ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN

 

 

 

Sistemas agroforestales para la producción ganadera en Colombia1

 

 

 

E. Murgueitio R.
enriquem@cipav.org.co
Fundación CIPAV. Cali, Colombia

 

 

 


RESUMEN

La ganadería es la actividad que ocupa la mayor parte de la frontera agropecuaria de Colombia, un país con una extensión de 1 141 748 km2 y una población cercana a los 40 millones de personas, situado en el extremo noroccidental de Suramérica. En 35 años esta actividad productiva pasó de ocupar 14,6 a 35,5 millones de hectáreas y tiende a continuar creciendo a expensas de los bosques y la agricultura. Aunque el inventario bovino es incierto, se calcula en 26 millones de cabezas, que aportan 44,6 % del PIB pecuario, que a su vez es el 9,2 % del PIB nacional. La ganadería bovina incluye una gran variedad de sistemas productivos manejados por distintas etnias y grupos sociales, enmarcados en diferentes regímenes climáticos, tipos de suelos y formaciones vegetales. Se ha identificado una enorme variación en los parámetros biológicos, técnicos, económicos y sociales de estos sistemas. La reconversión social y ambiental de la ganadería es una urgencia y una prioridad para el país. La intensificación de la ganadería podría incrementar significativamente sus contribuciones alimentarias, económicas y sociales. Esto sería viable con la tecnología disponible, la organización de los productores y macropolíticas destinadas a desincentivar los negocios de especulación de tierras. Si se aplica una serie de principios relacionados con el ordenamiento territorial y la biodiversidad, sería posible incluso que coincidieran los beneficios socioeconómicos y ambientales. Los sistemas agroforestales, parte sustancial de este proceso de cambio, se diferencian en cinco grupos: 1. Sistemas silvopastoriles en ganadería extensiva; 2. Plantaciones forestales con pastoreo de ganado; 3. Cercos vivos, barreras contra el viento, linderos arborizados, corredores biológicos y espacios para el sombrío de animales; 4. Sistemas silvopastoriles con manejo de la sucesión vegetal; 5. Nuevos sistemas para ganadería intensiva y otras especies animales (5.1 Silvopastoriles de alta densidad arbórea; 5.2 Sistemas de corte y acarreo: bancos de proteína puros, policultivos de corte, policultivos de varios estratos y múltiples usos).

El presente trabajo describe estos grupos de sistemas, revisa la investigación actualizada sobre ellos y resalta las ventajas socioeconómicas y ambientales. Se hace énfasis en la importancia de multiplicar las experiencias exitosas, en especial los nuevos sistemas para intensificar la ganadería.

Palabras claves: Agroforestería, producción animal.


ABSTRACT

Livestock grazing systems occupy most of the agricultural lands in Colombia, a country with an area of 1 141 748 km2 and a population close to 40 million people, located in the northwestern corner of South America. Over 35 years, lands destined to this activity increased from 14,6 to 35,5 million hectares, and tend to grow even more at the expense of forests and agriculture. Even though the size of the cattle population is uncertain, it is estimated in 26 million animals, which provide 44,6 % of the livestock-derived GNP or 9,2 % of the total GNP. Bovine livestock grazing includes a variety of farming systems managed by various ethnic and social groups in different types of soil, vegetation and climate. Considerable variation in biological, technical and social parameters has been identified within these systems. Social and environmental transformation of livestock (mainly cattle) grazing is a priority for the country. This would be viable with the available technology, farmer organization and macro-policies designed to remove the incentives of speculative land sale practices. If a series of principles related to land use planning and the promotion of biodiversity is applied, it would even be possible for the socioeconomic and environmental benefits to coincide. Agroforestry systems, a substantial part of this transformation, can be divided into 5 groups: 1. Silvopastoral systems in extensive livestock grazing, 2. Forest plantations with livestock grazing, 3. Live fencing, wind-protection shields, biological corridors and shade for animals, 4. Managed plant succession within silvopastoral systems, 5. Recently developed intensive systems for cattle and other animal species (5.1 High arboreal density silvopastoral systems and 5.2 Cut and carry systems: pure and mixed protein cultures, forage policultures and multiple-use plantations).

These systems are described, recent research is mentioned and environmental and socioeconomic advantages are discussed in this paper. The importance of spreading successful experiences, especially those aimed at the intensification of livestock production, is stressed.

Additional index words: Agroforestry, animal production.


 

 

INTRODUCCIÓN

 

Estado actual de la ganadería bovina en Colombia

Colombia es un país situado en el extremo noroccidental de Suramérica, con una extensión de 1 141 748 km2, que equivalen al 0,77 % de las tierras del planeta (DNP, 1997). Para 1996 la población proyectada fue de 39,5 millones de personas (DANE, 1996). La cobertura vegetal del territorio está constituida en la actualidad por 53,2 millones de hectáreas en bosques; 21,6 millones por vegetación de sabanas, zonas áridas y humedales; 1,1 millones por aguas continentales y asentamientos humanos y por lo menos 38,4 millones de hectáreas en usos agropecuarios (IVH, 1998).

Según el IDEAM (1998), en 1995 las áreas utilizadas para agroecosistemas ocupaban el 24 % del territorio y de ellas la ganadería utilizaba 28 millones de hectáreas. La agricultura usaba casi 5 millones, distribuidos 61 % en cultivos perennes (café, palma de aceite, caña de azúcar, frutales y cacao) y 39 % en cultivos transitorios de ciclo corto (arroz, maíz, yuca, papa, algodón, fríjol y hortalizas).

Entre 1960 y 1995 el uso de la tierra pasó de 5 a 4,4 millones de hectáreas en la agricultura; los bosques naturales y otros usos se redujeron de 94,6 a 72,4 millones de hectáreas; mientras la ganadería se incrementó de 14,6 a 35,5 millones de hectáreas (IVH, 1998).

La población ganadera bovina en Colombia debería estar cerca de los 26 millones de cabezas, pero en los últimos años se ha especulado mucho con las cifras ante la ausencia de un sistema estadístico confiable y la situación de violencia de vastas regiones donde la ganadería es la principal forma de ocupación territorial (regiones andina, caribe y orinocense, donde se encuentra el 98 % de la ganadería según el IDEAM, 1998).

La ganadería bovina incluye una gran variedad de sistemas productivos manejados por distintas etnias y grupos sociales enmarcados en diferentes regímenes climáticos, tipos de suelos y formaciones vegetales. Se ha identificado una enorme variación en los parámetros biológicos, técnicos, económicos y sociales de estos sistemas. El impacto ambiental fluctúa desde el desgaste absoluto e irreversible de los suelos hasta la restauración parcial de ecosistemas degradados. Seis2 de los 27 biomas terrestres presentes en Colombia, que cubrían un área original de 939 500 km2 (82 % del territorio nacional), están transformándose por actividades antrópicas de las cuales la ganadería es la principal forma de ocupación (Murgueitio, 1999). El sector pecuario nacional contribuyó en 1997 con el 9,2 % del producto interno bruto (PIB) y la ganadería bovina aportó el 44,6 % del PIB pecuario (Pinilla, 1999). Esta generación de riqueza no es alta dada la magnitud del área ocupada.

 

Sistemas agroforestales para la producción ganadera en Colombia

La reconversión social y ambiental de la ganadería es una urgencia y una prioridad para el país (Murgueitio, 1999) que ya empieza a reflejarse en la política nacional ambiental (IVH, 1998), pero no en la agropecuaria. Sin embargo, la intensificación de la ganadería puede incrementar significativamente sus contribuciones alimentarias, económicas y sociales. Esto es viable con la tecnología disponible, la organización de los productores y macropolíticas destinadas a desincentivar los negocios de especulación de tierras (Murgueitio, 1999). Si se aplican una serie de principios relacionados con el ordenamiento territorial y la biodiversidad, es posible incluso que coincidan los beneficios socioeconómicos con los ambientales (Murgueitio y Calle, 1998). Los sistemas agroforestales hacen parte sustancial de estos procesos de cambio (Rosales, 1998).

Se pueden diferenciar al menos cinco grupos de sistemas agroforestales para la producción pecuaria en Colombia:

1. Sistemas silvopastoriles en ganadería extensiva.

2. Plantaciones forestales con pastoreo de ganado.

3. Cercos vivos, barreras contra el viento, linderos arborizados, corredores biológicos y espacios para el sombrío de animales.

4. Sistemas silvopastoriles con manejo de la sucesión vegetal.

5. Nuevos sistemas para ganadería intensiva y otras especies animales:

5.1 Silvopastoriles de alta densidad arbórea.

5.2.Sistemas de corte y acarreo: bancos de proteína puros, policultivos de corte, policultivos de varios estratos y múltiples usos.

 

1. Sistemas silvopastoriles en ganadería extensiva

Algunos se localizan en las regiones de frontera de la selva húmeda en la Amazonia y el Pacífico, como sistemas de transición en los que el ganado penetra en los bosques y consume múltiples especies del sotobosque y frutos de árboles del dosel. En muchos casos preceden o contribuyen al establecimiento definitivo de las praderas, pero también son el resultado de la incapacidad de controlar la sucesión vegetal debido a las precarias condiciones económicas, la extensión territorial o los fenómenos de migración de los colonos (enfermedades, inundaciones, violencia). En general se desarrollan en suelos muy ácidos, con mínimo fósforo y bases inter-cambiables, así como toxicidad de hierro y aluminio. Los parámetros productivos son muy bajos y los impactos ambientales muy fuertes.

En zonas de ganadería establecida durante mucho tiempo (décadas y hasta siglos), en las regiones Caribe, Andina y aun en la Orinoquia, Amazonia y Pacífico, otros sistemas silvopastoriles se pueden encontrar en praderas con especies vegetales que pudieron hacer parte de las selvas originales o que con el tiempo colonizaron los espacios abiertos. Varias especies de palmas (Acrocomia aculeata, Attalea butyracea, Ceroxylon quindiuense y C. alpinum, Copernicia tectorum, Mauritia flexuosa, Roystonea regia, Sabal mauritiiformis, Syagrus zancona y Wettinia sp.) en forma de rodales puros o mixtos se encuentran asociadas con praderas en esta categoría.

En los bordes entre las sabanas nativas y los bosques de galería, los árboles y arbustos resistentes al fuego como el alcornoco (Bowdichia virgiliodes), el chaparro (Curatella americana) y el chaparro manteco (Byrsonima crassifolia) llegan a formar combinaciones de arbolitos de bajo porte en áreas de pastoreo. En las sabanas anegadizas de la Orinoquia, el árbol llamado saladillo (Caraipa llanorum)) forma rodales con espacios abiertos (Hernández y Sánchez, 1994) que son pastoreados por el ganado durante muchos años. En los sistemas aluviales de las vegas de los ríos andinos, caribes, orinocenses y amazónicos, es frecuente la presencia de sistemas de gramíneas asociados con varias especies arbustivas y arbóreas donde se destacan el písamo o búcaro (Erythrina fusca) y el manteco (Laetia americana).

Una aproximación a estos sistemas se sintetiza en la tabla1.

2. Plantaciones forestales con pastoreo de ganado

En Colombia el área dedicada a las plantaciones forestales comerciales es relativamente pequeña. Se calculan unas 166 000 hectáreas (Etter, 1998) que se localizan principalmente en la región andina y en pequeña proporción en la Caribe y Orinoquia. La mayoría de los cultivos de Eucalyptus, Pinus y Cupressus se destinan para la producción de celulosa. La alta densidad de árboles por hectárea, la tecnología utilizada para el cultivo y los terrenos pendientes limitan en forma drástica el uso de animales asociados a las plantaciones.

De manera diferente en las tierras bajas, donde existen cultivos de maderas finas como la teca (Tectonia grandis), la ceiba roja o tolúa (Bombacopsis quinata), el ocobo o roble morado (Tabebuia rosea), la melina (Gmelina arborea) y otros de la región Caribe, la invasión de gramíneas incrementa a tal punto los costos de mantenimiento que en muchos momentos hace inviable el negocio. Ante la iliquidez en el ciclo de la producción de madera, el pastoreo de ganado en estas plantaciones se convierte en la salvación financiera de la inversión. Este es el caso de la empresa privada Reforestadora de la Costa S.A. y su proyecto La Gloria que sembró 4 200 ha de estas especies. Entre 1985 y 1996 se han mantenido entre levante y engorde 15 148 animales pastoreando debajo de las plantaciones. Ellos aportan casi la mitad del costo total del proyecto (Londoño, 1996).

 

3. Cercos vivos, barreras contra el viento, corredores biológicos y linderos arborizados y espacios para el sombrío

La importancia de los cercos vivos ha sido destacada por varios autores de la región para los diferentes sistemas agroforestales (Montagnini et al., 1992) y en particular para la ganadería (Simón, 1996). Los beneficios de estos cercos están suficientemente enumerados, reconocidos y estudiados en América Central.

Las opciones de los cercos y barreras vivas van desde los setos de arbustos forrajeros como nacedero (Trichanthera gigantea), botón de oro (Tithonia divesifolia), pinocho o san joaquín (Malvaviscus penduliflorus) o matarratón (Gliricidia sepium), hasta los verdaderos corredores de bosque que atraviesan áreas de pastoreo. Mientras mayores sean la amplitud, la complejidad estructural y la diversidad de especies en setos, cercos vivos y corredores, más importante será su contribución a la biodiversidad local. En todos los climas es posible manejar la sucesión vegetal para crear o diversificar las barreras de vegetación. La estrategia consiste en impedir el acceso del ganado (preferentemente con cerca eléctrica) y suprimir todas las labores de limpieza, la quema y el uso de herbicidas en estos sitios. El resultado después de varios años es un cerco vivo con varios estratos de vegetación, productor de madera y leña y muy frecuentado por la fauna (Murgueitio y Calle, 1998).

 

4. Sistemas silvopastoriles con manejo de la sucesión vegetal

En la mayoría de las condiciones del trópico americano, es evidente la tendencia de la vegetación natural a buscar estructuras boscosas. De manera antagónica, el manejo tradicional y moderno de la ganadería trata de eliminar la sucesión vegetal de las praderas mediante la quema, los medios físicos y los herbicidas. Esta paradoja ha sido señalada por Skerman y Riveros (citados por Benavides, 1994).

Al igual que en otras regiones de América tropical, en Colombia existen crecientes ejemplos empíricos de uso ganadero de esta estrategia, sin duda la reforestación más económica. En los últimos años se incrementaron también las investigaciones en este tema.

El manejo de la sucesión vegetal en áreas pastoriles se hace mediante la abolición de formas indiscriminadas de eliminar las plantas que invaden las praderas, tales como quemas, deshierbes mecánicos y aplicación generalizada de herbicidas. La vegetación y los animales hacen el resto en una primera etapa, que puede durar entre 3 y 6 años en dependencia de la región. Varias especies son diseminadas por el ganado después de ser consumidas. Después se realizan podas selectivas y entresacas de madera hasta conformar de dos a tres estratos de vegetación compatibles con los pastos.

Además de la reducción de los costos de mantenimiento y fertilizantes, el ganadero obtiene productos como postes, madera, varas delgadas y leña; el ganado consume frutos y follajes; el suelo atenúa el impacto del pisoteo; se reduce la erosión y la fauna silvestre encuentra nuevas oportunidades para su multiplicación.

En la tabla 2 se resumen algunos trabajos realizados en el país, los agroecosistemas donde pueden aplicarse y los productos de sistemas silvopastoriles que utilizan la estrategia del manejo de la sucesión vegetal.

Existen otras experiencias de ganaderos y profesionales todavía sin documentar donde se utiliza la sucesión vegetal en casi todos los agroecosistemas conocidos. Por su distribución tan amplia se destaca el guayabo (Psidium guajava). Por su capacidad de invadir áreas de gramíneas en suelos pobres se pueden señalar varias especies de los géneros Acacia, Albizia, Bacharis, Bursera, Calliandra, Cassia, Caesalpinia, Cecropia, Croton, Dendropanax,

 

Eugenia, Fagara, Inga, Muntingia, Ochroma, Trema, Quercus y Verbesina.

También es necesario recordar que otras especies arbóreas nativas o introducidas, valiosas por sus frutos o su valor estético, están presentes en las fincas ganaderas y no es complicada su incorporación a las estrategias de enriquecimiento de sucesiones vegetales. Entre ellas se destacan los hobos o ciruelos (Spondias mombin y Spondias purpurea), el mango (Mangifera indica), la guanábana (Annona muricata), el aguacate (Persea americana), el árbol del pan (Artocarpus altilis), el cocotero (Cocus nucifera), el algarrobo (Hymenaea courbaril) y la ceiba (Ceiba pentandra). Esto es válido también para algunos árboles maderables como: guayacán rosado (Tabebuia rosea), solera (Cordia gerascanthus), dinde (Chlorophora tinctoria), iguá (Pseudosamanea guachapele), pachaco (Schizolobium parahyba) y abarco (Cariniana pyriformis).

 

5. Nuevos sistemas para ganadería intensiva y otras especies animales

5.1 Silvopastoriles de alta densidad arbórea

La necesidad de multiplicar otras formas de intensificar la ganadería por vías más naturales es urgente. Los sistemas silvopastoriles intensivos son una solución con posibilidad de integrarse sin dificultades a esquemas de manejo más eficientes, como la rotación con uso de la cerca eléctrica, cargas elevadas y suplementación con subproductos y sistemas de corte y acarreo (caña de azúcar, pastos de corte y arbustos forrajeros).

Leucaena leucocephala, por su calidad nutricional, fijación de nitrógeno, crecimiento, tolerancia a la sequía y adaptación al ramoneo, es la especie utilizada con mayor éxito en los sistemas silvopastoriles intensivos en las regiones tropicales y subtropicales (Shelton, 1996), al igual que en otros países de América como Cuba (Ruíz et al., 1996) y Venezuela (Clavero, 1998). En Colombia esta especie se está utilizando en forma creciente en los sistemas silvopastoriles. Gracias a la existencia del banco de germoplasma de L. leucocephala del CIAT, se han realizado trabajos de adaptación de ecotipos a zonas de laderas en la región cafetera, con resultados alentadores y persistentes en producción de leche y crecimiento de animales (Cardona y Súarez, 1996).

Nuevas experiencias en los valles interandinos del Magdalena y el Cauca sugieren una respuesta positiva a la inoculación con cepas específicas de Rhizobium. Para sistemas de pastoreo rotacional con alta densidad de árboles (10 000/ha) la inoculación acelera el primer pastoreo de 6 a 3 meses (Mahecha, Rosales y Molina, 1998) y permite cargas animales superiores a 4 vacas de leche/ha/año. Estos trabajos posibilitan probar las ventajas del pastoreo intensivo con leucaena y su asociación con Prosopis juliflora y pasto estrella (Cynodon plectostachyus) en comparación con el monocultivo de pasto fertilizado con nitrógeno. Las diferencias a favor del silvopastoreo se evidencian en la disponibilidad de forraje y nutrientes y en la calidad de la pastura.

Este sistema puede tener un crecimiento mayor en el futuro. Sin embargo, es necesario resaltar sus limitaciones para suelos de mayor acidez (Lascano, 1996), en especial cuando existe toxicidad de iones de aluminio, porque L. leucocephala no se adapta, a estas condiciones ni a zonas inundables (Shelton, 1996). Pero el problema más grave es el ataque del psyllid de la leucaena (Heteropsylla cubana) que arruinó miles de hectáreas en el sudeste asiático y el Pacífico y que cuestiona seriamente el problema de la baja diversidad biológica en esta especie (Rosales, 1998).

La investigación y el desarrollo de otras especies para sistemas silvopastoriles intensivos está apenas en sus primeras etapas en el país. Existen pocos trabajos que validen para zonas bajas y suelos sin limitaciones de acidez, el sistema desarrollado para Gliricidia sepium en Venezuela en forma de bancos para ramoneo controlado o franjas de anchura variable sobre la pastura (Escobar, Romero y Ojeda, 1996), que se muestra interesante para sistemas ganaderos de doble propósito.

Para regiones con problemas de acidez y sequías fuertes, existen avances del CIAT en Cratylia argentea (Lascano, 1996; Argel y Lascano, 1998) y en Tithonia diversifolia para laderas con problemas similares (Ríos, 1998).

Para suelos inundables o de alto nivel freático los 11 años de experiencia con Erythrina fusca asociada a estrella avalan esta alternativa para sistemas de doble propósito intensivo, levante de terneros y hatos bufalinos (Gómez et al., 1997; Botero y Russo, 1998).

En zonas de alta montaña (>2 000 msnm), donde el pasto kikuyo es la base de sistemas lecheros de mediana a alta intensidad, la asociación con Alnus acuminata (Murgueitio y Calle, 1998) y Acacia decurrens (Giraldo, Velasquez y Ocampo, 1998) se muestra promisoria.

 

5.2. Sistemas de corte y acarreo: bancos de proteína puros, policultivos de corte, policultivos de varios estratos y múltiples usos

Los sistemas de corte y acarreo están difundidos por todo el mundo en desarrollo, en especial en condiciones de predios pequeños, regiones montañosas o con dominio de la agricultura, en especial en países con alta población humana. Los sistemas de corte de morera (Morus sp.) para alimentar gusanos de seda son milenarios en la China (Sánchez, 1998). En Colombia existe una importante trayectoria de investigación, transferencia y trabajos empíricos con ganaderos y comunidades campesinas sobre sistemas de corte y acarreo para la alimentación no solo de bovinos, sino de otras especies domésticas de animales que incluyen cerdos, equinos, cabras, ovejas, búfalos, conejos, cuyes, aves criollas (gallinas, patos y pavos), peces y gusano de seda.

 

Bancos de proteína puros

Los más conocidos y probados, a veces con cerca de 15 años de funcionamiento, son los cultivos de G. sepium, T. gigantea, Morus sp. Erythrina (edulis, fusca y poeppigiana), Boehmeria nivea y T. diversifolia. Existen investigaciones, pero menor difusión de bancos para corte, en C. argentea, M. penduliflorus, S. purpurea, Cnidoscolus aconitifolius, Cajanus cajan y Urera sp. En forma reciente se han iniciado estudios de otras especies como Moringa oleifera, Hibiscus grandiflorus, Erythrina rubrinervia, Calliandra calothyrsusy A. acuminata. La mayoría de estas experiencias se encuentran en la región andina, aunque en la actualidad se nota un incremento en las regiones del Caribe y los piedemontes orinocense y amazónicos. La información y las experiencias disponibles para las especies mejor conocidas están concentradas alrededor del valor nutricional, producción de biomasa, manejo agronómico, respuesta animal, costos de producción, rentabilidad, ciclos de nutrientes, enfermedades e invertebrados enemigos (Bonilla, Murillo, Duarte y Libreros, 1996; Gómez et al., 1997; Ríos, 1998; Argel y Lascano, 1998; Gálvez, 1998).

 

Policultivos de corte

Obedecen a la combinación de la tradición campesina de asociar cultivos con la inclusión de especies forrajeras para corte-acarreo y a la preocupación de los investigadores por evitar los riesgos de los monocultivos y probar las mezclas de forrajes en la alimentación (Rosales, 1998). Las modalidades son heterogéneas, desde una simple asociación de dos arbustivas en un solo estrato (G. sepium + Morus alba); dos arbóreas en dos estratos (Erythrina edulis + T. gigantea); una gramínea de corte con una arbórea (Axonopus scoparius + T. gigantea), hasta la combinación de varias especies de plantas para fines forrajeros (rastreras, enredaderas, arbustos y árboles) en diferentes formas y arreglos en el tiempo y el espacio. La producción de biomasa agregada es mayor (asciende de 60 a más de 100 t de MV/ha/año en zonas de montaña), hay reducción de los costos por desyerbes y un mejoramiento notable del suelo en el tiempo cuando se utilizan árboles leguminosos y reutilización de la excreta animal (Gómez, 1997).

 

Huertos para la seguridad alimentaria humana y animal

Así denominan los campesinos de El Dovio en las montañas noroccidentales del Valle del Cauca a un nuevo sistema que combina los bancos de proteína con otras plantas forrajeras y para la alimentación humana. Las plantas se organizan en surcos a través de la pendiente y se cultivan arbóreas con fines forrajeros (T. gigantea, E. edulis, Morus sp., Urera), arbustivas (B. nivea, Malvaviscus sp., T. diversifolia), herbáceas o suculentas (Musa sp., Alocasia macrorrhiza, Xanthosoma sp., Bidens pilosa, Impatiens sp., Symphytum peregrinum), trepadoras (Sechium edule) combinadas con plantas como maíz, frijol voluble, yuca, arracacha (Arracacia xanthorrhiza) y frutales andinos como lulo (Solanum quitoense), tomate de árbol (Cyphomandra betacea), mora (Rubus glaucus) y granadilla (Passiflora ligularis). El corte de los forrajes se hace al mismo tiempo que se cosecha maíz tierno (choclo), frijol verde y tubérculos para la alimentación humana. Las hojas y tallos del maíz, las vainas del frijol, las hojas de la yuca, los tubérculos más pequeños y los frutos y seudotallos del plátano y el banano se mezclan con los follajes, que a su vez sirven para alimentar bovinos, cerdos y aves criollas. En algunos lugares más de 20 especies comparten las parcelas forrajeras (Ríos, 1999).

 

Policultivos de varios estratos

Actualmente existe un renovado interés por parte de los investigadores, agricultores y técnicos en este sistema. Se trata de una combinación de sistemas similares a los mencionados antes, pero acompañados de uno o más estratos de otra vegetación para otros fines distintos a los forrajeros, en especial el cultivo de maderas (muebles, construcciones, postes, leña) con árboles de rápido crecimiento (Cordia alliodora, L. leucocephala var. Salvador, Montanoa quadrangularis, Juglans neotropica, Quercus humboldtii) que son sometidos a podas frecuentes para permitir el paso de la luz. También se están ensayando especies de palmas (R. regia, Bactris gasipaes, Ceroxylon alpinum, Attalea butyracea) para cosechar en el futuro los racimos para la alimentación animal. Otras plantas orna-mentales pueden ocupar un estrato medio, como los platanillos (Heliconiaceae), o el piso del sistema, como los anturios (Anthurium spp.) que requieren poca luz.

 

Bancos de energía

Además de los conocidos y utilizados bancos de caña de azúcar para la alimentación del ganado, en especial en la época seca en la que en muchos lugares se asocian los bancos de árboles y arbustos forrajeros, es importante resaltar los avances de investigación alcanzados en la utilización de la palma de aceite (Elaeis guineensis) con este fin. Se conocen mejor los productos principales de esta especie, cuya capacidad de producción de energía es una ventaja indudable para las regiones tropicales. El aceite crudo y la torta de palmiste se pueden utilizar para la alimentación de los animales. Con el primero se puede conformar un sistema intensivo de producción porcina donde el 100 % de la energía proviene del producto local, con mejores parámetros de conversión que los de los cereales (Ocampo, 1998) y el segundo puede ser una fuente importante de suplementación para ganado de doble propósito y búfalos. Los subproductos y residuos de la agroindustria (cachaza fibrosa, lodos) también son reutilizables por los monogástricos y rumiantes (Ocampo, 1998) y las áreas de cultivo requieren del trabajo animal (bueyes, búfalos o mulas) que complementan con eficiencia la labor de los
tractores.

Los frutos son utilizables en forma directa por los cerdos, de tal manera que se puede pensar en esquemas de áreas de silvopastoreo o bancos multiestrato con palma de aceite y árboles forrajeros como una estrategia también para el ganadero grande y el campesino de minifundio de zonas bajas húmedas. Estas ideas pueden adaptarse a otras palmas nativas que proliferan en varias regiones de la Orinoquia y Amazonia como Attalea butyracea, Acrocomia macrocarpa (Ocampo y Cardozo, 1997; Cárdenas y López, 1998) y M. flexuosa (Triana, 1998).

 

Beneficios económicos y sociales de los sistemas agroforestales para la producción pecuaria

Los beneficios económicos y sociales se pueden interpretar de diferentes maneras, ya que dependen del tipo de sistema, su tamaño, los productos, la intensidad, las inversiones necesarias, los costos operativos y los costos de oportunidad de la tierra en cada región. Para los sistemas extensivos, el silvopastoreo tiene costos mínimos y sus ventajas están en la obtención de uno o varios productos de extracción adicionales a los animales. En los sistemas que utilizan la sucesión vegetal, los costos de manejo, la recolección de frutos y las podas tienden a ser inferiores a los beneficios obtenidos por una mejor alimentación para los animales, menores pérdidas en la época seca, menor estrés calórico y la extracción de madera para postes o leña. Sin embargo, muy pocos trabajos se han realizado sobre estos temas.

Para zonas de alta montaña en procesos de ordenamiento territorial, la ganadería extensiva debe cambiarse, en terrenos con pendientes superiores a 50 %, por coberturas vegetales arbustivas y arbóreas. Pero la relación B/C en la ganadería actual es de 1,20 y el VPN de US$186,7/ha/año; mientras que la reforestación con especies nativas tiene una relación B/C de 1,05 y un VPN de US$46,34. Por esta razón ningún ganadero estaría dispuesto a dejar su actividad por una menos rentable. Sin embargo, el silvopastoreo mediante el uso de la sucesión vegetal puede generar una relación B/C de 1,31 y un VPN de US$213,48/ha/año si se ofrece un incentivo los 2 primeros años equivalente al costo de oportunidad de la tierra mientras crecen los árboles. Esta alternativa, que parece la más interesante, tiene el inconveniente de presentar un flujo negativo los 6 primeros años cuando se empiezan a obtener ingresos por productos maderables (vigas y postes), por lo que se requieren líneas especiales de crédito de mediano plazo. Todas las opciones se calcularon con una tasa de descuento del 10 % (Lotero, 1999).

 En las plantaciones forestales de zonas bajas el pastoreo contribuye con el pago de la mitad de los costos, controla la invasión de pastos sobre los árboles y deja utilidades adicionales (Londoño, 1996).

Para los sistemas silvopastoriles intensivos los costos iniciales de estable-cimiento (US$1 218/ha en leucaena + pasto estrella vs $902/ha en estrella) y los costos directos (US$2 296/ha/año en silvopastoreo vs US$2 023/ha/año en estrella) superiores se pagan con la reducción de los fertilizantes nitrogenados y los ingresos por mayor producción de leche (US$4 311 en silvopastoreo vs US$3 592 en estrella). Los ingresos netos después de descontar los costos directos e indirectos por hectárea en silvopastoreo (US$973) superan lo obtenido con pasto estrella (US$529) con riego y fertilización (CIPAV, 1999).

En sistemas de corte y acarreo, la producción de los bancos de G. sepium tiene costos de establecimiento similares a los silvopastoriles de leucaena de alta densidad (US$1 293/ha) y generan ingresos netos (US$637/ha/año) superiores a los de la gramínea pura pero inferiores al silvopastoreo (CIPAV, 1999).

En los sistemas silvopastoriles de E. fusca + pasto estrella el costo del kilogramo de proteína para suplementación es US$0,33 frente a US$0,71 de la torta de soya utilizada como suplemento en las vacas en lactancia (CIPAV, 1999).

Unidades familiares campesinas de minifundio con sistemas pecuarios que combinan ganado, cerdos y aves con policultivos forrajeros de corte y acarreo (T. gigantea, E. fusca, T. diversifolia, E. rubrinervia, Urera sp, B. nivea, L. leucocephala, A. macrorrhiza + caña de azúcar) generan un balance anual 46.9 % superior (US$1 977 vs $1 050/año) al de las unidades familiares que utilizan tecnologías convencionales de pastoreo extensivo y concentrados (CIPAV, 1999).

En condiciones de microfundio campesino (60 % de las familias con menos de una hectárea) en el departamento de Nariño, los policultivos de corte y acarreo ("el bosque forrajero" con T. diversifolia, E. edulis, E. rubrinervia, H. grandiflorus, Malvaviscus arboreus, Morus sp., T. gigantea, C. aconitifolius, Phenax Af grossecrenatus y Anthurium fasciale) tuvieron una rentabilidad del 99,27 % (rangos según las familias entre 44,7 y 139,56 %). Este sistema integrado con frutales, café y lombricultura triplicó los ingresos y la generación de empleo rural de los sistemas tradicionales de fique (Furcroya sp.) y café (Gálvez,
1998).

 

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