, Early y Currie (1989) plantearon que la talla reducida de las crías al nacer está correlacionada con el tamaño pequeño de las placentas, y que el peso de la placenta se reduce hasta un 54% por la exposición de las hembras gestantes al calor. Por lo tanto, estos autores llegaron a la conclusión de que un feto pequeño es el resultado de una placenta de talla reducida, lo cual pudo deberse a los cambios hormonales provocados por el estrés debido al calor.
El peso de las crías al nacer fue similar en los períodos lluvioso y poco lluvioso (36,7 y 37,3 kg, respectivamente). Estos resultados son superiores a los reportados por Ruiz, López, Schonmuth, Seeland y Planas (1991) para el cruce Holstein x Cebú en Cuba (32 kg), y también superan ligeramente los informados por López (1985) para los cruzamientos en el trópico (30-35 kg).
Por otra
parte, dichos resultados son similares a los hallados por Reyes, García
y Jordán (1998) cuando se utilizaron niveles medios de alimentación
preparto en vacas Holstein comerciales (37,8 kg/animal).
En la tabla
1 se evidencia que la edad de las vacas al parto no tuvo influencia en el peso
de los terneros al nacer, lo cual es característico de las vacas de primer
parto, de una misma raza, cuando han alcanzado un desarrollo y peso corporal
cercano al de los animales adultos (Wattiaux, 1998; Álvarez, 1999).
Las diferencias
encontradas en el IPS entre los animales de los bimestres de entrada mayo-junio
y julio-agosto, indican que la CC fue un factor limitante para la expresión
del potencial reproductivo de las vacas al inicio de la lactancia, pues las
hembras con mayor CC al parto y durante el primer tercio de la lactación
(las incorporadas en el bimestre julio-agosto) tuvieron un intervalo entre el
parto y el primer servicio menor (105 días) que las hembras con menor
CC (López et al., 2003) en ese mismo período de evaluación
(bimestre mayo-junio), el cual fue de 173 días.
Al analizar
los resultados del IPS por época del año, hubo un mejor comportamiento
de este indicador en el período poco lluvioso que en el lluvioso (107
vs 136 días). Estos resultados difieren de los reportados por
otros autores en cruces Holstein x Cebú en el trópico. Por ejemplo,
en la raza Siboney explotada en un sistema silvopastoril, Reinoso (2000) obtuvo
un IPS mayor en el período poco lluvioso que en el lluvioso (123 vs
99 días), lo que estuvo relacionado con la deficiencia de nutrientes
en esa época del año y no con el efecto estacional.
El mayor valor del IPS en el período lluvioso pudo deberse a una deficiente detección del celo en esa época del año, lo que provocó una disminución en el número de servicios. Se conoce que el incremento de la temperatura, la humedad relativa y la radiación solar tienden a provocar estrés por calor, sobre todo en las vacas de mediano y alto potencial lechero, con lo cual se reduce la frecuencia de montas entre vacas y se incrementa la frecuencia de celos silentes (Varner, 1992), así como su expresión en las horas nocturnas, que se corresponden con el momento más fresco del día (Wattiaux, 1998), cuando no se hace labor de detección por ausencia del personal vinculado a la vaquería.
También es posible que la causa de no detectar el celo a muchas vacas fuera la existencia de un verdadero fallo en la función ovárica y la consiguiente ausencia de estro. Por lo general, cuando existen temperaturas ambientales elevadas el ganadero pierde muchos celos en sus observaciones periódicas durante los meses en los que perdura esta climatología, ya que puede ocurrir, y es un hecho que siempre hay que tener en cuenta, que el ganadero tenga los dos problemas al mismo tiempo (Shearer, Bray y Bucklin, 1999).
Otro factor que potenció el incremento del IPS en el período lluvioso fue el mal manejo del toro recelador, pues esta es la época del año en que las vacas tienen una mayor expresión de celos silentes no detectados por el hombre, por lo que se precisa de una mayor eficiencia en el uso del toro para reducir al mínimo posible las consecuencias de este efecto negativo.
A todo esto se suma lo relacionado con el efecto que ejercen los factores estresantes medioambientales en el animal, los cuales tienden a exacerbar el daño ocasionado por el incremento en el consumo de proteína (López, Lamela, Sánchez y Díaz, 2002) y el consiguiente aumento del nitrógeno ureico plasmático (NUP), lo que genera un gasto extra de energía y un balance energético aun más negativo (Ferguson, 1996).
El aporte limitado de energía en la dieta tiene un efecto en la función ovárica de las hembras antes y después del parto, por lo que se produce una reducción del diámetro folicular y de la persistencia del folículo dominante (Murphy y Pescador, 1997), así como la demora en el inicio del crecimiento de los folículos de gran talla (Perry, Corach, Cochran, Beal, Stevenson, Minton, Simms y Bretour, 1991), todo lo cual genera un proceso de anestro posparto que demora la aparición del primer celo.
El IPS promedio del año fue de 121 días, un valor elevado para este indicador si se tiene en cuenta que debe estar entre 60 y 90 días. Sin embargo, estos resultados son semejantes a los obtenidos en la Empresa Genética de Matanzas (126 días) con ese genotipo y en el mismo período de evaluación (CENCOP, 2000).
El IPG mostró
un comportamiento similar en las dos épocas del año, con valores
para los períodos poco lluvioso y lluvioso de 167 y 150 días,
respectivamente. Ello evidencia que la variación estacional no tuvo una
gran influencia en este indicador.
Sin embargo,
aunque el IPG promedio durante todo el año de evaluación fue de
160 días, inferior al obtenido en la Empresa Genética de Matanzas
(195 días) y en los rebaños genéticos Mambí a nivel
nacional con 216 días (CENCOP, 2000), representa un valor elevado para
ese indicador si se compara con los IPG que se consideran adecuados (<120
días) a nivel mundial (Blanco, 2000).
El incremento del valor de ese intervalo por encima de los valores normales pudo estar relacionado con la deficiencia de energía en el balance alimentario durante el período poco lluvioso y con los excesos de proteína en el período lluvioso, de acuerdo con lo planteado por López et al. (2002).
En este sentido,
Laven y Drew (1999) plantearon que los efectos del incremento de la proteína
en la dieta varían ampliamente, pero todas las etapas del ciclo reproductivo,
desde el retorno de los ciclos estrales después del parto hasta la supervivencia
del embrión, pueden ser afectadas. Por otra parte, los excesos de proteína
en la ración de las vacas lecheras provocan un incremento en los niveles
de urea en sangre, lo cual tiene varios efectos perjudiciales en la reproducción,
ya que puede retrasar la primera ovulación, el primer servicio y, en
consecuencia, el período de servicio (Saloniemi, 1993); además,
se ha comprobado que reduce la actividad ovárica y las concentraciones
de progesterona
(P4) sérica.
Otro efecto que pudo incrementar el valor del IPG es el relacionado con los altos niveles de calcio presentes en la ración. Según Wattiaux (1998), los excesos de calcio, fósforo y molibdeno en la dieta han estado asociados, frecuentemente, a casos de fertilidad reducida en los bovinos.
La ausencia de diferencias en los distintos bimestres para los servicios por gestación, pudo deberse a un pequeño tamaño muestral en el análisis de un indicador que requiere un mayor número de individuos para que revele las diferencias.
Sin embargo, el análisis por época evidenció que los animales incorporados al silvopastoreo en el período lluvioso necesitaron un menor número de servicios para lograr la gestación (1,38) que aquellos introducidos al sistema durante el período poco lluvioso (1,75). Este comportamiento adverso pudo estar asociado a la mayor deficiencia energética que presentaron las vacas en ese período, lo cual incrementa la magnitud e intensidad del balance energético negativo (BEN) posparto y, por tanto, también disminuye el número de ovulaciones previas a la primera inseminación. En concordancia con esto, Cappa (1993) planteó que existe una correlación lineal y positiva entre el número de ovulaciones que ocurren antes del primer servicio y el porcentaje de gestación en la primera inseminación.
Por otra parte, la deficiencia de energía reduce el desarrollo folicular y el nivel de producción de 17 â-estradiol en el folículo, y además aumenta el número de folículos atrésicos y los ciclos anovulatorios. También se reduce el tamaño del cuerpo lúteo, el nivel de secreción de progesterona (Schillo, 1992; Pedroso, González, Lavandeira y Ruiz, 1994) y la concentración de glucosa en el fluido uterino, afectando de esta forma la supervivencia del embrión en las primeras etapas de su desarrollo (Pedroso y Roller, 1996).
Otra causa del aumento del número de servicios por gestación en el período poco lluvioso puede haber sido la elevada concentración de urea plasmática encontrada durante ese período, ya que los resultados del presente trabajo coinciden con los informados por Ferguson, Galligan, Blanchard y Reeves (1993), quienes plantearon que las concentraciones de urea plasmática por encima de 19 mg/dL se relacionaron con la reducción del porcentaje de gestación en vacas lecheras, debido a un efecto tóxico directo en el óvulo, los espermatozoides y los embriones jóvenes, y por otra parte a que el amoníaco influye en las concentraciones sanguíneas de glucosa y lactosa.
Estos fenómenos, unidos a otras causas de origen infeccioso y/o factores climáticos estresantes, provocan un síndrome de repetición de celos que se manifiesta en la ausencia de fecundación, la muerte embrionaria y los abortos, que condicionan un incremento en el número de servicios por gestación.
Asimismo, se encontró que el número de servicios por gestación promedio para las dos épocas en el período de evaluación (1,6), fue inferior al reportado por DNG (2000) para los rebaños genéticos Siboney y Mambí de Cuba en el año 2000 (2,61 y 2,17, respectivamente), y similar al informado por Caballero, Novoa, Casanova, Valera y Machado (2002) en vacas mestizas Siboney (1,5) en un sistema de pastoreo rotacional utilizando el pasto cultivado king grass CT-115.
Los resultados en este indicador se corresponden con el planteado por Bouisset (citado por Blanco, 2000) como ideal, en su modelo teórico, para rebaños con un 60% de fertilidad, y en el que se fundamenta la posibilidad de hasta un 6% de vacas repetidoras en el hato.
A pesar de que todos los efectos citados anteriormente pudieron afectar, en mayor o menor grado, la eficiencia reproductiva de las vacas, se considera que los factores que más incidieron en esta problemática están relacionados con la deficiente alimentación y el mal manejo a que fueron sometidos los animales en su etapa de crecimiento, desde el destete hasta su incorporación a la reproducción. Debe señalarse que las hembras se incorporaron con un peso de 299 kg y una edad promedio de 32 meses, lo que evidencia ganancias diarias de peso inferiores a los 250 g/día y, por ende, posibles daños irreversibles en su aparato reproductor, difíciles de mejorar aun cuando consuman posteriormente una dieta balanceada (Álvarez, 1999; Iglesias, 2003).
Por su parte,
Álvarez (1999) planteó que las novillas que no se alimenten bien
antes de gestarse, aunque reciban una alimentación óptima durante
el parto, no producen la misma cantidad de leche y presentan irregularidad en
sus ciclos estrales.
Los valores
de hematocrito en los animales estuvieron dentro de los parámetros normales
(32 ± 4%) y fueron similares en el período lluvioso y en el poco
lluvioso (29,7 vs 28,8%). La ausencia de diferencias en cuanto a este
indicador sanguíneo de las vacas en las dos épocas, obedeció
al mantenimiento de una aceptable oferta de materia seca de buena calidad (sobre
todo en relación con la proteína bruta) durante todo el año,
que garantizó un adecuado proceso de hematopoyesis.
En este sentido,
Álvarez (1999) definió los valores de hemoglobina y hematocrito
como buenos indicadores del consumo proteico, aunque los cambios que se deriven
en uno por el efecto de otro se producen, generalmente, de forma lenta. Así,
cuando existe deficiencia de proteínas, disminuyen las concentraciones
sanguíneas de estos indicadores y el fallo resultante es un cuadro de
anemia.
En los bovinos,
el organismo no dispone de un fuerte mecanismo de homeostasis para mantener
constantes los niveles de urea en sangre, por lo que su variación está
sujeta a los cambios que tengan los animales en la dieta (Álvarez, 1999).
Cuando en el monitoreo metabólico de los animales las concentraciones de urea son altas, esto puede relacionarse con el aumento del consumo de proteína, el suministro de proteínas fácilmente digestibles o con un alto nivel de nitrógeno no proteico, que motivan una mayor absorción de amoníaco en el rumen y, por consiguiente, un aumento en la síntesis hepática de urea. También los reducidos consumos de energía, que provocan una disminución en la síntesis de proteína microbiana, favorecen la elevación del pH ruminal con incrementos en la absorción de amoníaco (Álvarez, 2001).
En la presente investigación, el incremento en el valor de urea plasmática en los animales durante el período poco lluvioso (32,9 mg/dL) se debió al efecto combinado de varios factores: en primer lugar, al consumo de urea en la ración que incrementó directamente el nivel de proteína digestible en rumen (PDR); en segundo lugar, al elevado consumo de leucaena, que constituye otra fuente de proteína fácilmente fermentable en rumen; y por último, al incremento del balance energético negativo en esa época del año. Esto se corrobora con lo planteado por Lascano (1996), quien estableció que la concentración de urea a nivel sanguíneo se eleva cuando los animales consumen dietas ricas en proteína verdadera fácilmente degradable o nitrógeno, pero la relación entre la proteína de la dieta y la urea en sangre depende, en muchos casos, del balance energía:proteína.
También Ferguson (1998) planteó que las concentraciones de urea en sangre pueden variar considerablemente debido a varios factores. Entre los más importantes se encuentran el consumo de proteína en la dieta, el consumo de energía y el nivel de excreción a través de la orina. Por tanto, el consumo de dietas con alto contenido de proteína puede resultar en un incremento en el nivel de urea en sangre. De igual forma, la disminución en el consumo de energía puede conllevar al incremento de los valores de este metabolito en sangre.
CONCLUSIONES
El empleo del sistema con multiasociación de leucaena y pastos mejorados en toda el área permitió alcanzar un peso de los terneros al nacer superior a los 35 kg por animal durante todo el año. Además, se logró un desempeño reproductivo satisfactorio en las vacas, las cuales presentaron un IPG entre 150 y 167 días sin diferencias entre épocas, con un número de servicios por gestación inferior a 1,8.
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Recibido el 9 de
octubre del 2003
Aceptado
el 15 de abril del 2004