ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN

 

 

 

El control integrado del parasitismo gastrointestinal en los rumiantes: La garantía de un rebaño sano

 

 

 

J. Arece
Estación Experimental de Pastos y Forrajes "Indio Hatuey" Central España Republicana, CP 44280, Matanzas, Cuba

 

 

 


 

 

INTRODUCCIÓN

El control integrado de los nemátodos gastrointestinales en los rumiantes posee gran importancia a nivel internacional, ya que con este se evita notablemente el uso indiscriminado de antihelmínticos (Michel, Cawthorne, Anderson, Armour, Clarkson y Thomas, 1983). Su objetivo principal es maximizar el beneficio de las aplicaciones antiparasitarias y la realización de un número menor de tratamientos a los animales, para de esta forma hacer más eficiente el control (Waller, 1996).

A pesar del planteamiento anterior, en la actualidad el uso indiscriminado de los antiparasitarios constituye un problema grave; por ejemplo, las ivermectinas, productos relativamente nuevos en el mercado, son potencialmente tóxicas para el ambiente, ya que persisten por un largo período de tiempo al ser excretadas las heces fecales por los animales y además son letales para un grupo de insectos desintegradores del bolo fecal. De ahí que por la amenaza a la resistencia a los antihelmínticos se investiguen otros métodos más económicos y prácticos para el futuro, lo cual significa que el control de los parásitos no está restringido solamente al empleo de los tratamientos antiparasitarios con quimioterapéuticos y al manejo de los pastizales, sino que estará constituido por una variedad de opciones, análogas al control integrado de plagas utilizado para proteger los cultivos agrícolas (Herd, 1996)

Por otra parte, para realizar un control integrado eficiente es necesario poseer conocimientos sólidos acerca de la dinámica de los parásitos en los hospederos, así como tener en cuenta los factores ecológicos asociados a la continuidad de la fase exógena del ciclo evolutivo de los parásitos y a la sobrevivencia de los estadios de vida libre en el pasto (Waller, 1996). Asimismo, el control integrado necesita informaciones locales y no de las zonas que difieren geográfica y climáticamente.

Granados y López (1996) plantean que existen tres elementos de vital importancia para el control integrado:

• Dirigir el uso selectivo de antihelmínticos y no el uso intensivo de compuestos de amplio espectro.

• Reconocer los daños ambientales que puedan ocasionar.

• Reducir los costos de producción.

El control integrado se basa, fundamentalmente, en los principios de un adecuado manejo de los pastizales, un mejor uso de los compuestos antihelmínticos y en el control biológico, además de tratar de lograr la inmunización de los animales mediante el empleo de vacunas.

En Cuba, al igual que otros países del mundo, el control integrado de las parasitosis producidas por nemátodos, no ha alcanzado el impacto que se desea por parte de los productores, ya que las medidas de lucha que se practican son aisladas y tienen una tendencia a la ineficacia, entre las que se pueden citar: la aplicación reiterada de un mismo tratamiento antiparasitario, que en ocasiones responde a un medicamento de la misma familia y con igual modo de acción; en algunas unidades pecuarias no existen cuartones de desparasitación para que los animales permanezcan por un período de 3 días posteriores al tratamiento; se utiliza un sistema de rotación sin tener en cuenta el tiempo de sobrevivencia de las larvas del parásito y, por otra parte, no se considera la realización de controles estratégicos, ya que se hacen desparasitaciones sin existir un resultado de laboratorio que justifique dicho tratamiento.

Por tales motivos, en este artículo se abordan algunos de los principios de mayor relevancia internacional acerca del control integrado del parasitismo gastrointestinal, los cuales en su generalidad pueden ser extrapolados a las condiciones de producción de nuestro país, con vistas al establecimiento futuro de un control eficiente y barato de los nemátodos, basado en tácticas y estrategias preventivas y curativas.

 

El manejo de los pastizales como método de control de los parásitos

El control integrado requiere una planificación adecuada para garantizar que algunas áreas de pastoreo posean un número mínimo de larvas infestantes, que no perjudique la productividad de los animales, y puedan ser consideradas seguras.

Un área de pastoreo segura será aquella que, después de un período de 2-6 meses, ofrezca poco o ningún riesgo de infestación para los animales en dependencia de la estación del año (Waller, 1996). El descanso del pastizal no es la manera más eficiente para eliminar los riesgos de infestación, por lo que pueden ser consideradas las siguientes prácticas:

1. Pastoreo en áreas dedicadas previamente a la plantación de pastos, con el objetivo de ser brindados como forraje o en sus formas conservadas, pues generalmente estas tienen baja tasa de infestación debido al tiempo transcurrido entre el período de producción y su cosecha; el pastoreo de esas áreas puede constituir una parte importante en el control de las parasitosis, especialmente en los animales jóvenes.

2. Pastoreo en áreas recién incorporadas a la producción después de haber sido cosechado algún cultivo, por las mismas razones expuestas anteriormente; además, esta práctica se justifica tanto agronómica como económicamente por la relación costo-beneficio.

3. Pastoreo mixto de ovinos y bovinos (Waller, 1996; Mahieu, Aumont, Michaux, Alexandre, Archimede, Boval y Theriez, 1997; Aumont, 1998), el cual está justificado en aquellas áreas donde no se pueda conservar forraje; por lo tanto, la estrategia para obtener un área de pastoreo segura debe ser su empleo alterno, pastoreada previamente por bovinos u ovinos. Esta estrategia es posible debido a la especificidad hospedadora de los parásitos gastrointestinales y a la inmunidad adquirida por los animales adultos. Aumont (1998) planteó que tanto el pastoreo alterno como el mixto tienen excelentes resultados; sin embargo, Helle (1981) afirmó que el pastoreo mixto es mucho más eficaz para el control de los nemátodos internos y que en este tipo de asociación disminuyen de forma considerable las infestaciones por Haemonchus spp. No obstante, el principal factor de riesgo en este sistema es la carga animal, por lo que con la disminución de la carga específica de ovinos, disminuye el contacto entre estos y las larvas infestantes de Haemonchus contortus; por ende, los bovinos pueden ingerir los estadios infestantes (L3) de este parásito debido a que son resistentes a las especies de Haemonchus y a las heterólogas a ellas.

Esta estrategia no es aplicable en la asociación con caprinos, porque estos son hospederos de parásitos comúnmente encontrados en los ovinos (LeJambre, 1978).

Con el objetivo de hacer una evaluación del pastoreo mixto de ovinos y bovinos, Donald, Morley, Axelsen, Donnelly y Waller (1987) seleccionaron un grupo de ovejas con edad de destete, desparasitadas, las cuales fueron introducidas en áreas de pastoreo usadas previamente por bovinos y comparadas con otro grupo que se desparasitó mensualmente. En el primer caso tanto la mortalidad como la ganancia de peso fueron menores, mientras que la producción total fue igual en ambos grupos. Además, se pudo demostrar que no siempre es necesaria la aplicación de tratamientos antihelmínticos para controlar las parasitosis gastrointestinales.

 

La eficiencia en el uso de los compuestos antihelmínticos

En el mundo actual, a pesar del alto grado de efectividad de las drogas modernas de amplio espectro que se usan como antihelmínticos para controlar los nemátodos, existe un consenso de que no es factible su uso en pequeños rumiantes, pues con ellas no se logra la total erradicación de los parásitos, con algunas excepciones. Además, Prichard, Hall, Kelly, Martin y Donald (1980) plantean que mientras más eficiente sea un antiparasitario, existe mayor probabilidad para que los parásitos creen resistencia.

En Australia se desarrollan programas regionales para el control del parasitismo gastrointestinal con el objetivo de evitar la resistencia de los parásitos a los productos convencionales. Estos se elaboran de acuerdo con las especies predominantes en las diferentes zonas de producción de ovinos y se enfatiza en el uso de drogas de amplio y reducido espectro en épocas epidemiológicamente determinadas, en las que el parásito es más vulnerable. Una parte de estos programas tiene en cuenta la necesidad de rotar los antiparasitarios para evitar parásitos resistentes a un determinado grupo y la combinación de estos tratamientos con el movimiento de los animales susceptibles hacia áreas de baja infectividad.

Los criterios anteriormente señalados son de vital importancia en cualquier programa de control de parásitos que se base, fundamentalmente, en el uso de antihelmínticos de origen químico; sin embargo, en diferentes países del mundo, entre los que se incluye Cuba, cada día las drogas antiparasitarias son menos eficientes, lo cual se debe a las diversas violaciones que se cometen bajo las condiciones de producción, entre las que se encuentran:

1. Las bajas dosificaciones. Esto se debe, fundamentalmente, a que en muchas ocasiones la mayoría del personal que allí labora, incluyendo los productores, aún no están lo suficientemente capacitados para tratar a los animales.

2. El elevado número de tratamientos. La tendencia a proceder de esta manera se debe a que existen algunos productos antiparasitarios de los cuales es suficiente solo una dosis bien calculada para que logren un control efectivo del parásito en cuestión; sin embargo, en las condiciones de producción no se efectúa correctamente dicho cálculo, lo que trae consigo la necesidad de otros tratamientos para resolver el problema de los parásitos gastrointestinales. Además, a ello se le suma que la mayoría del personal vinculado a esta actividad considera que la clave del éxito para resolver el problema es solamente la desparasitación con productos químicos.

3. El tipo de parásito y la especie animal. En la mayoría de los casos los tratamientos antiparasitarios se realizan sin prescripción médica (resultado de laboratorio correspondiente) que informe el tipo de parásito que poseen los animales, la cual permite utilizar el producto adecuado; es decir, se realiza la desparasitación sin conocer que el animal está parasitado. Un ejemplo lo constituye el tratamiento con levamisol a animales afectados por el tremátodo Fasciola hepatica, cuando dicho medicamento está indicado únicamente en infestaciones por nematelmintos.

4. Con relación a la especie animal es válido señalar que antes de proceder a la desparasitación hay que conocer las peculiaridades de cada animal que se va a tratar, con respecto a la reacción adversa que pueda presentar ante la administración de determinado medicamento.

El uso indiscriminado de antiparasitarios pertenecientes a la misma familia y con los mismos mecanismos de acción durante un período prolongado de tiempo.

Tomando en consideración lo expuesto anteriormente y la importancia de conocer el modo de acción de los antiparasitarios con el fin de evitar la resistencia de los parásitos, a continuación se relaciona una lista de los antihelmínticos más utilizados contra los nemátodos gastrointestinales (tabla 1).

También existe una clasificación de acuerdo con el mecanismo de acción de los antihelmínticos, la cual fue descrita por Aumont (1998).

1. Los que bloquean la transmisión neuromuscular del parásito.

• Productos anticolinoesterásicos (organofosforados, que inhiben la colinoesterasa. Ej.: Esteladón).

• Productos colinomiméticos (Ej.: Levamisol y Pirantel).

• Productos anticolinérgicos (Ej.: Ivermectinas, las cuales realzan la síntesis del GABA que es un inhibidor de la transmisión neuromuscular).

2. Los que actúan en el metabolismo energético del parásito mediante la inhibición de diferentes enzimas de ciclos energéticos y la polimerización del benzimidazol con tubulina en el citoplasma y las mitocondrias (Ej.: Benzimidazoles y Salicilanidas).

En la figura 1 se muestran las zonas vulnerables ante los antihelmínticos en un corte transversal realizado a un parásito.

Otros ejemplos que indican la necesidad de conocer primeramente el parásito en cuestión, además del tipo de antiparasitario a emplear, lo constituyen los ensayos de Dobson, LeJambre, Gill y LeJambre (1996), quienes explicaron que a pesar de usarse tratamientos con Levamisol de forma indiscriminada contra H. contortus, la resistencia a este medicamento fue lenta, ya que encontraron que es heredada como rasgo autosomal recesivo; sin embargo, en el caso del Trichostrongylus culibriformis no ocurrió lo mismo, ya que esta se hereda como un rasgo recesivo unido al sexo, por lo que se adquiere con mayor rapidez.

Con el objetivo de disminuir los efectos de la resistencia antihelmíntica, existen diversos programas de control basados en estrategias de tratamientos; a continuación se informan algunos de los ejemplos de mayor interés y mejores resultados.

Tratamiento supresivo. Este programa quizás pueda ser aplicado en ovinos durante períodos cortos de tiempo para evitar pérdidas en las épocas en que aumenta la transmisión parasitaria. Se requiere que la frecuencia entre cada programa sea de 30 días o menos, período en el que es probable que la presión de selección aumente acentuadamente. En este sentido, Waller (1986) plantea que la presión de selección es alta cuando el tratamiento deja apenas algunos sobrevivientes, o sea, cuando pocos estadios de vida libre escapan de la exposición a este, pues a medida que los intervalos entre tratamientos se aproximen al período prepatente de los nemátodos, los parásitos resistentes serán capaces de continuar ininterrumpidamente la reproducción en el hospedero; mientras que los sensibles tendrán pocas oportunidades de infestar a los animales, alcanzar la madurez y producir huevos antes de que sean expuestos al otro tratamiento. Por su parte, Aumont (1998) señaló que siempre es factible dejar un número de animales sin tratar para evitar la homocigosis entre los individuos resistentes y los no resistentes.

Tratamiento estratégico. El objetivo básico de los programas de control estratégico de las verminosis es administrar antihelmínticos cuando los parásitos están en su menor número en las áreas de pastoreo y en la época que el clima esté proporcionando las peores condiciones para la sobrevivencia de estadios de vida libre. Al eliminar la contaminación ambiental en esas áreas, los animales que pastorean están expuestos a números muy bajos de larvas infestantes y, en consecuencia, los efectos en la producción serán positivos y la necesidad de nuevos tratamientos se reduce. Este programa requiere un menor número de tratamientos en comparación con el anterior y de esta manera disminuye la presión de selección para la resistencia, al mismo tiempo que reduce los costos del control de los parásitos gastrointestinales (Echevarria, 1996). Además, para llevarlo a cabo sería necesario realizar una dinámica parasitaria en diferentes zonas y tomarla como punto de referencia.

Mecanismo de liberación lenta y controlada de los antiparasitarios. Algunos antihelmínticos han sido incorporados en mecanismos con dispositivos de acción lenta o controlada para prolongar el período en que la droga está en contacto con los parásitos. Una de las principales ventajas de esta tecnología de control de las verminosis es la disminución de la mano de obra para manejar los animales al aplicarles el tratamiento. Estos dispositivos de liberación lenta o controlada son administrados por vía oral como bolos y permanecen en el rumen, donde actúan por los principios de difusión o disolución. Un ejemplo lo constituye el bolo de morantel para bovinos, que consistía originalmente en un tubo de aluminio prensado con una mezcla de morantel y un vehículo apropiado, que propiciaba la liberación continua de este medicamento durante un período de 90 días en la seca; los extremos del tubo poseían una membrana semipermeable que permitía la difusión lenta del producto. Sin embargo, recientemente este tubo de aluminio fue sustituido por acetato de vinil etílico y celofán. A medida que el bolo transita por el intestino disminuye el gradiente de concentración, lo que significa que la difusión no será constante; en algunas ocasiones se han obtenido concentraciones de 171 mg de morantel durante los primeros 30 días después del tratamiento y 47 mg entre los 60 y 90 días (Jones, 1983).

En Australia, Barric y Eagleson (1998) confirmaron que las cápsulas de liberación controlada, administradas a ovejas jóvenes y reproductoras en condiciones de campo, son eficientes en la disminución de las infestaciones parasitarias, lo que trae consigo mejores resultados en los indicadores productivos. Por otra parte, Anindo, Toe, Tembelys, Muasamugerwa, Lahloukassi y Sovani (1998) utilizaron bloques de miel urea con la inclusión estratégica de antihelmínticos para el control del parasitismo gastrointestinal, simulando los mecanismos de liberación lenta, y demostraron que esta alternativa es mucho más eficiente que la inoculación del producto por vía parenteral.

 

Control biológico de los nemátodos gastrointestinales

El control biológico es un método ecológico para sanear los rebaños infestados por nemátodos, y en su sentido más amplio es el proceso natural de regulación poblacional creado por la integración de los componentes bióticos de un ecosistema. Incluye la mortalidad, la competencia de los individuos de una misma especie, los efectos de defensa y resistencia en organismos hospederos y los resultados directos o indirectos del ataque por organismos pertenecientes a los niveles tróficos más altos.

Este método de lucha, en la práctica, consiste en la manipulación, conservación o incremento de las poblaciones de organismos benéficos específicos para regular las poblaciones de especies indeseables y así prevenir o reducir su impacto negativo en la producción agropecuaria y, por lo tanto, en el bienestar de los humanos, es decir, supone el manejo de los enemigos naturales tales como parásitos, predadores y patógenos para controlar la densidad poblacional de insectos, plagas, nemátodos, ácaros, etc.

 

Fundamentos del control biológico

El control biológico es un proceso natural que cuando se aplica con éxito a un problema de parasitismo propicia una permanencia relativa, así como armonía y solución económica, ya que es la manifestación de una asociación natural de diferentes tipos de organismos, por ejemplo los parásitos y patógenos con sus hospederos y los predadores con sus presas; este es un proceso dinámico, sujeto a otros factores como son los cambios en el ambiente, los fenómenos de adaptación y las propiedades y limitaciones de los organismos.

El orden para entender el potencial y las limitantes del control biológico y, especialmente, para llevarlo a cabo, depende del conocimiento de sus bases ecológicas.

El control biológico es una manifestación de la asociación de diferentes especies interdependientes en la naturaleza. Aunque las especies existen como grupos de individuos que se cruzan, se reproducen y mueren, la reproducción es la que mantiene al grupo en un nivel local denominado población (Gronvold, Henriksen, Larsen, Nansen y Wolstrup, 1996).

Un cambio en el tamaño de la población, es decir, en el número de individuos que contiene, de acuerdo con los factores bióticos y abióticos del ambiente, puede actuar a favor de la producción de más individuos o en detrimento del número original en un intervalo de tiempo dado. La migración de los individuos dentro o fuera de una población local también afecta el tamaño de esta.

Si se realiza un análisis acerca del control de las parasitosis gastrointestinales, se puede apreciar que tienen un mayor uso los productos químicos; mientras que se obvian una serie de alternativas tales como la utilización de vacunas, el mejoramiento genético y el control biológico, cuyo menor empleo no implica que sean ineficientes, pues estos tienen como objetivo fundamental reducir los estadios de vida libre de los parásitos en los pastizales. Estos estadios de los cuales ellos se alimentan (larvas L1 y L2) y las infestantes (L3) son susceptibles a un amplio grupo de organismos que constituyen su control biológico. Por otra parte, durante el período de tiempo que los parásitos desarrollan sus estadios de vida libre (huevo-larva) están sometidos al efecto de factores abióticos como la temperatura, la humedad, la tensión de oxígeno, etc., así como a la presencia de factores bióticos (ácaros, bacterias, hongos, virus, etc.). Por ello, para que haya continuidad del ciclo biológico, los estadios de vida libre necesitan eliminar las barreras implantadas por estos factores que influyen directamente en su sobrevivencia en el medio ambiente.

 

Control biológico mediante el empleo de hongos nematófagos

La primera cita acerca de que un hongo era capaz de parasitar un nemátodo apareció hace más de un siglo. Más tarde, en la década del 30, debido a los daños causados por los nemátodos y a la baja eficiencia de los métodos de control existentes en aquella época, algunos investigadores iniciaron estudios sobre el control biológico de las formas de vida libre mediante el empleo de hongos nematófagos.

El uso de los hongos para controlar los nemátodos gastrointestinales está basado en tres aspectos fundamentales (Larsen, Wolstrup, Henriksen, Dackman, Gronvold y Nansen, 1991; Aumont, 1998):

Capacidad para resistir el tránsito por el sistema digestivo del animal en la fase esporulada (cladimospora) y ser cultivados después de este pasaje.

Habilidad para preservar su capacidad destructora de los nemátodos después de haber recibido varios pasajes por el sistema digestivo del animal.

 

Habilidad para sobrevivir en diversas condiciones ambientales.

Sin embargo, el mayor factor limitante para el uso y la efectividad de los hongos nematófagos es el microclima, el cual puede inhibir la sobrevivencia y la germinación de las esporas. De ahí que para el desarrollo del hongo se necesite una humedad relativa alta y un rango óptimo de temperatura, pues las esporas también mueren debido a la luz solar, por lo que la aplicación del biopreparado debe coincidir con la presencia de probables hospederos y la existencia de condiciones ambientales favorables.

Los hongos, según su mecanismo de acción, pueden ser clasificados en tres grupos diferentes: los ovicidas, los endoparasíticos y los predadores (Padilha y Mendoza de Gives, 1996).

En el caso de los de acción ovicida, se plantea que inicialmente se establece un punto de contacto entre la hifa y la superficie del huevo; posteriormente el hongo forma una dilatación en ese punto y damnifica el complejo proteína-quitina de la cubierta del huevo, debido quizás a la acción enzimática, lo que facilita la penetración. Después el hongo ramifica su micelio en el interior del huevo hasta consumir finalmente el embrión, por lo cual puede sufrir un ataque en cualquier estadio de transformación. Esto se ha observado generalmente en los ascaridatos, y hasta ahora no existen evidencias en los trichostrongilideos (Larsen et al., 1991; Padilha y Mendoza de Gives, 1996).

Los hongos endoparasíticos son aquellos que se desarrollan dentro del cuerpo del parásito y la espora es la forma infestante. La infestación ocurre a través de la adherencia de la espora a la cutícula del nemátodo o mediante la ingestión de esta; cuando la espora logra penetrar, germina dentro del parásito y crece, absorbiendo todo el contenido corporal del nemátodo (Liou y Tzean, 1997; Ahrén, Bjorn y Tunlid, 1998; Aumont, 1998).

Por último, el grupo de los predadores produce gran cantidad de hifas, a lo largo de las cuales se desarrollan unas estructuras especializadas denominadas armadillas, que tienen como función capturar y fijar el nemátodo. Estas pueden ser adherentes o no o ser producidas espontáneamente por la presencia del parásito. Una vez que el parásito es atrapado, el hongo provoca su estrangulamiento y evita que pueda salir (fig. 2).

La formación de las armadillas se atribuía a las hifas, pero en los estudios realizados por Dackman y Nordbring-Hertz (1992) se demostró que las esporas también pueden producir estas estructuras. Estos mismos autores apreciaron que los conidios de Arthrobotrys oligospora germinan directamente en las armadillas adherentes cuando se siembran en placas con agar cerca de las heces fecales, lo cual puede deberse a la presencia de sustancias estimulantes en las heces.

Entre los hongos anteriormente mencionados los más promisorios son los predadores, debido a la gran cantidad de conidios que producen. Dentro de este mismo grupo se han obtenido los mejores resultados con los del género Arthrobotrys, ya que poseen una sustancia hidrolítica que contribuye a la inmovilización del nemátodo durante la infestación.

Por otro lado, los hongos de este género son capaces de afectar las larvas de cualquier estadio; las L1 y las L2 mueren rápidamente, pero las larvas infestantes (L3) permanecen en movimiento en las armadillas aproximadamente durante 20 horas, debido probablemente a la dificultad de penetración, ya que en los primeros días posmuda estas aún permanecen cubiertas por la vaina de la cutícula muerta de la larva de segundo estadio (Nansen, Grønvold, Henriksen y Wolstrup, 1986). Varios investigadores daneses trataron de probar la efectividad de A. oligospora para capturar y destruir larvas infestantes de Cooperia spp., para lo cual adicionaron un grupo de los estadios infestantes de este nemátodo en placas Petri que contenían un cultivo de dicho hongo. Por su parte Grønvold, Korsholm, Wolstrup, Nansen y Henriksen (1985) adicionaron conidios del mismo hongo en cultivos de heces fecales con huevos del nemátodo en estudio. En el primer experimento se pudo apreciar que la red de armadillas se inició a las 2-10 horas posteriores a la adición de las larvas y todas quedaron atrapadas en un período de 3 días; mientras que en el segundo la adición de los conidios en las heces fecales redujo significativamente la población de las larvas a partir de 250 conidios/g de heces fecales. Gronvold et al. (1985) también demostraron que al aplicar heces fecales inoculadas con micelios de este hongo en las áreas de pastoreo, los animales mostraron un 37 % menos de vermes y la ganancia media de peso vivo fue superior a 16 kg, comparada con la de las áreas donde no se aplicó el hongo.

Otros estudios realizados por Grønvold, Henriksen, Nansen, Wolstrup y Thylin (1989) mostraron que cuando se inoculan artificialmente una gran cantidad de conidios de A. oligospora en alimentos ofrecidos en primavera, ocurre una reducción sustancial del número de larvas.

En un experimento llevado a cabo en Australia por Waller, Faedo, Larsen, y Hennessy (1994) se identificaron tres especies fungosas capaces de sobrevivir al tránsito gastrointestinal en ovinos: A. oligospora, Arthrobotrys oviformis y Geniculifera endermata. Con este fin se canularon ovinos en el abomaso e íleo para administrar una suspensión acuosa de conidios de estas especies y después del pasaje a través del tracto gastrointestinal, se apreció una actividad predadora marcada en las heces muestreadas.

Existen otras especies de hongos nematófagos que a pesar de colonizar habitualmente las bostas de las vacas, también son capaces de ejercer un control sobre las larvas infestantes presentes en las heces fecales de los ovinos; por ejemplo, en un experimento realizado por Charles, Roque y Santos (1996) se encontró que al introducir 300 000 conidios del hongo Harposporium anguillulae (procedente de un cultivo puro de este) en cada gramo de heces fecales de ovinos, se redujeron las larvas existentes en un 99,5 %, en comparación con el tratamiento control donde no se aplicó dicho hongo.

En otro trabajo basado en el mismo principio que el anterior se demostró la alta capacidad nematófaga del hongo Arthrobotrys musiformis después de un pasaje gastrointestinal en bovinos, ya que se observó la disminución significativa de las larvas infestantes (L3) de nemátodos trichostrongilideos. Para realizar este ensayo primeramente se cultivó el hongo sobre un sustrato (medio de cultivo) que contenía como elemento fundamental granos de maíz troceados; después se hizo una suspensión de esporas en agua destilada, la cual se les ofreció a los animales. A continuación, a las 18, 24, 48, 72 y 144 horas se recogieron las bostas de los bovinos y se mezclaron con heces de ovinos, cuyo grado de infestación parasitaria era conocido; dichas heces se incubaron a 27ºC durante 14 días. Poste-riormente, cuando se realizó el análisis correspondiente a cada muestra, se obtuvo que la eficiencia de destrucción larval después de administrar la suspensión oral fue de 32, 77, 75, 99 y 11 %, respectivamente.

 

Otros microorganismos utilizados en el control biológico de los nemátodos gastrointestinales

Además de la utilización de hongos nematófagos como control biológico, existen otros microorganismos capaces de mantener las poblaciones de larvas infestantes en cantidades que no provoquen enfermedades en los animales; un ejemplo de esto lo constituye la bacteria Bacillus thuringiensis, que ha sido ampliamente estudiada por diferentes autores ya que produce una fracción tóxica denominada d-endotoxina con un elevado efecto en la mortalidad de sus víctimas. No obstante, se conoce que este género actúa principalmente contra los estadios larvales de los insectos lepidópteros y en cierto grado sobre los dípteros, coleópteros y ácaros. Además, es importante señalar que la actividad insecticida de B. thuringiensis posee una potencia mayor (300-80 000 veces) que los plaguicidas químicos (Fietelson y Payne, 1992).

En cuanto a la actividad nematófaga de las bacterias del género Bacillus, se ha demostrado que poseen una marcada acción frente a los estadios evolutivos de los nemátodos trichostrongilideos; en este sentido Bottjer, Bone y Gill (1985) señalaron que cuando se inoculan 11 mg en un cultivo de huevos de T. colubriformis, se obtiene un 100 % de eficacia de destrucción de estos, lo que probablemente se deba a que la endotoxina es capaz de alterar su permeabilidad así como su equilibrio osmótico e iónico.

El empleo de los hongos nematófagos ha aportado resultados promisorios en las pruebas preliminares contra los nemátodos gastrointestinales; sin embargo, aún se están realizando estudios adicionales para verificar la capacidad de colonización del bolo fecal con una velocidad compatible con el desarrollo de las larvas de los hongos que se han aislado.

 

CONCLUSIONES

• La amenaza a la resistencia por parte de los parásitos, así como la residualidad y la ecotoxicidad de los antibióticos y los quimioterapéuticos, indican que estos no constituyen la mejor solución para el control de los nemátodos gastrointestinales. A pesar del avance que han presentado las técnicas no químicas para este fin, ninguna ha ofrecido una alternativa práctica.

• El uso de los antihelmínticos mantiene la tendencia a constituir el centro del control parasitario en el futuro; sin embargo, existen una serie de alternativas que pueden ser aplicadas siempre que sea necesario, entre las que se incluye la vacunación, la búsqueda de hospederos genéticamente resistentes, el uso de compuestos químicos alternativos y el control biológico, las cuales son tan relevantes y de fácil adopción como los productos antihelmínticos. Además, en el caso de los antihelmínticos es necesario verificar el efecto de diferentes formulaciones en el medio ambiente y en el costo-beneficio en cuanto al número de tratamientos y la época de aplicación con respecto a otros métodos de control.

• Con el control biológico no se pretende sustituir totalmente el uso de los fármacos, pues con el primero no se logra una erradicación total de las parasitosis; no obstante, constituye una alternativa en la época de mayor presencia de estadios larvales en los pastos para reducir a niveles aceptables las poblaciones de parásitos, de manera que los animales ingieran una menor cantidad de larvas, se reduzcan los casos clínicos y se promueva la inmunidad en las diferentes especies de rumiantes.

• Los sistemas de producción animal que requieren el uso frecuente de antihelmínticos para suprimir los parásitos son ecológicamente desbalanceados, por causa de los residuos y por la selección que se origina para la resistencia antihelmíntica.

• Aunque en este artículo no se abordan todos los métodos de control de las verminosis en los rumiantes, es necesario señalar que las recomendaciones de tratamientos realizadas por los parasitólogos veterinarios deben ser sustentables, económicas y ecológicas; estar basadas en el empleo de técnicas apropiadas para cada sistema, y haber sido probadas en las condiciones de producción y a gran escala, con el fin de demostrar su validez en la práctica. Este será un gran desafío para los parasitólogos, extensionistas y productores en el próximo siglo.

 

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Recibido el 1ero. de julio de 1999
Aceptado el 15 de diciembre de 1999